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23 mayo, 2018

Mayo 68. Una rebelión fraternal de hombres y mujeres

En Mayo del 68 no hubo consignas feministas. Entre tanta profusión de "movimientos" el único que no existió fue el "movimiento feminista".

Mayo-Junio París 1968 | Cordon Press
Aunque hoy pueda parecer paradójico e incluso increíble, en Mayo del 68 no hubo consignas feministas. Entre tanta profusión de "movimientos" el único que no existió fue el "movimiento feminista". Pero esas jornadas de rebelión dejaron una herencia que rápidamente dio paso a lo que se llamó "Génération MLF"en 1970. Un movimiento feminista creado a semejanza del movimiento Women´Lib americano.

Lo que llamamos Mayo del 68 no fue un paréntesis entre febrero y junio: fue sucesión de epifenómenos que surgieron sobre la marcha, espontáneamente, para trastocar definitivamente unas estructuras laborales y educativas caducas y rancias. Francia seguía adormecida bajo el terrible peso de una administración incapaz de seguir el ritmo una sociedad activa y próspera que miraba hacia fuera. Incapaz de ver que la generación del Baby-boom estaba a punto de desbordarse. La universidad de Nanterre en la periferia norte de París era un centro de ebullición de ideas, idas y venidas de estudiantes de todas siglas políticas, también de invitados extranjeros. Un lugar ideal para múltiples "happening" desde 1965. Otras universidades del país miraban hacia Nanterre. A veces pequeños batallas insignificantes se convierten en grandes metáforas de conquista. Eso es lo que sucedió. Los valores jerárquicos y viejunos de una burocracia institucional oxidada cayeron por su propio peso, agotados en sí mismos.
No existió un movimiento autónomo y específico de mujeres. Era una lucha confraternal. La emancipación de hombres y mujeres estaba por venir. Había que soltar las amarras de la "vieille France" que aún cantaba el insoportable Charles Trenet. Para los estudiantes, la insubordinación formaba parte de la conquista de la felicidad.Eran jóvenes con veleidades marxistas que bebían coca-cola como se ha repetido tantas veces. No importaba el sexo en política. En cambio, para el sector obrero, la cuestión era diferente: cualquier lucha específica, como la de las mujeres, no entraba en la estrategia obrerista según la cual cualquier fuerza paralela podía disgregar la fuerza unitaria de la clase obrera.
Sin movimiento feminista que les empujara, ¿dónde estaban las mujeres? Estaban en todas partes. En las calles, en los desfiles o en las asambleas, codo con codo, sin voluntad alguna de hacer un recuento numérico por sexo. Por descontado, los hombres eran mayoritarios. Y ellos tomaban la palabra. Ellos dirigían las barricadas o los servicios de orden a pie de fábrica. No obstante, algunas notables excepciones se dieron en aquellas fábricas compuestas exclusivamente por personal femenino, como fue el caso de la fábrica de ropa interior Chantelle, cerca de Nantes.
Los que nacieron en la década de los cincuenta quedaron huérfanos de ese grand soir tan cíclicamente cristalizado en la épica revolucionaria francesa. El poder no cambió de manos pero estuvo en un tris de hacerlo. El Elíseo no se tomó. De Gaulle ganó. En junio de 1968 los estudiantes se fueron de vacaciones y los obreros retornaron a las mismas fábricas que semanas antes habían ocupado. Las trabajadoras masivamente concentradas en el sector textil, en Correos (PTT) y en el sector comercial, habían luchado con sus propios medios para igualar su salario con el de los hombres cuya diferencia era entonces espectacular, éstas también emprendieron la vuelta al trabajo pero lo hicieron con mayor desasosiego. El retorno al trabajo y a las obligaciones del hogar convertía Mayo del 68 en una ensoñación.
En cualquier caso, el primer eslabón de una ruptura sociológica sin precedente quedaba sellado.
Si hubo una revolución triunfante, ésa fue la revolución institucional que fijó en un proyecto de Ley la legalización de los anticonceptivos. La batalla no se gestó en las barricadas sino en el parlamento francés.
Nueve meses antes de la primavera del 68, todo cambió para una buena parte de las mujeres en edad de procrear.
La autonomía sexual fue posible con la legalización de la píldora anticonceptiva tramitada por el diputado gaullista Lucien Neuwirth en la Asamblea Nacional. Su discurso: "Acceder à la maternidad voluntaria"es posiblemente uno de los discursos más impactantes de la época. Bajo este prudente título, Lucien Neuwirth lideró el derecho a la contracepción ante la Asamblea nacional el 1 de julio de 1967. 9 meses después estallaba la primavera del 68.
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La legalización de la píldora fue una dura batalla. El diputado gaullista se enfrentó a su propia bancada. Cuando estalló Mayo, más de 200.000 mujeres consumía el producto de forma clandestina. El recurso al aborto no legalizado en Francia alcanzó proporciones dramáticas: más de 300.000 mujeres abortaban cada año. La administración gaullista se enfrentaba a un grave problema de salud pública como señaló Lucien Neuwirth en su propuesta de Ley. En nombre del bien común y de la responsabilidad de los poderes públicos se aprobará el Proyecto de Ley en diciembre de 1967 entre gritos y protestas.
"Transmitir la vida debe ser al fin y al cabo un acto lúcido". Charles de Gaulle.
La generación del 68 fue llamada "generación de la píldora". Fue posible gracias a una "revolución institucional", la única triunfante, que logró emancipar a las mujeres de las servidumbres biológicas. La única que condujo a nuevas conductas de Planificación familiar. Que cortó con los embarazos no deseados. Que afirmó prudentemente: "La contracepción aplaza los nacimientos, no los impide".
Para esta generación la maternidad fue una opción. Renunciar a ella, otra.
Francia es un país que asume sus propias paradojas y eso le lleva a ser un país que gobierna bordeando el precipicio, sin caerse nunca en él.
Dos medidas esenciales cambiaron la cotidianidad de las francesas: la adquisición de una autonomía laboral y sexual.
El feminismo culturalista de Simone de Beauvoir de 1953 dejó paso a un feminismo teórico para "hacer emerger el sujeto-mujer" en 1968. Pero lo cierto es que la vida cotidiana de las mujeres transcurría sin que les importase demasiado el "sujeto-mujer".
Francia cambió radicalmente como quien da la vuelta a un calcetín.
La metáfora no es gratuita porque obstáculos anclados, indestructibles, parecen no cambiar nunca. Dos años después de mayo, una pintada en los muros de una fábrica de mujeres en huelga recordaba: "¡Proletarios del mundo! ¿Quién lava tus calcetines?".