Vistas de página en total

21 mayo, 2017

Mátenme porque me muero


Maduro Son tres rutas hacia el acantilado. Y aunque sospechemos que pueda devolverse al visualizar el inminente peligro, su ineptitud para afrontar virajes y negociar su despedida pacífica sin más traumas que los inevitables, impedirá respirar a nuestro atormentado país y agravará hasta lo indecible la tragedia
No da señales de cambio, no sabe, no puede, no lo dejan. Sus recientes medidas, incluso el letal decreto-ley Nro. 2849 (GO13-05-17) prorrogando y agravando el Estado de Excepción y Emergencia Económica, reflejan adicción totalitaria y vocación suicida. Es como quitarse la vida por miedo a que se la quite otro.
El PSUV aparentemente ha desechado el sufragio, la más obvia de sus salidas, la que lo mantendría en el juego democrático abrigado por la Constitución. Perderá todas las elecciones y lo sabe. Pero en su aislamiento de vértigo, con la popularidad en el suelo, barruntos cismáticos en su seno y una crisis general tan insondable como hueco negro en el Cosmos, no tiene en este momento sino dos opciones: perder y aceptar o alzarse sin esperanza contra todo y todos: elecciones, Constitución, sistema jurídico hemisférico y mundial, y suma y sigue.
En el fondo se trata de afirmar certezas. La Carta Magna dicta reglas válidas para todos los ciudadanos sin confundir justicia con venganza, y determina los derechos de mayorías y minorías. Hablamos de normas protectoras de los derechos humanos, que son, además, de aplicación necesaria si se quiere administrar válidamente un país en ruinas. De llegar limpiamente al poder, pasando o no por instancias de transición, los encargados de impulsar el cambio democrático, conscientes de su obligación de gestionar una herencia envenenada, deberán empeñarse en ganar muchas voluntades, silenciar baterías, neutralizar adversarios destemplados y propiciar confluencias nacionales. Si puede evitarlo, no empujará al otro a luchas desesperadas que, si bien nunca ganará, pueden aumentar el costo de la transición hacia la democracia, la paz y el bienestar
Hay tres direcciones mortales en la gestión madurista: 1) redoblar la represión hasta extremos criminales, pese a que a ojos vista la espiral violenta fortalece a contrapelo el ímpetu del cambio y coloca al régimen en la puerta de salida, “Hora de los Hornos”, que decía José Martí 2) burlar la consulta electoral cerrando espacios democráticos residuales, mientras intenta artificios irrisorios como el de la Constituyente, cuyas bases comiciales prorroga ad infinitum debido, seguramente, a crecientes contradicciones internas 3) el decreto con fuerza de ley Nro. 2849 –arma multiuso para legalizar las peores deformaciones del régimen– convierte a Maduro en emperador desnudo, liquida el principio de la separación de poderes, elimina de un tajo la autorización legislativa para los contratos de interés público, extiende el dominio gubernamental sobre la actividad bancaria, permite expropiar a placer, reinar sobre la agroindustria y el comercio. Del Banco Central solo quedará el mal recuerdo.
Son tres rutas hacia el acantilado. Y aunque sospechemos que pueda devolverse al visualizar el inminente peligro, su ineptitud para afrontar virajes y negociar su despedida pacífica sin más traumas que los inevitables, impedirá respirar a nuestro atormentado país y agravará hasta lo indecible la tragedia padecida por los heroicos y creativos venezolanos en este despiadado tiempo de canallas.
Este medio no se hace responsable por las opiniones emitidas por sus colaboradores