THORNBURY,
Ontario — Los padres y abuelos se congregaron en el pequeño auditorio de esta
tranquila ciudad de esquí a dos horas y media al norte de Toronto para aprender
cómo hablarles a los adolescentes sobre los efectos potencialmente nocivos de
la marihuana.
En la sesión
de salud pública, realizada menos de una semana antes de que Canadá legalizara la
marihuana, se transmitió un mensaje a los padres: los adultos ahora pueden
consumir cannabis de manera legal, pero no es seguro que lo hagan los jóvenes.
Por tanto, debían inculcarles a sus hijos la idea de que esta droga puede ser
peligrosa.
“Se ha
demostrado que el cerebro deja de crecer hasta los 25 años, y aun así se la
estamos vendiendo a personas de 19”, dijo Jenny Hanley, consejera de
adicciones, cuando se iba de la reunión. “¿Qué demonios está pensando nuestro
gobierno?”.
A finales de
octubre Canadá se convirtió en el segundo país del mundo en legalizar la
compra, el cultivo y el consumo de pequeñas cantidades de marihuana. Sin
embargo, también declaró que era un delito dársela a cualquier persona menor de
19 o 18 años (varía según la provincia) y se estableció una pena de hasta
catorce años en prisión en caso de delinquir.
El gobierno
comenzó al mismo tiempo una campaña de educación pública de 83 millones de
dólares, gran parte dirigida a los jóvenes canadienses, la cual advierte sobre
los peligros del cannabis.
No obstante,
los expertos recalcan que será difícil convencer a los adolescentes de que la
legalización no les da un visto bueno para consumir la marihuana, sin mencionar
que los esfuerzos antinarcóticos previos no tuvieron mucho éxito.
Además, la
ciencia detrás de los efectos del cannabis en el cerebro adolescente no es nada
clara.
Los
funcionarios han argumentado que regular el mercado del cannabis y aplicar
medidas severas a los vendedores ilegales reduciría su elevado consumo entre
los adolescentes canadienses; de acuerdo con un informe
de Unicef de 2013, los jóvenes canadienses son los que
la consumen más que cualquier población joven de otros países del mundo.
“El aspecto
más engañoso de la legalización es decir que eso evitará que los niños la
consuman”, dijo Benedikt Fischer, científico sénior del Centro para las
Adicciones y la Salud Mental de Toronto. “De muchas maneras, es un experimento
a gran escala”.
Los
funcionarios se muestran optimistas.
“Muchos
jóvenes tienen la idea de que es una sustancia muy benigna, sin riesgos, que es
orgánica, natural y medicinal”, comentó Bill Blair, el ministro canadiense a
cargo de la legalización de la marihuana y quien también fue jefe de policía de
Toronto.
“Cuando
empiezas a mostrarles los hechos a las personas, para remplazar los mitos y la
desinformación, toman decisiones mejores y más inteligentes”, agregó.
No obstante,
es complicado conciliar lo que dice la ciencia y poder guiar a los
adolescentes, tal como lo están descubriendo los padres y tutores convocados a
reuniones del estilo de Thornbury.
Jared Kaye,
de 19 años, estaba sentado en una banca al fondo del auditorio de Thornbury
durante la sesión. Dice que fumó marihuana por primera vez a los 9 años al
mismo tiempo que bebía mucho alcohol, y que después comenzó a usar drogas más
fuertes. Entró a rehabilitación a los 15 años y vivía como indigente.
Él y otro
adolescente en recuperación fueron acogidos por Hanley, la consejera de
adicciones, y ahora viven en su granja cerca de Flesherton, Ontario.
“Lastimé
mucho a mi familia”, dijo Kaye. “No hice nada más que lastimarme a mí mismo”.
Algunos
tienen distintas perspectivas. Paul Thompson, un empresario de Stratford que
asistió a la sesión mientras estaba de vacaciones en la ciudad, cree que la
marihuana es menos peligrosa.
Cuando su
hijo de 21 años fue arrestado hace un par de años, acusado de posesión de
marihuana, Thompson decidió dársela él mismo para asegurarse de que no
estuviera mezclada con otras drogas.
“Creo que el
alcohol provoca daños mucho mayores”, comentó Thompson, quien está divorciado y
tiene tres hijos. “No creo que el cannabis sea adictivo. La gente que es adicta
tiene problemas mucho más graves”.
Lo
desconcertante es que tanto Thompson como Kaye están en lo correcto.
La mayoría de
los científicos está de acuerdo con que el riesgo para los cerebros jóvenes es
mayor en quienes comienzan a fumar a los 12 años o antes, lo hacen de manera
regular y usan marihuana de alta potencia.
Fumar también
es peligroso para los jóvenes con historiales familiares de enfermedades
mentales graves, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, de acuerdo con
los análisis.
No obstante,
para los jóvenes que comienzan a experimentar un poco con la droga a una edad
más avanzada, los riesgos de daños a largo plazo en sus cerebros en crecimiento
son menores.
“Es razonable
decir que podría tener un impacto en el cerebro en desarrollo”, dijo Matthew
Hill, neurocientífico de la Universidad de Calgary que ha estudiado los
cannabinoides durante dieciocho años. “Pero no es lo mismo que afirmar que
definitivamente lo tendrá”.
“La evidencia
no es tan consistente ni tan convincente como algunas personas piensan”,
agregó.
“Creo que el
alcohol provoca daños mucho mayores. No creo que el cannabis sea adictivo”.
PAUL
THOMPSON, PADRE DE FAMILIA
“No hice nada
más que lastimarme a mí mismo”.
JARED KAYE,
JOVEN EN RECUPERACIÓN
Aunque
algunos estudios han hallado que el consumo constante de cannabis entre los
adolescentes cambia
la estructura cerebral y el funcionamiento cognitivo a
largo plazo, análisis de seguimiento disputaron esos
resultados: concluyeron que el consumo de alcohol, el tabaquismo y
los antecedentes
familiares fueron los principales factores en la reducción
del cociente intelectual.
Un análisis
reciente hecho a partir de 69 estudios sobre jóvenes que consumen cannabis con
frecuencia, publicado
en JAMA Psychiatry, encontró que los efectos negativos
en el funcionamiento cognitivo se disiparon después de 72 horas de no consumir
la droga.
“El cannabis
se correlaciona con muchas cosas”, dijo James MacKillop, codirector del centro
de investigación de cannabis medicinal de la Universidad McMaster. “Si consumes
cannabis a los 12 o 13 años, entonces quizá haya muchas otras cosas en juego”,
continuó. “Podría haber poca supervisión por parte de los padres, más estrés a
temprana edad o desorganización familiar”.
Además, no
hay estrategias específicas para evitar que los jóvenes prueben el cannabis.
Algunos
centros de salud pública han adoptado una estrategia de reducción de daños y
han instado a los adolescentes a pasar más días sin consumirla, así como a no
conducir bajo sus efectos. Otros sí predican la abstinencia.
“No porque
sea legal podemos decir que es segura”, comentó Paul Roumeliotis, funcionario
de salubridad para el este de Ontario. “Ese es nuestro verdadero mensaje”.
De cara a la
entrada en vigor de la legalización, con toda la discusión sobre el cannabis
que ello implicó, muchos padres se mostraron alarmados al descubrir cuán
aceptable se había vuelto el consumo entre los jóvenes del país. De acuerdo con
un informe reciente de la oficina del censo, el
32,7 por ciento de los adolescentes dijo
haber fumado marihuana en los últimos tres meses, por ejemplo.
Fischer y
otros expertos creen que es poco probable que la ley reduzca el consumo entre
los menores de edad. En los estados de Colorado y Washington, en Estados Unidos,
las tasas de consumo entre los jóvenes casi no tuvieron cambios después de que
se legalizó el consumo adulto del cannabis recreativo en 2014, de acuerdo con
informes estatales.