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24 abril, 2018

Las universidades se rebelan contra Macron

Estudiantes y profesores ocupan una veintena de facultades en contra de la introducción de la selección preuniversitaria en Francia. El Gobierno francés apuesta por la mano dura ante un movimiento que se inspira en el mayo del 68

Enric Bonet / Pablo Castaño Tierno

<p>Estudiante con una chapa de repulsa hacia la ley ORE. París, Francia.</p>
Estudiante con una chapa de repulsa hacia la ley ORE. París, Francia.
Teresa Suárez
París

Emmanuel Macron, de 40 años, suscita una devoción más bien escasa entre los jóvenes franceses. A pesar de ser el presidente más joven en la historia de la Quinta República, no logró un gran respaldo en la primera vuelta de las presidenciales entre los votantes de 18 a 24 años. Solo le apoyó el 18%, por detrás de Jean-Luc Mélenchon (29%), la ultraderechista Marine Le Pen (22%) y el partido de la abstención (29%). Once meses después de la llegada de Macron al Elíseo, la impugnación del proyecto macronista por parte los jóvenes se expresa de nuevo con el creciente movimiento de ocupaciones de las universidades públicas. Los estudiantes muestran su oposición a la reforma de acceso a los estudios universitarios.

Desde finales de marzo, una veintena de universidades públicas (de un total de 70) han sido ocupadas y bloqueadas de manera total o parcial. Tras su tímida presencia en las movilizaciones del pasado otoño en contra de la reforma laboral, los universitarios salen ahora a la calle para oponerse a la llamada “Ley sobre la Orientación y el Éxito de los Estudiantes” (ORE). La reforma universitaria permite que, a partir de ahora, las facultades escojan a sus estudiantes en función de sus aptitudes personales, como el nivel de expresión oral o el conocimiento de lenguas extranjeras. Esta selección va a resultar decisiva en el caso de los estudios más demandados: Derecho, Medicina o Ciencias Deportivas. El sistema cuestiona uno de los pilares del modelo social francés, el acceso universal a la universidad.
Aprobada el 15 de febrero, la medida suscitó al principio una protesta más bien minoritaria. Pero la agresión a un grupo de estudiantes en Montpellier encendió la chispa de la movilización. La noche del 22 de marzo un grupúsculo de extrema derecha entró en la facultad de Derecho de esta localidad del sur de Francia y agredió con palos a una cincuentena de universitarios que la ocupaban. Además de uno de los profesores, también fue imputado por este hecho el rector de la universidad, Philippe Pétel, que dimitió a finales de marzo. La justicia francesa les acusa de haber amparado la acción violenta de los militantes ultraderechistas.
“Después de lo que pasó en Montpellier, hemos pasado de ser un grupo de unos 400 a más de 800 que nos reunimos en una asamblea general el 25 de marzo”, explica Marianne K., 19 años, estudiante de Historia del Arte que participa desde hace más de dos semanas en la ocupación del centro de Tolbiac. En las universidades más movilizadas, como la de Montpellier o la Jean-Jaurès de Toulouse, el número de estudiantes que acude a las asambleas generales ha superado los 3.000, una cifra que no se veía en Francia desde 2006 y las protestas contra el CPE –un contrato específico para los jóvenes– consiguieron que no fuera aprobado. Lille, Rouen, Estrasburgo, Metz, Burdeos, la Sorbona de París… La lista de universidades ocupadas es larga.
 
Asamblea de estudiantes en París, Francia. Fotógrafa: Teresa Suárez.

Asamblea de estudiantes en París, Francia. Fotógrafa: Teresa Suárez.
“La Ley ORE es solo un pretexto que los universitarios franceses han aprovechado para expresar su inquietud respecto al futuro. Sus reivindicaciones van más allá de esta polémica medida y muestran su indignación por la precariedad y la dificultad de encontrar un empleo digno”, explica el sociólogo Michel Fize, que en mayo publicará el libro Mai 68 n’a jamais existé! (¡Mayo del 68 nunca ha existido!). “Casi uno de cada dos estudiantes universitarios franceses suele trabajar al mismo tiempo que cursa sus estudios”, afirma Julie Le Mazier, profesora en la Universidad París XIII y especialista en movimientos estudiantiles.
Reforzar la huelga en el sector ferroviario
En un hecho poco habitual en Francia, la movilización universitaria se ha extendido desde las ‘provincias’ a París. Los primeros en ocupar su campus en la capital francesa fueron los estudiantes de Tolbiac, la sede de la Universidad Panthéon-Sorbonne en el centro de la ciudad. La noche del 2 de abril había cola para subir la escalera de mano por la que se accede al recinto ocupado. La expectación era máxima ante la asamblea organizada con representantes de los trabajadores de la compañía ferroviaria SNCF, que iniciaban su larga huelga de 36 días unas horas más tarde. 
El objetivo de aquel encuentro era avanzar hacia la ansiada ‘convergencia de luchas’, repetida con frecuencia en las intervenciones de los trabajadores y estudiantes presentes en la reunión. En Tolbiac y el resto de universidades ocupadas está muy presente la idea de que los jóvenes pueden contribuir de forma decisiva al pulso que varios sectores laborales mantienen con el gobierno de Emmanuel Macron.
Desde finales de marzo se suceden las huelgas en Air France, los ferrocarriles y otros servicios públicos amenazados por los recortes y privatizaciones que planea el Gobierno. Los agentes ferroviarios se oponen a la reforma de la SNCF, que abrirá el paso a su privatización parcial y empeorará las condiciones laborales de los trabajadores de la compañía estatal de trenes.
Aprobada el martes 17 de abril en la Asamblea Nacional, esta reforma del sector ferroviario suprime el estatus laboral de los “cheminots” (agentes ferroviarios) para los nuevos empleados de la SNCF. Herencia de las conquistas sociales de la posguerra, este estatuto garantiza unas buenas condiciones laborales, similares a las de los funcionarios, con un puesto de trabajo fijo y una jubilación a partir de los 57 años (o 52 para los conductores).
Macron confía en el hartazgo de los usuarios del transporte público para aislar a los combativos trabajadores de la SNCF y hacer fracasar su huelga, que en sus tres primeras semanas ha conseguido provocar el caos en el sistema de transporte francés, en el que el tren ocupa un lugar principal. El éxito de esta movilización se debe a la originalidad de su apuesta, que consiste en hacer dos días de paro por cada cinco de actividad. “Una estrategia astuta y nueva en Francia, que sirve para reducir el impacto del paro en los salarios de los trabajadores”, asegura Jean-Marie Pernot, especialista en organizaciones sindicales.

Protesta de los trabajadores contra la reforma del estatuto del
Protesta de los trabajadores contra la reforma del estatuto del cheminot;, París. Fotógrafa: Teresa Suárez.
Los sindicatos han convocado estas huelgas intermitentes hasta final de junio y el apoyo de la juventud a las reivindicaciones de los ferroviarios podría contribuir a poner a la opinión pública de su parte. “Los estudiantes tienen que apoyar a los ferroviarios, darles soporte moral, ir a las estaciones y a sus asambleas”, afirma Paul, 24 años, que participa activamente en la ocupación de Tolbiac. “Queremos aprovechar la ocupación de la facultad para servir de caja de resonancia a la lucha de los ferroviarios y favorecer la convergencia con ellos”, añade.
“Macron ha jugado mal sus cartas, hace todo al mismo tiempo y todo el mundo se moviliza a la vez. Podría producirse la convergencia de luchas, ¡es estupendo, creo que estamos todos juntos!”, defiende Adèle, 20 años, también estudiante de Tolbiac.
El fantasma de mayo del 68
En el discurso de los universitarios resultan constantes las referencias a la revuelta de mayo de 1968 y su cincuenta aniversario. Entonces, la movilización masiva de estudiantes y trabajadores, las ocupaciones de fábricas y universidades desembocaron en la mayor huelga general de la historia contemporánea de Francia, secundada por entre siete y nueve millones de trabajadores. Una movilización que hizo tambalearse al Gobierno del general Charles de Gaulle.
“Sin duda, mayo del 68 es una fuente de inspiración”, afirma Marianne K. Hija de una familia del sur de Francia vinculada a la extrema derecha, esta joven fantasea con una revuelta en mayo de 2018 que simbolice la resistencia ante la ofensiva neoliberal de Macron. “La estrategia escogida por los estudiantes resulta bastante parecida a la de mayo del 68. Han priorizado las ocupaciones permanentes en las universidades en lugar de grandes manifestaciones”, explica Le Mazier.
Tanto la izquierda francesa como los sindicatos confían ahora en aprovechar la movilización para tomarse su particular revancha con Macron, que aprobó en septiembre su reforma laboral sin apenas protestas en las calles. El diputado insumiso e impulsor de la Nuit Debout, François Ruffin, ha convocado una manifestación en París para el 5 de mayo. Esta convocatoria, que pretende ser masiva, coincidirá con el primer aniversario de la elección de Macron, el 7 de mayo.
“Actualmente, la relación de fuerzas entre el poder y las movilizaciones no se asemeja a la de mayo del 68. Entonces, el presidente De Gaulle estaba debilitado y la movilización resultó masiva. Ahora los sindicatos (y los partidos de la izquierda) están divididos y Macron se muestra fuerte y no está dispuesto a ceder”, analiza Fize.
Para hacer frente al descontento creciente, Macron apuesta por la mano dura. Los agentes antidisturbios actuaron con violencia el 9 de abril ante un intento de ocupación en la universidad de Nanterre, cuna de la revuelta del 68. Nantes, Burdeos, Montpellier, Lille, Estrasburgo o la Sorbona en París han sido también escenarios de contundentes intervenciones policiales, que han quebrado la tradición de que la universidad era un espacio inviolable para las fuerzas del orden. “Apostando por la represión, el Ejecutivo ha escogido una estrategia arriesgada que puede frenar la movilización, pero también alentarla con la indignación, como sucedió en la primavera de 1968”, explica Le Mazier.