Con Marruecos no se cumple eso de "al hijo de tu vecino límpiale las narices y métele en tu casa". Al norte de Ceuta nadie conoce el nombre del primer ministro marroquí. Sabemos con más precisión qué guardan los venezolanos en la nevera que cuántos marroquíes tienen nevera. Si los 140 McDonalds del país latino sufren escasez de pan con sésamo que si el bolsillo de nuestros vecinos del sur puede permitirse entrar en los 40 McDonalds del país. Y, sin embargo, dice el INE que por cada venezolano que reside en España (54.000) se cuentan catorce marroquíes (750.000).
Allí lejos, en Marruecos, el señor
del castillo es Mohamed VI, el Lord Commander de la Guardia de la
Noche de la hermandad de Europa que mantiene a raya a los salvajes. Un rey
megarrico al que se atribuye la quinta fortuna de África. Su control sobre los
medios de producción, la prensa y las fuerzas de seguridad teatralizan el
parlamentarismo del país y, sin apenas oposición, ha construido un imperio
financiero a la altura de los tiempos, a imagen y semejanza de los jeques de
Arabia.
Como en aquella península, la renta del
país ha crecido bastante en la última década, incluso las mujeres han ganado en
libertades -no corren esa suerte las comunidades LGTB y la saharaui-, pero en
general el grueso de la población sigue sometida por la pobreza, el machismo,
la religión, la suciedad plástica y un nivel educativo intencionalmente bajo.
Mohamed VI (53 años en agosto) se sonríe
a granel cada vez que llaman magnate a Donald Trump y con conmiseración magnánima
cuando se mezcla con las familias reales europeas, a las que de vez en cuando
invita a alguno de sus palacios para que recuerden lo que es reinar.
Desde que subió al trono hace hoy 17 años,
ha levantado una fortuna personal de unos 5.700 millones de dólares -calcula
Forbes- rematada por una fabulosa colección de automóviles y otra de
inmuebles. Hoy más que nunca, en la corona se confunden todos los poderes, del
político al económico, del judicial al militar.
SIGER, la empresa del rey
Durante décadas, la economía marroquí
estuvo dominada por multinacionales francesas y anglosajonas. El negocio de la
corona se concentraba entonces en el sector agroalimentario y la distribución.
Entre los dominios del rey es famosa Les Domaines Agricoles, la
primera agroganadera del país, productora de carnes, lácteos, cítricos y
cereales, que explota 12.000 hectáreas y un lujoso campo de golf.
Pero tres lustros de fino trabajo
financiero han provocado el salto patrimonial de Siger (regis, leído al
revés, que significa 'del rey' en latín), la matriz patrimonial de la dinastía
alauita, que comanda su mano derecha,Mounir Majidi, y cuyo
principal activo es la mayoría accionarial (en torno al 60%) del grupo privado Sociedad
Nacional de Inversiones (SNI).
La mutación definitiva para Siger llegó
en 2010, cuando SNI se fusionó con el otro gran consorcio privado del país, ONA
(Omnium Nord Africain), un hólding financiero con intereses en banca, seguros, minas,
construcción, plásticos, transporte, energía...) por el que hoy pasa el
30% de la riqueza del país. En 2014, SNI movió un negocio de 3.000
millones de euros, generando un beneficio de 300 millones.
Con la operación SIN-ONA, Mohamed VI pasó
de socio local de multinacionales a punta de lanza de la expansión empresarial
marroquí por África. De conglomerado a fondo de inversión dentro y fuera del país.
De la mano, por ejemplo, de la cementera Lafargue-Holcim, SNI tiene previsto comprar compañías del ramo
en el África subsahariana. Y junto a Engie, la nueva Suez, hace lo propio con
el sector energético.
Y así, el rey hace equilibrios entre sus
intereses económicos y su rol político. "No vendamos sueños, el mundo árabe
no está unido, así que no a la cumbre árabe", dijo en febrero para desligarse de la organización de la reunión
de la Liga Árabe. El negocio está en África. En sus minas y
sus contratas, de la mano de eurpeos y chinos. Quizá por eso, hace dos semanas anunció que volvía, 32 años después, a la Unión
Africana (UA).
Rey en el paraíso
Mohamed VI ni renuncia a sus lujos ni
los esconde. Los 12 palacios principales, los prolongados viajes al extranjero,
la colección de coches de lujo -se dice que 600 vehículos-... Siger también es
dueño de un vasto imperio inmobiliario, sector donde es socio
de los jeques de Dubai. En Betz, un pequeño pueblo al norte de París, la
familia compró hace cuatro décadas un palacio que ocupa la misma superficie que
el resto del término municipal.
Hace años sí se sabe que ocultó parte de
su dinero en efectivo. Su secretario personal ha aparecido en los Papeles de Panamá. A
través de sociedades afincadas en las Islas Vírgenes Británicas, Majidi gestionó
la compra del velero Al Boughaz y un hotel en
París por
valor de 36 millones de euros.
Además, según destapó Le Monde, el
rey alauita figura en la lista Falcianide clientes del HSBC,
entidad que le guardaba en Suiza 7,9 millones de euros. Calderilla para
emergencias, aunque bien sabe su majestad que sus súbditos están muy lejos de
darle un susto. No es primavera en Marrakesh.