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08 febrero, 2016

El laberinto del Partido Popular de España


María Dolores de Cospedal, este domingo en un acto de NNGG del PP


Nadie hoy en el Ibex da un duro por la continuidad de Rajoy
Todo se va a poner en cuestión, desde el liderazgo a la posición ideológica


Hay poca gente en el PP que vea a Rajoy como próximo presidente del Gobierno. Las opiniones, más bien, se dividen entre los que creen que finalmente Sánchez logrará un acuerdo con Podemos y los independentistas (descartan el pacto con Ciudadanos porque, aseguran, el PP votaría en contra) y los que piensan que el líder del PSOE fracasará y habrá que ir a nuevas elecciones. En este segundo grupo hay todavía un minúsculo reducto que cree que Rajoy podría remontar, pero la mayoría apuesta porque no habrá cambios sustanciales sobre el 20-D.(...)

La encuesta del CIS, realizada el pasado mes de enero, antes del estallido del enésimo escándalo en Valencia y de la incomprensible actitud del presidente en funciones respecto a la investidura, demuestra que el único partido que sacaría réditos ostensibles de unas nuevas elecciones sería Podemos, que superaría al PSOE.
El sondeo está hecho sin tener en cuenta que la formación de Pablo Iglesias irá a las urnas casi con toda seguridad de la mano de Izquierda Unida, que obtuvo cerca de un millón de votos el 20-D. Es decir, que si los resultados fueran los mismos que entonces, la coalición populista de izquierdas tendría más de 6,3 millones de votos. A poco que caiga el PP y que Podemos siga engordando nos podríamos encontrar que el partido ganador en las probables elecciones de junio sería el encabezado por Iglesias. Como mal menor, sería el segundo, muy cerca del PP.
Ese es el escenario que más teme Bruselas y el establishment español. Esa posibilidad es la que paraliza las inversiones extranjeras y tiene congelados algunos importantes proyectos empresariales.
No hay más que hablar con uno de los magnates del Ibex para percibir el miedo en sus rostros. Tan es así que durante la última semana se han producido intensos movimientos tendentes a asegurar la opción de un Gobierno PSOE /Ciudadanos. Un ex ministro de Rajoy ha recibido dos peticiones de ayuda provenientes de ese círculo de poder económico para que utilizara sus influencias ante Rajoy y ante el partido y el PP se abstenga en la votación de investidura, si Sánchez alcanza un acuerdo con Ciudadanos.
Nadie hoy en el Ibex da un duro por la continuidad de Rajoy. Alguno ha manifestado abiertamente en una nutrida cena que «el mejor servicio que podría hacer a España el presidente es marcharse».
Los líderes del PP lo saben. Algunos barones, como Nuñez Feijóo, han sido muy críticos con Rajoy por no haber acudido a la investidura, aunque nunca en público, siempre en privado.
«Lo que sí hay en el PP es un consenso de que nadie relevante va a pedirle al presidente que se vaya», afirma un miembro de la dirección con despacho en Génova. «Pero todos somos conscientes de que, si no logra gobernar, deberá dar un paso atrás en el próximo Congreso. No creo que Rajoy sea un obstáculo para la renovación que necesita el partido», añade la misma fuente.
Un peso pesado del PP, ahora alejado del poder, asegura: «La cuestión ahora es darle una salida justa a Rajoy».
Aunque todos los interlocutores consultados coinciden en que no hay movimientos de cara al próximo Congreso -«los puentes sólo se cruzan cuando llegamos a la orilla del río», dice una persona próxima al presidente-, todos son conscientes de que el PP se encuentra ante un final de etapa, un momento con ciertas similitudes a la conocida como refundación de Aznar.
Durante los últimos años, el PP se ha convertido en un aparato de poder, un poderoso aparato en el que el liderazgo no ha estado en cuestión. Tras el Congreso de Valencia, Rajoy no ha tenido apenas oposición interna. Tan sólo unas salidas de tono de Aznar y las tradicionales andanadas de Esperanza Aguirre.
Pero ahora, en el transcurso de unos meses, todo se va a poner en cuestión. Desde el liderazgo al posicionamiento ideológico.
Si el PP no hace una limpieza a fondo, si los cambios son de chapa y pintura (expresión afortunada de José Luis Ayllón), corre el peligro de convertirse en una fuerza irrelevante. Alejado de los jóvenes -un alto cargo me confesaba que dos de sus hijos, votantes del PP se pasaron a Ciudadanos el 20-D- y con dos de sus banderas, la regeneración y la unidad de España, en manos de Albert Rivera, el partido conservador nunca antes había tenido que hacer frente a un reto tan trascendental.
El PP debe decidir si se perfila como un tradicional partido de derechas, recuperando, por ejemplo campañas como las del rechazo a la ley del aborto; o bien intenta recuperar el terreno perdido en el centro a manos de Ciudadanos.
Y al mismo tiempo tiene que ponerle cara a ese renovado PP. Soraya Sáenz de Santamaría es seguro que estará en la línea de salida. Representa al marianismo y a una visión más bien tecnocrática. Cuenta con sólidos apoyos en el Grupo Parlamentario, pero escaso poder en el partido, donde reina su irreconciliable antagonista, María Dolores de Cospedal. Pablo Casado, por su parte, tiene detrás al ex presidente Aznar y a un gran número de dirigentes que creen que hay que apostar por una cara joven, sin relación con los viejos capitanes del partido, pero, a la vez, reconocible ideológicamente.
Sea quien sea el candidato a sustituir a Rajoy, debe ser un miembro del Grupo Parlamentario, ya que deberá ejercer, si no se produce un milagro, como portavoz del principal partido de la oposición. Eso descarta a barones como Feijóo o Cifuentes. Cuando se habla de consenso, las miradas se dirigen a Alfonso Alonso.
Pero, en efecto, todavía queda mucho para llegar al río. Ahora toca esperar a ver si el PP se atreve a votar en contra de un Gobierno de coalición PSOE /Ciudadanos, con el riesgo de que ese rechazo nos lleve a un escenario protagonizado por Podemos.