Por: Carlos San
Diego
Cuentan que en un día vieron bajar a flor de agua seis cadáveres. Flotaban.
Los arrastraban las corrientes del río Orinoco. Los habitantes del puerto de
Los Dragos, estado Anzoátegui, mostraban pánico, alarma y curiosidad. No tenían
la menor idea de quienes podría tratarse. No tenían noticias de algún suceso
grave en los últimos días en la zona. Y nadie, o muy pocos se atreven a
requisar o detenerse ante un cadáver en las aguas del Orinoco. Se teme a
investigaciones sin tener nada que ver con los silentes y macabros viajeros.
El primer cadáver fue avistado alrededor de las diez de la mañana. Se
desplazaba tan igual a las caramas cuando el río crece. Antes de la media hora
se observó el siguiente. Y así sucesivamente. Relatan con asombro, que uno de
los cuerpos se quedó remansado un tanto en una media vuelta del río. Unos
pescadores se le acercaron, dijeron que estaba en avanzado estado de
descomposición, y tenía clavado un machete en el cráneo. Pasadas las
cinco de la tarde, entre claro y oscuro, los expectantes campesinos, observaron
el paso del último de los cadáveres con las luces del día.
A los campesinos no les gusta hablar de este tipo de acontecimientos.
Temen. Temen a “los piratas del Orinoco”. No se trata de los piratas de la
colonia que asaltaban a los barcos por botín de oro. Uno de los famosos por lo
despiadado de su accionar fue Sir Walter Raleigh, de quien se dice que fue
poeta, además de asaltante en el Orinoco entre 1580 y 1600, y eterno enamorado
del amor imposible de la reina Elizabeth de Inglaterra.
En nuestro tiempo el botín no es un barco cargado de oro. Ahora, el robo
consiste en la embarcación, el motor fuera de borda, trenes de pesca, las
pertenencias personales o dinero de las víctimas, de las que en su mayoría
pagan con la vida el toparse con los delincuentes de las aguas. En estas
circunstancias, las muertes son por disparos de armas de fuego.
Las franjas costeras de los estado Apure, Guárico, Anzoátegui, Bolívar y
Delta Amacuro son el área operativo de “los piratas del Orinoco”, que mantienen
a los pescadores artesanales en zozobra. Tanto, que han limitado la faena de
pesca nocturna.
Otra de las especies que se especula mucho en los pueblos ribereños es la
de que el Orinoco está convertido en un puente del narcotráfico; ni la Guardia
Nacional Bolivariana ni la Armada de Venezuela, que patrullan el río, han
podido ponerle control.
Representantes de la nación warao, reportaron al periodista Euro Torres de
Fe y Alegría Noticias, que hasta 9 incursiones diarias han sufrido los nativos
en sus pequeñas embarcaciones por parte de “los piratas del Orinoco”. También
denuncian que en oportunidades, cuando la Guardia Nacional Bolivariana,
recupera sus bienes robados, es una ardua tarea recuperarlos. En algunos casos
no aparecen. Por lo que alegan que son doblemente asaltados, por los piratas
del río y por los militares.
Pero no sólo la muerte de manera directa está presente al navegar por el
Orinoco. También se hace presente la tortura, como lo dijo el mismo periodista
Torres de Noticias Fe y Alegría, citando testimonios de indígenas warao.
Ahora los ataques de los piratas van acompañados de tortura a las víctimas. Les
cortas parte de las orejas”. Quizás a manera de amedrentamiento. Lo cierto es
que el Orinoco lo han convertido en un paraíso del delito y la impunidad. La
muerte navega a flor de agua.