Amauri Chamorro
Después
de años de acusaciones en contra de los ex presidentes Lula y Dilma, y
el señalamiento al Partido dos Trabalhadores (PT) como el partido
creador de la corrupción en la Petrobras, sucedió lo imaginable: la
máxima autoridad de la Fiscalía brasileña presentó formalmente las
denuncias en contra de toda la alta cúpula de la derecha del país.
Fueron denunciados 5 ministros de Temer, los presidentes de la Cámara de
Diputados y del Senado, 4 senadores del partido de Temer y 1 del
Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB). Adicionalmente, la
denuncia se extendió a más de 211 personas que no tienen foro
privilegiado. Se le cayó la historia de las portadas a la prensa privada
y a grandes segmentos de la sociedad brasilera, que sustentaban
agresivamente que la única salida para erradicar la corrupción era
destituir a Dilma y encarcelar a Lula.
Lo
que ambos presidentes hicieron fue profundizar las investigaciones,
exponiendo peligrosamente las estructuras de la centenaria corrupción
que nace y coexiste en las entrañas de la poderosísima élite brasileña,
llevando a prisión a importantes ministros y líderes del PT. A partir de
la apertura de esa caja de pandora iniciada por el PT en Brasil, la
derecha continental tuvo que reaccionar de forma inmediata, posicionando
mediáticamente la responsabilidad de la corrupción en las décadas
progresistas. De esa manera, la izquierda cargaría el impacto de lo que
estaba por descubrirse. El mérito de la voluntad política de cortar en
carne propia la corrupción, se transformaba en un pecado capital.
El
discurso construido por los partidos de derecha y ampliamente
promocionado por las empresas de comunicación blindaron hasta la
presente fecha a los aliados políticos que aún no habían sido acusados
formalmente. En el caso de Brasil, el presidente golpista Michel Temer
fue nombrado 43 veces por los corruptores de Odebrecht, acusado de
recibir 3 millones de dólares en efectivo. El ex candidato presidencial
por el PSDB y socio de la Red Globo, Aécio Neves, ha sido nombrado
incontables veces por casi todos los delatores. Eduardo Cunha, ex
presidente del Congreso, responsable por operar el golpe contra Dilma,
fue citado 35 veces. Cunha está preso pormanejar de manera ilegal más de
150 millones de dólares en sus cuentas en Suiza, montos que no pudo
justificar.
La
corrupción denunciada en la Lava-Jato existe comprobadamente hace más
de 30 años. De la misma forma en que todos los políticos de la derecha
acusados en esta nueva etapa de investigación fueron parte activa de los
gobiernos de José Sarney, Fernando Collor, Itamar Franco y Fernando
Henrique Cardoso. Todos anteriores a Lula y Dilma.
Es
importante tener en cuenta que laLava-Jato permitió iniciar la
privatización de Petrobras y los más de 1 trillón de dólares en reservas
petroleras brasileñas que el neoliberalismo de Cardoso no logró
cumplir. En lo político, el manejo jurídico-mediático del caso creó las
condiciones para liquidar al PT, única fuerza capaz de frenar el asalto
al patrimonio del pueblo brasileño. En el ámbito de la opinión pública
se instalaron matrices para que el pueblo se convenciera que solo la
privatización de la sexta empresa más grande del mundo, sanaría el
cáncer llamado corrupción.
Posteriormente
a los trágicos 8 años de gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el PT
estatizó las reservas y destinó el 75% de todos los royalties para el
desarrollo educacional y científico de Brasil. Esta decisión amenazaba
directamente la hegemonía norteamericana y europea en ciertos sectores
estratégicos. Brasil es competidor directo en la industria de la
construcción civil, naval, aeroespacial, militar, agroindustrial,
inclusive en el enriquecimiento de uranio, siendo productor de su propia
tecnología. Todo a disposición de un gobierno que trabajó intensamente
por la integración de América Latina, África y Asia. Lula se transformó
en un gran e incómodo problema comercial y geopolítico para la expansión
hegemónica de los EE.UU y Europa en esas regiones.
¿Y
de qué acusan a Lula en la Lava-Jato? De que supuestamente tiene un
departamento de manera ilegal en una playa de São Paulo, pese a que ese
mismo inmueble es de propiedadde una señora que garantiza que Lula jamás
ha estado ahí. A su vez, Fernando Henrique Cardoso, el ex Presidente
neoliberal, es propietario de dos departamentos, uno en la Avenida Foch
en París, y otro en la Trump Tower en Nueva York, ambos incompatibles
con sus ingresos de profesor universitario y ex Presidente de la
República. Este caso fue denunciado hace algunos años y reconfirmado por
su ex compañera sentimental en 2016, indicando inclusive los nombres de
los testaferros utilizados por Fernando. Ni el Ministerio Público
Federal, ni la Suprema Corte, mucho menos la Policía Federal lo han
incomodado por ello. Al final, Cardoso es parte de la élite blanca
paulista, letrado, profesor de la prestigiosa Facultad de Sociología de
la Universidad de São Paulo.
Por
el contrario, Lula es semi analfabeto, según él mismo lo dice, y el que
más universidades ha construido en Brasil. Nacido en la región de
población afro descendiente más miserable, comió carne por primera vez a
los 13 años cuando llegó a São Paulo en busca de una vida mejor. Ha
recibido cerca de 30 honoris causa por ser un referente mundial en la
lucha contra la pobreza y el hambre. Mientras en el gobierno de Cardoso
diariamente 300 niños morían de hambre, Lula erradicó la pobreza extrema
de Brasil sacando a 27 millones de personas de ese flagelo.
El
caso Lava-Jato es muy complejo y no puede ser comprendido solo desde el
ángulo legal; toca las profundidades de la estructura política creada
por las élites criollas esclavistas que subsisten hasta hoy en forma de
bancos, latifundios, monopolios mediáticos y evasores de impuestos. Esas
mismas que vendieron el futuro de sus naciones para garantizar sus
privilegios y mantener bajo el látigo a los que han decidido alzar su
voz. Siempre fue evidente que esa élite criolla jamás aceptó llamar como
Señor Presidente a alguien de la “gentuza”. Que dirá exponer a la luz
de la opinión pública el origen de sus privilegios mal habidos.