Monte Gerizim (Cisjordania), 25 oct (EFE).- Con un pie en Palestina y otro en Israel, la comunidad samaritana, araboparlante y emparentada con el judaísmo, trata de superar su extinción con la apertura a matrimonios mixtos y se afana por mantener su ancestral comunidad.
El Monte Gerizim, en la Cisjordania ocupada,
significa literalmente "Monte partido en dos" y está situado entre el
asentamiento colono de Har Beraja y la ciudad palestina de Nablus, donde los
samaritanos fijan su epicentro sagrado en lugar de Jerusalén, como hacen los
judíos.
Esta escisión le hace diferir en 5.000
referencias textuales de la Torá, aunque sus relatos y ordenanzas son
similares: un sólo Dios, la centralidad de Moisés y los Diez Mandamientos.
"Hace 3.000 años, éramos tres millones de
samaritanos pero en 1967 sólo quedábamos 146. Con la llegada de mujeres
extranjeras nos hemos recuperado y ya somos 785", repartidos entre el
Monte Gerizim y la localidad israelí de Holón, al sur de Tel Aviv, detalla
Husney W. Cohen, director del Museo samaritano y hermano del Gran Sacerdote,
Abdallah Wasef.
Cohen es autor de diez libros sobre la historia
de los samaritanos e insiste en que son el "origen" y la religión
"más genuina como hijos de Israel".
Al borde de su extinción, el Gran Sacerdote de
este grupo con estrictas tradiciones aprobó en 2002 el casamiento de su hijo
con una foránea. Esto abrió la puerta a la llegada de futuras esposas desde
Ucrania y Turquía, en la que llegó a mediar una empresa de contactos en
Internet y que terminó con su estricta endogamia a lo largo de los siglos.
"Pero sólo se acepta la conversión de las
mujeres", aclara Ghalia Cohen, guía del Museo que documenta el pasado de
esta comunidad marcada por una dura persecución desde las masacres bizantinas
hasta sucesivas conversiones al islam y al cristianismo.
La endogamia además había generado graves
problemas genéticos que estaba reduciendo su capacidad de reproducción.
En la cima del monte, en la villa de Kiryat Luza,
se refugió este menguante grupo religioso escapando de la violencia de la
Primera Intifada en 1987, aunque, como explica Ghalia Cohen, mantienen sus
vínculos con su localidad histórica de procedencia, Nablus.
"Allí estudiamos, tenemos casas y una
sinagoga y mantenemos la relación con los vecinos, porque somos también parte
de Palestina. Yo me siento de ambas identidades, tanto de la israelí como de la
palestina y no tengo intención de irme a vivir a ningún otro sitio",
confiesa Ghalia.
Los otros 400 miembros se concentran en la ciudad
israelí de Holón, al sur de Tel Aviv, donde se asentaron por una emigración
económica a principios del siglo XX, según Husney.
"Algunos se marcharon a Yafa (puerto
marítimo que hoy pertenece a Tel Aviv), tuvieron suerte y prosperaron allí.
Ahora tenemos tanto documento de identidad palestino como israelí y también
pasaporte jordano", asegura sobre el apoyo que reciben de los tres
gobiernos.
Con oraciones recitadas en hebreo arcaico, los
samaritanos lavan sus manos, boca, nariz, orejas y pies antes de rezar
postrados en el suelo. "Es similar al ritual musulmán, porque es probable
que influyera en las posteriores religiones", reivindica Husney, por su
ascendencia.