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22 marzo, 2017

Síndrome de la gran Venezuela


Gustavo Márquez Marín / Ultimas Noticias
Una diferencia sustantiva entre la V y la IV República es que la Constitución bolivariana consagra la participación protagónica del pueblo a través del ejercicio de la democracia directa y su caracterización como poder constituyente originario, sin menoscabo de su facultad de delegar en sus representantes el ejercicio del poder público constituido. Esta se ejerce a través de la contraloría social, los referendos consultivos, revocatorios y abrogatorios según lo pauta la Carta Magma.

Ese protagonismo será real en la medida en que las ciudadanas y ciudadanos organizados tengan el “poder” de hacer seguimiento a la gestión pública a través del acceso directo a la información sobre su desempeño. No es suficiente hacerlo a través de los medios de comunicación, porque éstos están sujetos a la censura y autocensura, a la manipulación y al sesgo particular que le imprimen los intereses económicos y políticos de quienes los manejan.
La falta de transparencia de la actual administración pública se opone radicalmente a la construcción de un verdadero poder popular, libre de tutelajes burocráticos, con capacidad de asumir su papel de fuerza impulsora de la transformación social. Es así, porque inviabiliza la democracia participativa y protagónica, facilitando el amparo del burocratismo, el clientelismo, la corrupción, las ineficiencias y la reproducción del Estado burgués al servicio de las viejas y nuevas oligarquías cazadoras de renta, parasitarias del petroestado venezolano. Maquillar o suspender la publicación de los indicadores socioeconómicos para intentar invisiblizar las vivencias de un pueblo agobiado por las penurias y el acoso de la inseguridad, la escasez, la hiperinflación, la crisis de la salud y la desnutrición, es pretender tapar el sol con un dedo.
Explicar la crisis solo como consecuencia de la “guerra económica” es una hipérbole surrealista con la que se pretende eludir el reconocimiento autocrítico de que su dramático desenlace ha sido provocado por políticas públicas contaminadas con el “síndrome de la gran Venezuela” y el espejismo del “socialismo petrolero”, que al igual que en tiempos de la Cuarta, partieron de la disponibilidad de un ingreso petrolero perenne, creciente y autosuficiente, estimulando la fuga de capitales, el endeudamiento externo masivo y la economía de puertos.