Por Julia Goldenberg
PAGINA 12 - ARGENTINA
Valter Pomar es doctor en historia
económica, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal de
ABC (SP, Brasil) y fue secretario de Cultura, Deportes y Turismo en la ciudad
de San Pablo. Entre 1997 y 2013 formó parte de la Comisión Ejecutiva Nacional
del PT donde estuvo a cargo de la Secretaría de Relaciones Internacionales del
partido y de la Secretaría Ejecutiva del Foro de San Pablo. De cara a las
elecciones presidenciales de 2018 con Lula liderando las encuestas, Pomar
analiza las internas y el futuro del PT luego del impeachment y la derrota de
la elecciones municipales.
–Algunos analistas señalan que la
destitución de Dilma fue en parte posible porque las bases del PT se
encontraban desmovilizadas. ¿Considera que esto es así?
–No estoy de acuerdo con estos
analistas. De hecho, las bases del PT hicieron un enorme esfuerzo para revertir
la situación. El ejemplo de esto fueron las movilizaciones multitudinarias en
las calles de todas las ciudades de Brasil, hechas con un frente único
conformado por el PT y otras fuerzas de la izquierda política y social, así
como por demócratas sin partido. Claro, siempre se puede decir que era posible y
necesario haber hecho más y con esto estoy de acuerdo. Pero la pregunta debería
entonces ser la siguiente: ¿Por qué no se hizo más? ¿Por qué no fue posible
hacer más? Y la respuesta tiene que ver con decisiones que no fueron tomadas
por la militancia. Si usted compara la votación que tuvimos en la segunda
vuelta presidencial de 2010 con la votación que tuvimos en la segunda vuelta
presidencial de 2014, queda claro que tuvimos una reducción sustancial en
nuestro apoyo electoral, lo que resulta a su vez es una reducción de nuestro
apoyo social. ¿Cuál es la razón? Por un lado, los ataques de la derecha
partidaria, de la derecha social, del oligopolio mediático, así como el
sabotaje del gran capital y de sectores del aparato estatal. Pero ¿Por qué
estos ataques tuvieron éxito creciente? Porque, nuestro gobierno hizo bien
algunas cosas y dejó de hacer otras, y esto llevó a perder parcelas importantes
de apoyo popular. Entre las acciones desacertadas del gobierno, yo destaco la
política económica. Como resultado de las acciones de la oposición y de
nuestros errores, casi perdemos las elecciones presidenciales de 2014. Frente a
esto, la presidenta reaccionó con una inflexión conservadora en la política
económica y nombrando a un empleado de la banca para el Ministerio de Hacienda.
Los efectos políticos y los efectos económicos de esto nos hicieron perder aún
más apoyo popular. Además, esta inclinación conservadora fue recibida por la
derecha como una confirmación de que ellos tenían razón. No ganamos ningún
apoyo en la derecha y perdimos mucho apoyo que teníamos de la izquierda. Lo
increíble es que la presidenta mantuvo esta política económica hasta el día 31
de agosto de 2016. O sea, todo lo que hacíamos para intentar detener el
impeachment era en buena parte inútil, porque mientras tanto la política
económica erosionaba nuestras bases sociales. Entonces, en mi opinión es más
preciso decir que el impeachment fue en parte posible porque la política
económica desmovilizó a las bases sociales y electorales del gobierno, del PT y
de toda la izquierda. Una pregunta que aún debe ser respondida es por qué
razones la presidenta hizo esto. Dicho de otro modo, ¿Cuáles son las razones
estratégicas que explican las opciones que adoptó?. Otra pregunta que debe ser
respondida es ¿Cómo el Partido, en especial su dirección, reaccionó frente a
esto? Y por último, ¿Por qué un sector del gobierno y del partido tardó tanto
en percibir, reaccionar y denunciar que había un golpe en marcha?
–¿Cómo puede recuperar el PT la
confianza de esas bases?
–Esto será un proceso largo, que
dependerá en parte de factores objetivos, en parte del accionar de la derecha y
también de nuestra capacidad de hacer un balance autocrítico, de realizar
cambios en nuestra política y en nuestra labor cotidiana. Los factores
objetivos tienen que ver con la situación internacional, tanto como con la
crisis económica como con la evolución de la situación político-militar en el
mundo. Tienen que ver, también, con la situación económica nacional. En estos
dos terrenos, creo que la tendencia es de un creciente deterioro. No habrá
estabilidad y por lo tanto será difícil para la derecha mantener una hegemonía
basada en un mejora de la situación de vida. Por el contrario, la tendencia es
de un empeoramiento de la situación de vida de la clase trabajadora.
–Entonces, ¿cuáles son los planes
económicos de la derecha?
–Dicho de forma simplificada, ellos
tienen tres objetivos. En primer lugar, pretenden reubicar a Brasil en la
escena internacional, sometiéndonos una vez más a los intereses de EEUU y de
sus aliados. El segundo objetivo consiste en reducir de manera brutal el
salario real de las capas trabajadoras. Esto implica cambiar los capítulos
sociales de la Constitución brasileña y cambiar la legislación laboral
nacional. El tercero, se orienta a reducir las libertades democráticas, para
que no se repita lo que hubo entre 2003 y 2016. No quieren más gobiernos de
izquierda y para esto hay diversas fórmulas que están siendo consideradas y
adoptadas por ellos, desde la clausura del PT y la prisión de Lula, hasta la
adopción del parlamentarismo y del voto facultativo, pasando por una
criminalización de la protesta social. Estas opciones de la derecha tienen por
lo menos tres grandes implicaciones políticas. Por una parte, la actual hegemonía
de la derecha sobre las capas populares es de tipo negativo, por falta de
opciones. De lo que se deduce que necesitarán desviar la atención, por ejemplo
con una prolongada “caza de brujas”. Además, crecerán las contradicciones entre
las distintas capas de la derecha, pues su política económica y social provoca
daños objetivos para algunos sectores de ellos mismos. Por último, si ellos
tienen éxito en destruir o debilitar aún más profundamente la izquierda
actualmente existente en Brasil, la protesta social no va a detenerse o
reducirse, sino todo lo contrario. Lo que va a pasar es que no habrá
conductores que organicen e institucionalicen la protesta. Cada cual puede
suponer lo que sucede entonces.
Nosotros no tenemos injerencia sobre
la situación objetiva, ni tampoco sobre el accionar de la derecha. Pero
tenemos, espero, influencia sobre nosotros. Por eso, a mi juicio lo principal
es hacer un balance autocrítico y cambios en nuestra política y en nuestra
labor cotidiana. Si logramos esto, y si lo hacemos rápidamente, el PT
recuperará el apoyo popular. No será fácil, pero volveremos.
–¿En qué consistiría esta
autocrítica?
–En este ámbito del balance
autocrítico, hay en mi opinión un elemento clave: reconocer que desde 1995
hasta 2016, el Partido viene sustentando una estrategia basada en una falsa
creencia, la creencia de que sería posible, de manera constante y sostenible,
ampliar el bienestar del pueblo, ensanchar las libertades democráticas, fortalecer
la soberanía nacional, consolidar la integración regional, aumentar el
crecimiento y el desarrollo, y al mismo tiempo conciliar con las capas
dominantes. Aún hoy se escuchan personas de izquierda perplejas frente a la
actitud de los grandes capitales, que supuestamente “no comprenden” que sus
beneficios pueden crecer mucho si los salarios crecen. En lo personal, no me
propongo dar clases de economía política a la gran burguesía. Ella sabe muy
bien lo que le conviene. Y esto queda totalmente claro cuando miramos a Europa
y a EEUU. Incluso allá, en países que –a diferencia de América Latina– tienen a
su disposición el imperialismo, el capitalismo ha demostrado suficientes veces
su incompatibilidad estructural con la democracia y con el bienestar. Los capitalistas
pueden ser obligados, pero nunca van a aceptar políticas de igualdad y
democracia por buena voluntad.
–¿Qué consideraciones tiene sobre el
accionar de la justicia hacia los ex funcionarios del PT?
–El juez Moro es un fanático e
intelectualmente un simplón y por esto mismo está cumpliendo un papel
fundamental en este proceso de cerco y aniquilamiento que ellos intentan llevar
adelante contra el PT y la izquierda. La cuestión de fondo es muy simple: si la
corrupción es sistémica, ¿Por qué hay un sólo partido sistemáticamente
golpeado? ¿Por qué las mismas acusaciones son tratadas de formas diferenciales,
dependiendo del partido? Además, lo irónico es que los gobiernos de Lula y
Dilma no crearon ningún obstáculo para las investigaciones contra la corrupción.
Por el contrario, fortalecieron y dieron total autonomía para los aparatos del
Estado vinculados al combate contra la corrupción. En suma, estos aparatos del
Estado actuaron como aparatos de Estado, o sea, en defensa del status quo. Por
eso considero que actúan para destruir al PT, porque el problema real de ellos
nunca fue y nunca será la corrupción. Si la corrupción fuera un problema real
para el capitalismo en general, o para los capitalistas en Brasil, la hubiesen
develado. El problema para ellos es la izquierda. Otra cuestión es lo que
nosotros hicimos o dejamos de hacer, que facilitó el trabajo de Moro y de sus
seguidores. Sobre esto, mi opinión es que bajamos la guardia, bajamos mucho la
guardia.
–¿Cuál es la estrategia de la
derecha en este sentido?
–La estrategia de la derecha
consiste en mantener el poder a como dé lugar. Acá en Brasil ellos
efectivamente nunca lo perdieron y pocas veces se sintieron realmente
amenazados. Pero son un poco histéricos y reaccionan a un gobierno “mejorista”,
como si estuvieran frente a un gobierno jacobino o bolchevique. Claro, hay
varias derechas en Brasil, así como hay varias izquierdas, pero hoy hay una
hegemonía, en torno de una línea que en lo fundamental consiste en impedir que
pueda volver a existir un gobierno encabezado por el PT. Para esto, como ya
dije, ellos consideran muchas posibilidades, entre las cuales está la apuesta
por el parlamentarismo. En Brasil es más fácil elegir un presidente de
izquierda antes que un parlamento de centro-izquierda. El problema es que la
política económica y social que ellos están adoptando, en este escenario
internacional en el que estamos, va a producir un empeoramiento muy sensible en
la situación social. Pero además, si ellos cierran la ventana institucional
para la izquierda, esto significa que la insatisfacción social va a explotar de
otras maneras. Lo que a su vez tiende a conducirlos a un carril mucho más duro.
–¿Cuál es la perspectiva política
para el PT tras la derrota en las elecciones municipales?
–Sufrimos una dura derrota. La
derecha aprovechó esta derrota tanto para intentar “legitimar” el impeachment,
como para acelerar las medidas de su programa, sea contra el marco petrolífero,
contra los derechos sociales, o lo que fuera. Así, el problema fundamental para
el PT es combinar tres acciones: internamente, hacer un balance de la derrota
estratégica que sufrimos, derrota que incluye pero no se limita a lo que pasó
en las elecciones municipales; tácticamente, participar de la resistencia
contra la ofensiva neoliberal, tarea para la cual será fundamental el accionar
del denominado Frente Brasil Popular; y estratégicamente, como ya expliqué,
nuestro objetivo es cambiar de línea. Por el resto, es importante tener claro
que la derrota no fue solamente del PT, fue de toda la izquierda. Por eso, no
hay cómo eludir nuestras responsabilidades como partido. El PT debe evaluar lo
que pasó y cambiar su accionar, sino pasará mucho tiempo hasta que surja otra
izquierda capaz de remendar nuestros errores. De manera general las elecciones
municipales tuvieron como signo la derrota de la izquierda, en particular del
PT; y una victoria de la derecha, en particular del PSDB. Este resultado no es
sorpresivo, estaba claro que iba a pasar algo así. Lo que tal vez no estaba tan
claro era el tamaño de la derrota. Porque nosotros tenemos el mal hábito de no
extraer las debidas consecuencias de los análisis que realizamos y siempre hay
quienes creen en milagros.
–Hay quienes dicen que la dirección
del PT debe renunciar.
–Desde 2013, no soy más titular de
la Dirección Nacional del PT. Soy un suplente y desde entonces no participé más
de ninguna reunión de la Dirección Nacional. Por supuesto, entiendo la posición
de los que piden la renuncia de la actual dirección, así como comprendo la
resistencia opuesta. Lo principal, en mi opinión, es comprender que no basta
con cambiar a las personas que están a cargo de la Dirección del Partido. Lo
principal es cambiar la línea política, la estrategia y el programa. En ese
sentido, la política de alianzas es el funcionamiento del Partido,
especialmente sus relaciones con la clase trabajadora y la organización
democrática cotidiana de las bases partidarias, la política de formación y de
comunicación. Lo que considero es que la actual dirección no fue capaz y no
será capaz de enfrentar los retos de la coyuntura. Pero si se mantiene la
actual estrategia, nadie sería capaz. Por esto, defiendo la realización urgente
de un Congreso del PT, un Congreso que sea plenipotenciario y que pueda incluso
elegir una nueva dirección. Lamentablemente, el grupo que hoy es mayoritario en
la Dirección Nacional del Partido no ve esto de la misma manera. Se resisten a
una renovación de la línea y de los dirigentes. Retrasan la decisión de
convocar un Congreso partidario y quieren hacer algo, a mi juicio desastroso,
que es primero elegir una nueva Dirección y después debatir cuál será la línea
política. Yo espero que se constituya una nueva mayoría en el PT y que esta
nueva mayoría sea la expresión de otra estrategia política. Si no pasa esto, la
supervivencia del PT sigue amenazada. La buena noticia es que, en las bases, el
Partido sigue teniendo muchas fuerzas vivas, mucha gente dispuesta para la
lucha y con la claridad de que es estratégico defender el Partido de los
Trabajadores, tanto contra sus enemigos externos, como contra los
“bienintencionados de la tendencia liquidacioncita”, para usar un término de
otros tiempos.
–Lula sigue liderando las encuestas
para las elecciones presidenciales de 2018, ¿Considera que, dada la campaña mediático-judicial
en su contra, Lula sigue siendo el mejor candidato de la izquierda?
–Sí, en mi opinión es el mejor. La
derecha busca destruir a Lula y nosotros tenemos que defenderlo. Incluso en la
peor situación, la disputa presidencial de 2018 es un escenario fundamental
para defender nuestro proyecto, nuestro partido y al mismo Lula. Ocurre que,
como apuntan las encuestas a las que usted hizo referencia, Lula tiene la
posibilidad de polarizar la disputa e incluso de ir a la segunda vuelta,
situación en la que podríamos recuperar la presidencia. Es por eso que la
derecha busca destruir a Lula, desmoralizarlo, condenarlo y incluso
encarcelarlo. Para mi está claro que ellos no consideran la posibilidad de una
pelea limpia y justa. Para la derecha, como en otra época de la historia de
Brasil, no existe la posibilidad de que Lula dispute; si disputa, no puede
vencer; si vence, no puede tomar posesión; si toma posesión, no puede gobernar.
Pero nosotros debemos seguir impulsando la candidatura de Lula. En fin, el
mejor escenario para nosotros es tener a Lula como candidato a la presidencia
de la República en 2018.
–¿Cuál es la estrategia del PT y qué
alianzas consideran importantes de cara a esas elecciones?
–Una preliminar: debemos ponernos de
acuerdo entre nosotros dentro del PT y dentro de la izquierda brasileña sobre
lo que entendemos por el término “estrategia”. Yo lo comprendo en el sentido
clásico, o sea, la estrategia refiere a la guerra, mientras que la táctica a
una batalla. Las elecciones de 2018 no son la guerra. Son una batalla. La
“guerra” es la lucha por el poder y esto va mucho más allá de la disputa
presidencial. Tener el poder supone la capacidad de manejar los poderes
fácticos, tener hegemonía económica, sobre los medios de comunicación, los aparatos
de Estado y de seguridad y en los distintos niveles ejecutivos y legislativos.
Tener el poder supone además, pero sobre todo, tener un alto nivel de cultura
política, movilización y organización autónoma de clase trabajadora. Uno de los
desafíos del futuro Congreso del PT es adoptar una estrategia que tenga en mira
el poder en este sentido amplio, no solamente en el sentido de elegir un
gobierno. En consecuencia, hay que construir alianzas estratégicas y
diferenciarlas de las alianzas tácticas, electorales y no cometer errores como
fue poner a Michel Temer en la vicepresidencia. Específicamente sobre 2018,
debemos buscar una alianza política y social de izquierda, a partir de la cual
podemos ampliar para sectores democráticos y progresistas. Pero lo fundamental
es construir un bloque sólido de izquierda, que contenga por ejemplo al PT, al
PCdoB y también al PSOL.