ENTREVISTA A PABLO-IGNACIO DALMASES
LA “DESAPARICIÓN” DEL PRIMER LÍDER NACIONALISTA
SAHARAUI -BASIRI- TRAS SU DETENCIÓN EN 1970 es uno de los muchos episodios
que recoge el interesante testimonio del veterano periodista Pablo-Ignacio
Dalmases sobre los últimos años de la presencia española en el Sáhara en
su último libro, Huracán sobre el Sáhara,pues
estuvo allí como periodista.
El
autor -que ha sido Jefe del Gabinete de Prensa de RTVE y de los Servicios
Informativos de Radiocadena en Cataluña y ha trabajado 33 años en RNE- explica
en él su experiencia como director de Radio Sáhara y del diario La
Realidad de El Aaiún; la contradictoria política española en el lugar;
la oposición militar a abandonarlo o la emergencia del nacionalismo
saharui. En este aspecto, vuelve sobre un tema apenas conocido: la
“desaparición” del citado líder nacionalista. Todo ello hace que la lectura
de la obra sea más que recomendable y le agradecemos que haya accedido a ser
entrevistado para este blog.(...)
Usted
alude a un “crimen de Estado” cometido en el Sáhara español en 1970. ¿Cuál fue
este homicidio?
El
17 de junio de 1970 el Gobierno General del Sáhara convocó una manifestación de
adhesión a la política del gobierno de Madrid en la Plaza de España de El
Aaiún. Para entonces se había ido fraguando un incipiente movimiento
nacionalista pacífico en torno a la figura de Basiri, un saharaui que había estudiado en
Egipto y Marruecos y que residía desde hacía algún tiempo en la ciudad de
Smara. Este grupo aprovechó la oportunidad para organizar una manifestación
paralela en el barrio periférico de Casas de Piedra o Zemla. Cuando el Gobierno
tuvo conocimiento de ello intentó convencer a los participantes en esta
manifestación ilegal a que se sumaran a la oficial –el Gobernador José María
Pérez de Lema fue incluso personalmente a dialogar con ellos- pero sin
resultado. Entonces se ordenó su disolución por la fuerza con intervención de
la Legión, a consecuencia de lo cual hubo varios muertos y numerosos heridos.
La
represión fue amplia y muchos implicados resultaron detenidos, aunque a la
mayoría de ellos se le fue poniendo en libertad con el tiempo. No fue éste el
caso de Basiri quien, aún sin haber participado personalmente en tales hechos
–a los que propongo, recordando su analogía los movimientos emancipadores
hispanoamericanos, denominar el “grito de Zemla”-, fue considerado su
responsable moral y “desaparecido” al poco tiempo. De ahí que su muerte merezca
ser calificada como un “crimen de Estado” que nadie todavía ha considerado
oportuno aclarar y que rompió la hasta entonces armónica convivencia entre
españoles y saharauis. Dicho de otra manera y en las palabras que Talleyrand
aplicó a la muerte del duque de Enghien ordenada por Napoleón
en 1804, al decir que su
asesinato “fue peor que un crimen, fue un error”.
Al
exponer el importante papel de los militares allí, alude a un “búnquer de
arena”. ¿Qué quiere decir con ello?
Situémonos
en el contexto histórico del tardofraquismo, con un ejército muy concienciado
por el régimen como garante de la unidad nacional y de la integridad
territorial de España. Ello hacía que la mentalidad de la mayor parte de la
oficialidad fuese muy reticente a la nueva política emprendida -tras el
magnicidio del presidente Luís Carrero Blanco- por el gobierno de Carlos
Arias Navarro, dispuesto a iniciar un proceso que condujese al Sáhara desde su
ficticia consideración de “provincia” a entidad autónoma primero y a partir de
ahí, a un proceso de autodeterminación e independencia.
Esta
política inteligente y de futuro, que se encargó a un nuevo equipo en el
Gobierno General, cuyo máximo exponente fue el Secretario General,Luis Rodríguez de Viguri, sufrió el sistemático torpedeamiento de los grupos
locales de presión militar, que intentaron cortocuitarla influyendo sobre el
propio Gobernador, el pusilánime y poco perspicaz Federico Gómez de Salazar. Es a ese grupo muy endogámico y ajeno a la sociedad
saharaui, escasamente sensible a la realidad que le rodeaba y de cortas miras,
pero muy influyente, al que denomino el “búnquer de arena”.
Señala que los centros falangistas eran viveros de
nacionalismo saharui. ¿Por qué?
Es
curioso comprobar que en la numerosa bibliografía surgida en torno al
franquismo nadie haya estudiado aún la influencia que tuvieron algunas
instituciones del Movimiento en la creación de una conciencia política y social
que, partiendo de presupuestos formalmente falangistas, fructificó y evolucionó
luego, según el talante de cada cual, en itinerarios ideológicos muy dispares,
pero en los que subyacía siempre un talante social y progresista. Me refiero,
muy principalmente, al Frente de Juventudes y a la Sección Femenina, que no fue
en absoluto la organización anacrónica y regresiva que se ha querido pintar
luego.
La
actuación de ambas instituciones en el Sáhara fue un revulsivo que despertó la
conciencia política de jóvenes de uno y otro sexo de tal modo que, cuando llegó
el fermento nacionalista, lo recibieron con naturalidad y con la peculiaridad,
eso sí, de que su naciente independentismo no era necesariamente antiespañol,
sino de alguna forma heredero de la propia formación recibida. Como me dijo una
alumna saharaui de la Sección Femenina en los momentos más álgidos de
exaltación independentista “cuando el Sáhara sea independiente nadie gritará
contra España, pero todos seguiremos hablando y pensando en
español”.
Un
dato sorprendente para el lector y que define aquella sociedad, era la
presencia de esclavos. ¿Ésta era importante?
La
esclavitud era una institución ancestral y tradicional no sólo en el Sáhara
español, sino en toda esta zona del continente africano. Hay que decir que su expresión
práctica tenía peculiaridades propias, que vinculaban al esclavo a la familia
propietaria con un tipo de relación muy especial, acaso menos ofensiva que en
otras latitudes y momentos históricos. La política española fue la del
avestruz: formalmente estaba prohibida, pero en la práctica se ignoraba
deliberadamente, acaso porque algunos de los mayores propietarios de esclavos
eran ciertas personalidades autóctonas con cargos importantes en la
“provincia”. Un dato curioso es que cuando se elaboró el famoso censo para el
referéndum, que ha sido luego utilizado por la ONU, hubo que “inventar” una
categoría censal para este colectivo y al final se le encuadró dentro de un
grupo denominado “parientes pobres”. En 1974 creo recordar que se cuantificaron
alrededor de 3.000.
¿Qué
falló en la descolonización española de aquella provincia española desde 1958
para desembocar en la situación actual?
Muchas
cosas. En el período comprendido entre la provincialización de 1958 y el inicio
del proceso de autonomía en 1973 hubo por de pronto una incomprensible
dicotomía entre la política colonial realizada en el exterior y la interior. La
primera, auspiciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, aceptaba en las
Naciones Unidas la condición de nuestras provincias africanas como territorios
no autónomos y la subsiguiente aplicación en ellos de la Declaración de 1960
sobre concesión de independencia a los países pueblos coloniales. La
segunda estaba en manos de Presidencia, responsable de la administración de dichas
“provincias”, y apostaba por la continuidad indefinida de España, sobre todo en
el Sáhara. Hubo que esperar a la muerte de Carrero para que esta absurda
contradicción cambiase de signo y se unificase en la única política posible.
Pero
entonces se movieron otros hilos y grupos de presión (Alto Estado Mayor, grupos
de intereses económicos, etc.) dispuestos a impedir a toda costa que la
voluntad oficial de proceder a la descolonización del territorio como
consecuencia de un proceso de autodeterminación abortase en favor de una
solución favorable a los interese anexionistas manifestados reiteradamente por
Marruecos. El apoyo de Estados Unidos y Francia a Rabat y la enfermedad
terminal de Franco, que parece no era en absoluto partidario de ceder ante
Marruecos –según el testimonio de Jaime de Piniés-, hicieron posible la “marcha
verde” y el vergonzoso abandono español, con
dejación de nuestras responsabilidades históricas, de nuestro compromiso
jurídico con la ONU y de nuestra deuda moral con el pueblo saharaui.
Aquella
“espantada” no sirvió para nada y el Sáhara sigue siendo, 35 años después, un
problema inconcluso que está dolorosamente presente en la esfera internacional
y continúa pesando como una losa en las relaciones entre España y Marruecos. (
Tomado del blog de Xavier Casals)