Por Josefina L. Martínez
Historiadora
La Izquierda Diario
El Partido Socialista Obrero Español, que de “socialista” y “obrero” no tiene nada, afronta su mayor encrucijada desde 1979, cuando en un Congreso histórico la dirección logró imponer el abandono de toda referencia al marxismo, movimiento preparatorio para los años “dorados” en el poder como gestores del capitalismo
Historiadora
La Izquierda Diario
El Partido Socialista Obrero Español, que de “socialista” y “obrero” no tiene nada, afronta su mayor encrucijada desde 1979, cuando en un Congreso histórico la dirección logró imponer el abandono de toda referencia al marxismo, movimiento preparatorio para los años “dorados” en el poder como gestores del capitalismo
español.
El artífice de aquel “giro” era el joven Felipe González, entonces
con chaqueta de cuero y discursos de tribuna. El mismo que casi 40 años
después, desde los despachos de los barones socialistas y las editoriales de El
País, urde el “golpe de mano” para cortar la cabeza de Pedro Sánchez.
histórico del PSOE como sostén del bipartidismo español, un
rol que ya de por sí estaba muy degradado.
En estos días se define el futuro del PSOE, con la posibilidad
de grandes rupturas, o, de mínima, el desencanto en cascada de gran parte de
sus votantes que, según algunas encuestas, se inclinaban en un 70% por no
apoyar un gobierno del PP.
Demás está decir que Sánchez no representa un proyecto político,
social y económico muy diferente en lo sustancial, pero intentaba preservar al
PSOE como "oposición" para evitar el hundimiento, de su partido y de sí
mismo.
La crisis de los socialistas españoles agrava la hecatombe de
la socialdemocracia europea, y se explica con ella.
El éxito del socioliberalismo en el poder preparó su ruina
La “edad de oro” de la socialdemocracia en el poder alcanzó
su cenit desde (nes de los ‘70 y durante los ‘80, llegando a sus máximos electorales en Europa a
mediados de los ‘90. Pero, paradójicamente, fueron estos años
“exitosos” de los partidos socialdemócratas en el poder los que forjaron su
crisis actual.
Durante este período se produjo el giro neoliberal y su conversión
en “socioliberalismo”, subordinados al capital financiero en el marco de la
consolidación de las reglas del juego de la Unión Europea.
Felipe González fue un pionero en esta cruzada con desregulación
de la economía y un proceso de “reconversión industrial” que dejó un tendal de
cientos de miles de despidos. Los sucesivos gobiernos del bipartidismo PP-PSOE
profundizaron esa línea.
Aunque el caso paradigmático que marcó la época fue la “Tercera
vía” de Tony Blair. En palabras del intelectual anglo pakistaní Tarik Ali, el
laborismo se transformó en un “thatcherismo por otros medios”. Ahondó las
políticas neoliberales, en una sociedad marcada la derrota de la huelga minera
y el aplastamiento de los sindicatos.
Siguieron los recortes al gasto público, impuestos regresivos,
desregulación sistemática y beneficios sin igual para la “City” de Londres. El
nuevo laborismo de
Blair fue también el partido de la guerra de Irak y la OTAN,
aliado clave de Estados Unidos.
En Alemania esta política fue encabezada por el canciller Schroeder
del SPD: con su “Agenda 2010” se modificaron leyes laborales para permitir la
expansión de los trabajos parciales y precarios, uno de los “secretos” del
“milagro alemán” de las últimas décadas. Junto con el aumento de las
exportaciones alemanas y la utilización de mano de obra barata en el Este, este
éxito permitió la estabilidad
del gobierno de Merkel.
Aún de cuentas, los socialdemócratas de la “tercera vía” fueron
la vía más eficaz para el neoliberalismo, desarmando o enfrentando a los
sindicatos y a su propia
base social, mientras fortalecían a una burocracia sindical adicta
que cosechó –y sigue cosechando- las migajas del pastel.
Crisis económica y crisis política
La crisis económica capitalista abierta en 2008 ha
acelerado, como un líquido revelador, esa crisis profunda de la
socialdemocracia europea.
El hundimiento del PASOK en Grecia tuvo tal magnitud que el
término ‘pasokización’ se transformó en la definición de todos los miedos para
la socialdemocracia.
Especialmente en el sur de Europa, donde la crisis golpeó de
forma más directa y con mayor impacto social. En España, Grecia y Portugal, la
crisis de la socialdemocracia
abrió espacio a la irrupción de alternativas políticas reformistas
a su izquierda, como Podemos, el Bloco o Syriza.
En este último caso, sin embargo, la voracidad de la crisis se
“comió” no solo al PASOK, sino que logró la asimilación de Syriza como un
partido socialdemócrata más en tiempo récord. Un partido que asumió el poder
con un discurso a favor de un “gobierno de izquierda”, para convertirse en un eficiente
aplicador de los recortes y
ajustes contra el pueblo griego que exige la Troika.
En el otro polo, el territorio de la estabilidad germana,
los gobiernos de “gran coalición” ubicaron al SPD en un papel estratégico de
gobierno en común con los conservadores de Ángela Merkel, responsables de
apretar la soga en favor de las políticas “austeritarias” para el resto de Europa.
Las últimas elecciones regionales en Berlín, aunque mantuvieron a la
socialdemocracia como el partido más votado, mostraron sin embargo que su caída
sostenida de los últimos años no se detiene.
Entre estos dos extremos, transcurren múltiples expresiones
de la crisis. Está el caso de Austria: allí los socialdemócratas también
gobiernan en gran coalición con los conservadores, pero las últimas elecciones
fueron un golpe potente, ya que ninguno de los dos partidos tradicionales logró
pasar a la segunda vuelta, donde emergió un candidato de la extrema derecha
frente a un candidato independiente ligado a los verdes.
En el Reino Unido, en una situación política marcada por la
polarización y el brexit, la crisis del laborismo se manifestó de manera
completamente distinta. La emergencia del “fenómeno Corbyn” y la afiliación
masiva de miles de jóvenes para apoyar su candidatura, ahondó las divisiones
internas del partido entre su ala más conservadora ligada al grupo
parlamentario y la nueva dirección del partido, apoyada por la base juvenil y
de los sindicatos. No hubo hundimiento como en Grecia, ni la emergencia de un
Podemos a su izquierda como en España: lo que se produjo fue una “podemización”
del laborismo desde su interior, aumentando la tensión interna que aún no está
resuelta.
Por último, la situación del Partido Socialista en Francia
es significativa. El gobierno ha enfrentado un movimiento de protesta profundo
contra la reforma laboral, uno de los más largos y persistentes de los últimos
años. En este marco, la caída sin fin de la popularidad de Hollande, expresa la
ruptura de la base social tradicional del PS con ese partido. Un proceso que
avanza sin que haya emergido hasta el momento una alternativa política importante
por izquierda que pueda capitalizarlo. En
cambio, se mantiene el ascenso de la extrema derecha del
Frente Nacional, que seguramente disputará con Sarkozy las presidenciales, en
un giro a la derecha del
escenario político por arriba.
En toda Europa podemos ver las consecuencias de la crisis de
la socialdemocracia -y también de los conservadores- con la emergencia de
nuevos fenómenos políticos por derecha y por izquierda. Aunque estos últimos,
como ya se ha mostrado en Grecia, Portugal y España, buscan clonar los modelos
de la socialdemocracia para ganar a su electorado, asimilando su discurso y su
programa.
La crisis del PSOE, que en estos días se ha precipitado hasta
poner al partido al borde del abismo, es expresión de estos movimientos
profundos, la desafección entre sectores de masas con sus antiguos representantes
y el descontento social con las políticas austeritarias de los últimos años.
Las consecuencias de esta crisis todavía están por verse, pero está claro que serán
profunda.