Por Javier Taeño / Tomado de Yahoo Noticias
Meses de desencuentros, meses de luchas internas y
confrontación. Meses en definitiva de una partida de ajedrez que tenía como
tablero Zimbabue y como objetivo final del juego la sucesión de Robert Mugabe,
el líder más longevo de África, con 93 años que llevaba la friolera de 37 años
en el poder. Los últimos años han sido los de su decadencia,
incapaz de sostenerse en pie en actos oficiales, olvidando discursos, con una
imagen muy alejada de esa que portaba en los 80 de libertador del país. A su
lado desde hace más de dos décadas, Grace, su segunda esposa, su
antigua mecanógrafa, 41 años más joven que él. Su opción preferida
para la sucesión.
De ella se solía decir que era calculadora y estratega y que
siempre se salía con la suya, aunque quizás en esta última ocasión no haya
medido bien sus fuerzas. Hay un hecho clave ocurrido hace apenas unas semanas
que ha provocado el golpe de estado del Ejército en el país. A
principios de noviembre Grace sentenció al vicepresidente de Zimbabue, Emmerson
Mnangagwa, viejo amigo de Mugabe y un hombre respetado por la cúpula militar: “Es
una serpiente venenosa y debe ser golpeada en la cabeza”, exclamó.
Se estaba empezando a librar la lucha por la sucesión y ella
tomaba la delantera. Al día siguiente, Mugabe destituía a un Mnangagwa que
huía del país y parecía que el camino le quedaba libre a Grace. Era la
culminación al cambio que había sufrido en los últimos años.
La relación entre el político y su secretaria empezó cuando
la vida de la primera esposa del dictador, Sally, estaba ya muy mermada por
culpa de un cáncer terminal. Finalmente en 1996 se casaron y tuvieron tres hijos,
dos de ellos antes del enlace y cuando todavía vivía Sally. Desde entonces
Grace se convirtió en una de las mujeres más poderosas del país y
fue conocida tanto por sus lujosos caprichos –lo que le valió el apodo
de Gucci Grace– como por su trabajo en organizaciones caritativas y
asistenciales.
Sin embargo, en los últimos años, a medida que la salud de
Mugabe se iba deteriorando, ella fue tomando cada vez más responsabilidad política sin
descartar nunca llegar un día a la presidencia. En el año 2014 logró un
polémico doctorado en la universidad de Zimbabue (lo obtuvo en apenas
dos meses y sin registrar su tesis) que le permitió hacerse con el liderazgo de
la sección femenina del partido gobernante, el ZANU-PF.
Desde esta plataforma se fue haciendo cada vez más popular y
ha sido capaz de atraer a las generaciones más jóvenes, pero el Ejército
siempre la ha mirado con recelo por su controvertida forma de proceder. Y es
que la caída del vicepresidente Mnangagwa no ha sido la única. En 2014 logró
que la anterior vicepresidenta, Joice Mujuru, fuera destituida,
tras acusarla de “chantajista, incompetente, chismosa, mentirosa e ingrata”. La
jugada en esta ocasión parece que no le ha salido tan bien.
Acostumbrada a triunfar (hace unos meses se libró de
comparecer ante la justicia sudafricana gracias a su inmunidad diplomática por
la agresión a una modelo), parece que ahora está atravesando una situación
desconocida para ella. Está en paradero desconocido (hay
rumores tanto de que se ha exiliado como de que está con su marido) y dentro de
muy poco tiempo es posible que vea que la partida que parecía tener ganada
acaba en jaque mate para ella.
Mnangagwa cuenta con el apoyo del Ejército y está bien visto por la
comunidad internacional, por lo que cada vez son más los expertos que apuntan a
que la transición se va a producir con él como presidente. Sería el fin de las
aspiraciones actuales de Grace de llegar al poder, aunque ella ya ha demostrado
más de una vez que es capaz de salirse con la suya.