Algo divertido ocurrió cuando prohibí las tabletas en mi casa
entre semana y limité su uso durante los fines de semana. Mis hijos, de 4
y 6 años, se volvieron menos gruñones. También pusieron más contentos,
más receptivos y participativos en juegos imaginarios. Redescubrieron
sus juguetes. Fuera de la casa, se volvieron menos pedigüeños y más
autodisciplinados.
El viernes pasado, la Academia Estadounidense
de Pediatría validó mi experimento al recomendar que los niños menores
de 18 meses no pasen tiempo frente a una pantalla y aquellos de entre 2 y
5 años lo limiten a una hora al día, la mitad de su recomendación
anterior. El grupo recomendó que esa hora sea de “programación de alta
calidad” que los padres vean junto con sus hijos.
La academia no
fija límites para niños más mayores, pero sugiere restringir el tiempo
de pantalla antes de dormir y cuando entra en conflicto con actividades
saludables.
La
mayoría de los padres no ha estado escuchando. Los dispositivos móviles
—tabletas, smartphones y otros— en las manos de los niños son un gran
negocio. El tiempo que pasan en aplicaciones de la categoría de
“familiar” en la tienda Google Play se duplicó en el último año, según
la firma de investigación App Annie.
Los niños de entre 2 y 11
años ven un promedio de 4 horas y media al día de programación grabada. Y
más de 50% de las cuentas de Netflix Inc. a nivel mundial consumen alguna forma de contenido para niños, según una vocera.
Hemos
estado realizando un experimento social con nuestros niños desde la
llegada del smartphone hace una década y de la tableta un poco más
tarde. Muchas investigaciones vinculan un excesivo consumo de televisión
de los niños con efectos negativos como la obesidad y trastornos de
atención. No obstante, hay pocos estudios que examinan el uso de
tabletas y smarphones por parte de los más pequeños.
Tales
investigaciones están “en su infancia”, dice Dimitri Christakis,
director del Centro de Salud, Comportamiento y Desarrollo del Niño del
Hospital de Niños de Seattle y coautor de las directrices de la Academia
Estadounidense de Pediatría. Sin embargo, lo que sabemos sobre los
efectos de las pantallas en los niños pequeños depende de lo que estemos
viendo y cómo son usadas.
Para aquellos que, como yo, recurren a
menudo a las pantallas para distraer a los niños el tiempo suficiente
para preparar la cena o vestir a sus hermanos, la noticia no es buena:
al igual que con la televisión, un consumo demasiado pasivo es
perjudicial. Para hacer que ese tiempo sea más enriquecedor, recomienda
Christakis, un adulto debería mirar y colaborar con el niño. Los
expertos llaman esto “atención conjunta estructurada”.
“Los
medios pasivos reducen esas oportunidades de atención conjunta”, dice
Christakis. Cada hora de programación de entretenimiento que ve un niño
al día en los primeros tres años de su vida aumenta en 10% sus
probabilidades de tener problemas de atención en la escuela a los 7
años, según la investigación de Christakis.
El cálculo, sin
embargo, cambia cuando el contenido es educativo, explica Christakis. El
actor LeVar Burton, quien fue presidente ejecutivo de la serie infantil
“Reading Rainbow”, lanzó el año pasado una aplicación para niños basada
en tabletas llamada Skybrary para aprovechar esto. “Siempre digo que
todos los medios son educativos. La pregunta es: ¿qué estamos
enseñando?”, dice Burton.
A
medida que los niños crecen, la situación se complica, en especial
porque el contenido se vuelve más interactivo. Las investigaciones
sugieren que el tiempo de pantalla, especialmente con videojuegos, con
frecuencia interfiere con el sueño, lo que conduce a problemas en la
escuela y un peor desempeño en las pruebas de memoria.
Sin
embargo, ¿es “Minecraft”, un videojuego social que premia a jugadores
por construcciones y resolver problemas, peor que jugar con Legos? Esa
es la pregunta de Paul Bettner, padre de tres niños menores de 9 años,
cocreador del exitoso juego móvil “Words With Friends” y fundador de
Playful Corp.
“He visto en mi propia vida y mis hijos que hay una
gran interacción social, una gran coordinación ojo-mano, mucha
narración y participación en la narración, mucho aprendizaje y
desarrollo de aptitudes cuando los niños juegan videojuegos solos o
juntos”, dice Bettner. Cuenta que fija un límite de dos o tres horas al
día para sus hijos y los alienta a jugar videojuegos en lugar de ver
programas de televisión.
La cuestión, pareciera, tiene que ver
menos con la cantidad de tiempo que pasan frente a la pantalla y más con
lo que los niños hacen con ella. Un estudio entre niños de primer grado
que usaron una aplicación llamada “Bedtime Math” para practicar
matemáticas antes de ir a dormir halló que obtuvieron una ventaja
promedio de tres meses sobre sus compañeros durante un año escolar.
Limitar
el tiempo de pantalla de los niños también requiere sacrificios por
parte de sus padres, dice Teresa Belton, investigadora de la Universidad
de Anglia Oriental, de Inglaterra, quien examina la importancia del
aburrimiento para el desarrollo de la imaginación y la creatividad.
“Modelar un buen comportamiento para los niños es muy importante”,
afirma. “Si los padres quieren limitar el tiempo de pantalla de sus
hijos, entonces tienen que limitar también el propio”.
Evitar las
redes sociales y el e-mail en mi teléfono ciertamente me ha llevado a
estar más disponible para mis hijos, y ha ayudado a moldear su
comportamiento. Vi cómo las pantallas afectaron las vidas de mis hijos, y
tuve que pensar en cómo reintroducir las pantallas. Me sigo
sorprendiendo por lo que aprendo de este ejercicio, y si usted tiene
niños pequeños, quizás también se sorprenda.
“Una de las cosas
más preocupantes que veo como pediatra es que un niño reciba una vacuna y
le den un iPad o un iPhone para tratar de confortarlo después”, dice
Christakis. “A menudo funciona, pero creo que lo que está siendo
desplazado allí, lo que necesitan, es un abrazo, no un iPhone”.