Opinión
Por Erick Nepomuceno
Página 12 - Argentina
Vence el plazo legal y estatutario para que Dilma Rousseff presente su defensa formal a la Comisión Especial de la Cámara de Diputados que examina el pedido de instauración de su juicio político. Y a partir de la presentación de la defensa de la mandataria empieza a correr el plazo final para que el encargado de preparar el informe termine su tarea y ponga el resultado al escrutinio de los integrantes de la Comisión Especial.
Algunos
detalles merecen atención, en esa burda farsa golpista travestida de
colores institucionales y, peor, constitucionales. De haber un mínimo de
lisura y decencia de parte de los señores diputados, otro sería el
escenario.
Para
empezar, de los 65 integrantes de la Comisión Especial, 31 son
investigados, o están directamente imputados, por la Justicia. Van a
dictaminar sobre el futuro de una presidenta que llegó donde está
gracias al voto soberano y popular de 54 millones de brasileños. Ella no
está imputada, siquiera investigada. Dice la Constitución brasileña que
cuando el presidente comete crimen de responsabilidad, cabe su
destitución por el Congreso. Dilma Rousseff no cometió ningún crimen. De
los 65 que la juzgarán en esa primera etapa, hay indicios concretos (en
algunos casos, pruebas) de que 31 sí, cometieron delitos o crímenes.
El
conductor de todo el proceso se llama Eduardo Cunha, y preside la Cámara
de Diputados. Además de un sinfín de acusaciones que enfrenta en la
Justicia, ese señor es reo –nada menos que reo– en un juicio que corre
en el Supremo Tribunal Federal. Gatuno contumaz y compulsivo, ya anuncia
sus artimañas para liquidar a la presidenta: piensa reunir a la
Comisión Especial (la de los 31 sospechosos o acusados) el domingo 17 de
abril. Con eso contaría con manifestaciones multitudinarias para
presionar a los parlamentarios, empujadas por los ardientes vientos del
aparato mediático golpista. Todas las brechas del regimiento interno
serán transformadas en artimañas y trampas por Eduardo Cunha, cuya
obsesión febril no es salvar el propio pellejo: es, antes, liquidar al
gobierno de Dilma Rousseff.
Con eso,
su correligionario Michel Temer, vicepresidente, asumiría la plaza
vacante, y quizá frene las investigaciones que sofocan a Cunha y sus
muchos cómplices.
A partir de hoy, y en varios frentes de batalla, la guerra será durísima y los combates disputarán cada centímetro de terreno.
El PMDB,
que hasta la semana pasada era, en teoría, el principal aliado del
gobierno, promovió una ruptura ruidosa cuyos resultados, sin embargo,
parecen menos espectaculares que los que estaban en los cálculos de
Temer y su bando. Para empezar, la ruptura no se dio en la dimensión
esperada: varios ministros del PMDB no movieron un alfiler para alejarse
de sus puestos. Temer, que preside el PMDB, no es ningún cacique en ese
partido de caciques. Apenas obtuvo 90 mil votos para elegirse diputado
nacional por San Pablo, y lo elevaron a vicepresidente de la Nación por
los dos mandatos de Dilma mucho más por ser figura contemporizadora,
casi decorativa, que poderosa e influyente.
Los
caciques más poderosos recriminan la manera como se dio la ruptura con
el gobierno. Algunos, como José Sarney y Jader Barbalho, siguen aliados a
Dilma. Y Renan Calheiros, presidente del Senado y del Congreso, dijo
con todas las letras que la iniciativa capitaneada por Temer y su bando
“no ha sido ni oportuna, ni inteligente”.
Con el
sello de “traidor” estampado en su imagen, Michel Temer no oculta sus
movimientos tratando de armar lo que sería su “gabinete de notables”
caso efectivamente llegue a presidente. Por ahora, sin mucho éxito.
El
gobierno, mientras, sale aceleradamente a la caza de parlamentarios
indecisos, de partidos insignificantes. La expresión “sale a la caza”
podría muy bien ser sustituida por “sale a la compra”: se ofrecen
puestos, presupuestos y cargos y recargos a cambio de una supuesta
fidelidad.
Movimientos sociales
contrarios al golpe institucional se movilizan: esta semana habrá una
secuencia de actos públicos, con la presencia de trabajadores, artistas,
intelectuales.
Ya los
movimientos políticos favorables al golpe se movilizan con mucho más
fuerza, pues cuentan con al menos tres impulsos importantes para seguir
adelante. Primero, la totalidad de los grandes medios hegemónicos de
comunicación, que alardean sus anuncios y convocatorias como si fuesen
la voluntad mayoritaria del pueblo.
Segundo:
el pleno respaldo de la totalidad de las grandes federaciones y
confederaciones patronales, que gastan mares comprando espacio
publicitario en la prensa aullando un “fuera Dilma” sumado a un “basta
ya”. Y, tercero: cuentan con fuentes generosas de recursos, cuyos
orígenes y volumen se niegan terminantemente a revelar.
Esta será,
pues, una semana decisiva. La primera de las muchas, muchísimas semanas
que parecen comprimirse en un abril de vértigo.
* No esta en el texto original, agregado por ETP.