La cada vez más grave situación que padecen los venezolanos,
tiene en sus causas una doble responsabilidad. Principalísimamente la que recae
sobre un gobierno destructivo, ruinoso, depredador y maula, que ha desguazado
la economía venezolana, demolido sus bases productivas, y peculado sus
recursos, hasta generar una situación de carencias, padecimientos y pobreza sin
precedentes, generando un terremoto social que ha hundido en la pobreza y la
desesperanza a la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Pero a esa inmensa responsabilidad del régimen, se suma las
carencia, la omisión y la ausencia de una fuerza alternativa, capaz de unirse y
solidificarse en una estrategia y un planteamiento que capitalice el creciente
descontento y lo convierta en organización social y popular capaz de impulsar
con éxito una transición pacífica y democrática, que asuma la titánica tarea de
emprender la reconstrucción económica, social, política- institucional y moral
de la Republica. El desgobierno destructor y la oposición fraccionada,
desdibujada y sin brújula, concurren en alentar la desesperanza, la resignación
y la falta de motivación de los venezolanos para ver con certidumbre el futuro
inmediato y participar activamente de su construcción, animando la incontenible
huida, eufemísticamente denominada “diáspora “ que fluye por nuestras fronteras
a la búsqueda de la elemental subsistencia.
Construir una unidad real requiere del conjunto de fuerzas
políticas y sociales que se oponen a la continuidad del actual desastre,
algunos prerrequisitos básicos: en primer lugar anteponer los
intereses del país y la urgencia de avanzar hacia la transición democrática,
por encima de parcialidades, ambiciones y banderías, ello reclama de líderes y
organizaciones políticas espíritu de grandeza y sentido de responsabilidad,
para sumar todas las voluntades posibles en una sola dirección, cuyo elemento
cohesionador y gregario en medio de la diversidad de pensamientos y propósitos,
sea la de priorizar el rescate de la democracia, la libertad y el progreso como
derecho irrenunciable de los venezolanos.
La gente reclama de dirigentes y partidos, una nueva actitud
y conducta, sobre todo para obtener su reconocimiento y legitimidad en su
cercanía con sus problemas y padecimientos, siendo acompañantes,
interlocutores y gestores del sufrimiento de los venezolanos en sus espacios
naturales: en las barriadas, en la puerta de los hospitales, en la protesta
cívica, en los reclamos por comida y salarios justos, en la amplificación
del grito que surge en las entrañas de un pueblo sometido a situaciones de
hambre, miseria y exclusión jamás vividos. El tremendo desfase entre la agenda
y los intereses propios de la política y los políticos, y el de la gente
atrapada en una torturante y angustiosa cotidianidad, tiene que saldarse
sintonizándose con ella y volviendo a cumplir el rol fundamental que la
sociedad asigna a las organizaciones políticas de ser representantes e
interlocutores de los ciudadanos.
La construcción de una unidad real, que sea mucho más que la
suma de siglas, aspiraciones o protagonismos, luce urgente en la coyuntura que
vive Venezuela. Ella debe gestarse en torno a una estrategia asertiva e
inteligente que conduzca a la construcción de esa extraordinaria fuerza de
cambio que haga indetenible la transición, y que debe según se ha ratificado
una y otra vez recorrer el camino pacífico, cívico, constitucional, democrático
y electoral, único capaz de partear un país distinto y mejor, Un País donde la
libertad, la paz, el progreso, la justicia, la equidad y la igualdad de
oportunidades permitan la unidad y la reconciliación, superando esta etapa
trágica donde la polarización, la intolerancia, la exclusión, así como la
pretensión hegemónica impuesta por la fuerza, han conducido a la terrible
realidad de hoy.
La Estrategia unitaria, debe combinar todas las formas de
lucha democrática, sin establecer falsas antinomias o dilemas entre unas y
otras. Es legítimo, deseado y además factible salir de este desastroso
gobierno por la vía electoral, sobre todo cuando se acaba de corroborar lo
exiguo de su apoyo social y comicial, y las inmensas potencialidades de las
fuerzas del cambio para capitalizar en votos el creciente descontento.
Pero la vía electoral de ninguna manera excluye los escenarios de la protesta y
la lucha cívica y pacífica, ni menos aún el escenario parlamentario, donde la
calificada mayoría obtenida en diciembre del 2.015 se ha diluido entre el
ataque sistemático y el desconocimiento del gobierno y los errores de
conducción de los partidos agrupados en la MUD.
El escenario Internacional que a veces luce sobre
dimensionado en los análisis de algunos que buscan allí refugio a sus
incompetencias, para liderar un cambio desde dentro, es sin duda de
primera importancia. El mundo democrático se ha sensibilizado y compactado en
solidaridad con la martirizada Venezuela, y eso merece aprecio y reconocimiento
dentro de la convicción de que esa apreciable ayuda, siempre será
complementaria de la solución y la transición venezolana que nos corresponde
indelegablemente asumir a los venezolanos.
Una unidad autentica, a la altura del compromiso y la
responsabilidad histórica que reclama Venezuela en esta hora menguada de su
acontecer, tiene que buscar sus fuerzas en todos los sectores y escenarios
donde la gente sufre y padece. El rescate y la revalorización de la política y
los políticos, obliga a sumergirse en las entrañas del sufrimiento de los
ciudadanos, en contacto directo, en comunicación cara a cara, ejerciendo el
albaceazgo de la gente. Reconciliar a los venezolanos con los partidos y los
movimientos, para que vuelvan a merecer su credibilidad, su confianza y su
apoyo, tiene que ser ganado en el terreno de la lucha social y en la presencia
en sus espacios de desenvolvimiento.
Colocar a Venezuela por encima de cualquier otra aspiración o
motivación, conectarse con sus inmensas potencialidades y exigencias de cambio
democrático, trazar una estrategia inteligente y eficiente garantía de
objetivos exitosos, pavimentan el camino de la auténtica unidad. Con esa
Motivación y esos propósitos, se ha colocado de cara a los venezolanos la
denominada CONCERTACION POR EL CAMBIO un agrupamiento de sectores políticos,
sociales y de personalidades comprometidos con la idea de viabilizar la
transición democrática y la unidad Nacional que la haga posible, sin
exclusiones de ningún tipo.
Las fuerzas Políticas que en el pasado inmediato
coincidimos en la defensa del voto como instrumento de cambio democrático y en
la candidatura de Henry Falcón, ahora hemos asumido el desafío de
convertirnos en promotores y gestores de la Unidad que el país reclama para
salir del actual desastre. No somos simplemente otro agrupamiento de los tanto
que hoy fraccionan el mundo opositor. Nacemos convencidos de que si actuamos
con grandeza de miras, con sentido de responsabilidad, y poniendo nuestro
empeño en el interés supremo de la Patria, vamos a lograr la confluencia de
todos los sectores de la Venezuela empobrecida, hambreada y desesperanzada,
para convertirla en fuerza indetenible de cambio democrático.
Ese es el desafío que asumimos, y frente al escepticismo, la
desconfianza o el pesimismo que iniciativas como estas pueden despertar,
sencillamente llamamos a nuestros compatriotas a observar y juzgar nuestras
actitudes y comportamiento. La confianza de un país desesperanzado y frustrado
no se gana con una proclama de buenas intenciones, sino rescatando y
revalorizando el valor de la palabra y el compromiso de los políticos. Allí
estará puesto nuestro empeño.