Erick Camargo
Diputado Miguel Pizarro, escribo en estos momentos con gran angustia y
pesar por la actual situación política del país. No es mi intención
vilipendiarte, juzgarte o hacer algún tipo de señalamiento mal
intencionado. Mi intención es hacer un llamado a tu conciencia, a la
coherencia que por mucho tiempo demostraste y a esa capacidad política
que te distinguió y admire por muchos años, cuando militábamos en la
misma tolda.
Siempre conversamos y discutimos sobre el triste actuar de los
políticos, y la necesidad de una renovación en los liderazgos. Fuimos
compañeros en una lucha interminable contra los mercenarios de la
política, oportunistas y aquellos viejos en cuerpos de jóvenes que
representaban la vieja y nefasta forma de hacer las cosas.
Es preocupante ver como hoy la política se lleva en forma de show, como
si fuese “Sábado Sensacional”, hemos olvidado las formas elementales y
básicas que nos hacían distintos.
Siempre recuerdo cuando repetías constantemente la frase de Jorge
Eliécer Gaitán “El cementerio de la política está lleno de
desesperados”, o me recordabas en momentos de frustración “la política
no es una carrera de velocidad, es de resistencia, no gana quien corra
más rápido”. Hoy me asombro cuando te veo junto con quienes que fueron
nuestros adversarios en la universidad, aquellos que criticamos por su
indecencia, su incoherencia, su oportunismo, y ambiciones personales; y
no tanto porque estés con ellos, si no por haber entrado en su juego y
en esa forma de hacer política que tanto tiempo criticamos.
¿Dónde está la coherencia que por años te distinguió?
Cómo es posible querido amigo que acompañes y te prestes para la
exhibición tan decadente que se observa hoy día. Me preocupa la falta de
claridad con los objetivos trazados, si es que realmente están, o la
sinceridad de estos; también es alarmante el espectáculo diario con el
supuesto “heroísmo”, rotándose el protagonismo en cada evento gracias a
una herida o acción sacrificada ante los cuerpos de seguridad.
¿Dónde quedo la habilidad política que lograba anteponer los intereses
personales propios y de otros por un bien común y metas superiores?
¿Dónde quedo al defender a los más necesitados, el ser la voz de los
enmudecidos, a llevar la política a las comunidades y darle protagonismo
a quienes han sido excluidos largo tiempo?
¿Dónde quedo el ser distintos, como fue que mi amigo se vuelve
irreconocible a quien lo conoció hace ya tanto tiempo? ¿Cómo es que se
parece tanto a quienes critico con vehemencia hasta hace unos pocos
años?
Amigo no olvide de dónde venimos, quienes fuimos, somos y seremos.
Si amigo, yo que te defendí de tantas injurias, de acusaciones; yo quien
cargo con insultos y enemistades endosadas por no ceder en mi lealtad y
amistad. Esas mismas razones son las que me motivan hoy a llamarlo a la
cordura, a que vuelva a ser aquel Miguel Pizarro que todos admirábamos
en la universidad y en las juventudes militantes.
Es hora amigo de reconocer las fallas y rectificar. De llamar a la paz y
tranquilidad, de preservar a nuestra juventud que alocadamente está
siguiendo el ejemplo incorrecto de acciones irresponsables, provocando
sufrimiento, dolor y muerte. Es hora de volver a la sana política, al
reconocimiento y a la lucha real por la democracia.
Es hora de volver a las comunidades y de examinarnos en el otro, de
despertar a la necesidad, sufrimiento y realidad de los millares que no
protestan, pero tampoco apoyan a este nefasto gobierno.
Es hora de volver a ser quienes éramos.
Erick Daniel Camargo
