La tradición de utilizar nombres para describir estos
fenómenos naturales la inició el meteorólogo británico Clement Wragge en
1887.
Tomado de Grandes Medios
Harvey, Irma Katia, José… ¿Porque los
ciclones y los huracanes llevan nombres de personas y quién
determina cómo los llamaremos? Este asunto se remonta a
hace más de un siglo.
Cada año, quienes trabajan en
la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en
inglés) deben elegir las 21 opciones de nombres anuales que van a proponer,
teniendo en cuenta distintos parámetros como si el nombre es corto y de fácil
recuerdo o si representa alguna región relevante, entre otros.
El nombre de las Tormentas
Para hacer más complejo el asunto, el
término “ciclón tropical” cubre ciclones, huracanes y tifones. De hecho,
todos son la misma clase de tormenta, pero reciben diferentes nombres según la
cuenca oceánica donde se formen.
Lo cierto es que el nombramiento de las
tormentas tropicales, un tema controlado durante años por los meteorólogos
occidentales, ha sido causa de discordia en los últimos 150 años. ¿Por qué? Por
qué tintes de racismo y sexismo han manchado las elecciones de estos
nombres, incluso han influido venganzas y preferencias personales. Ciertamente,
ha tomado mucho tiempo lograr un sistema unificado que tuviese en cuenta la
actual democracia y representación regional.
Hoy, según donde vivas, has escuchado
hablar de Mitch o Katrina, de Ioke o Hudhud, pero si retrocedes 100 años en los
libros de meteorología, observarás que los sistemas de tormentas eran
llamados con nombres como Hannibal o Xerxes (antiguos comandantes),
Deakin o Drake (políticos australianos) y Mahina o Elina (hermosas tahitianas).
Durante este último siglo y medio,
también se han tomado prestados los nombres de santos y lugares, de novias y
esposas, o de algunas celebridades. Por algunos años, hasta los cambios hechos
en la década de 1980, se utilizaron nombres de mujeres.
Wragge y los nombres de mujeres
La tradición de utilizar nombres para
describir estos fenómenos naturales la inició el meteorólogo británico Clement Wragge en 1887, quien un día
decidió tomar prestados nombres de la mitología griega y romana, y después
acogió nombres de mujeres de las Islas del Pacífico ante el impacto que su
belleza le causó. Así, muchas de las tormentas tropicales y huracanes que en la
década de 1890 y comienzos de 1900 azotaron el Pacífico Sur terminaron siendo
identificados con nombres femeninos.
Más tarde, los proyectos de Wragge se
encontraron con varias figuras públicas como adversarios. ¿Su argumento? El
meteorólogo asignó los nombres a las tormentas de forma que las personas los
asociaran con la angustiosa llegada de un ciclón o un huracán. En 1922, con la
muerte de Wragge, muere también el uso de su sistema. Desde ese momento
los fenómenos fueron nombrados por su ubicación o por las regiones que
golpeaban (Huracán Nueva Inglaterra, por ejemplo).
Luego de unos años, durante
la Segunda Guerra Mundial, la práctica de Wragge vuelve al escenario con
meteorólogos de la Marina y la Fuerza Aérea estadounidense nombrando tormentas
tropicales como sus novias y esposas. La Oficina Meteorológica Nacional
introdujo en 1945 un listado desordenado y alfabetizado fonéticamente. La
organización del gobierno de Estados Unidos adoptó en 1954 la casi
centenaria tradición de nombrar las tormentas como mujeres, práctica a la que
se unió Nueva Zelanda y Australia.
A propósito, según una investigación de 2014, los huracanes con
nombres de mujeres son percibidos como una amenaza menor que aquellos con
nombres masculinos. Sin embargo, los huracanes denominados femeninos causan
significativamente más muertes, al parecer porque conducen a percibir menos
riesgos y en consecuencia menos prevención.
Nuevos cambios
Tras fuertes presiones por parte de
activistas defensores de la mujer, en 1979 el Servicio Meteorológico
Nacional y la Asociación Meteorológica Mundial (OMM) comienzan finalmente a
establecer una división entre nombres de mujeres y hombres.
Luego realizaron otra modificación.
Cambiaron las listas según las regiones con el fin de representar mejor las
lenguas y poblaciones. Por ejemplo, nombres ingleses e hispanos eran obtenidos
de la cuenca del Atlántico, mientras nombres en su mayoría hispanos
representaban la cuenca del Pacífico Oriental, ya que esas tormentas tendrán
mayor impacto en México y Centroamérica, y casi ninguno en Estados Unidos.
Actualmente, un comité
internacional de la Organización Meteorológica Mundial ha elaborado una
lista en la que figuran los nombres de los huracanes que se presentarán en un
lapso de seis años.
La lista es rotativa, en la que aparecen
21 nombres propios cada año (uno por cada letra del abecedario), los cuales a
partir del séptimo año se repiten. Aunque son omitidas algunas letras como
la Q, U, X, Y y Z, dado que son pocos nombres los que comienzan con ellas.