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29 diciembre, 2015

¿Anti política?


Manuel Barreto Hernaiz
“La primera muestra de una auténtica vocación política lo es, en todo tiempo, el que un hombre renuncie desde el principio a exigir aquello que es inalcanzable para él...”
  Stephen Zweig


Idiota (De Idiotés) entre los griegos, era quien sólo se ocupaba de sus asuntos privados. Podía ser muy rico, habilidoso, astuto y preparado, pero no pasaba de ser un idiota consumado, si dedicándose sólo al negocio (la negación del ocio) no dedicaba, entre sus ocupaciones y motivaciones, un espacio para pensar en lo gregario, en lo colectivo. Aquello que es esencial al hombre, lo que constituye su primera definición, fue dada por Aristóteles como la de Zoom Politkon, a  saber, el animal político. Toda sociedad requiere un gobierno que unifique, que comprenda lo diverso que son los caracteres, las opiniones y los intereses. De no existir quien unifique esa diversidad, la vida social, en lugar a contribuir a la perfección del ciudadano, la llevaría a su destrucción. Así las cosas, nadie pone en duda que ésta es la hora de los partidos; que son esas las únicas organizaciones llamadas a convencer a la ciudadanía acerca de los pasos necesarios para el rescate de nuestro país; son los llamados a despertar aquellas ideologías que se fueron diluyendo a través de los procesos electorales, a los que hemos concurrido sin programas alternativos. Pareciera que vivimos la política como espectáculo, tal como lo anuncia el sociólogo Baudrillard y tal como lo han demostrado -a punta de micrófono e insanas declaraciones - quienes a ella se dedican.
La función principal de la política es desde cierto punto organizar a los unos por otros; pero la política es más que eso, es la tendencia a ser dominante, y generar poder; pero, nos guste o no, es imposible pensar un país sin políticos. Y nos guste o no, será imprescindible construir y apoyar organizaciones políticas saludables, que convoquen y convenzan mediante sus militantes y sus propuestas, y sobre todo que no dependan de los caprichos de un hombre, sino de la solidez de sus principios. Organizaciones que replanteen un rediseño de país cónsono con el siglo XXI, con las debidas estrategias para solucionar esos problemas puntuales que están acabando con nuestro país. Ninguna fuerza política, sea partido o movimiento electoral, así como tampoco líder alguno están en condiciones de pretender gobernar  desde cero y por sí solos. No debe hacerse tabla rasa de tantas voluntades que tienen tanto que aportar en la nueva conformación de la conducción de nuestro carajeado país. Ahora es cuando se requiere de su comprobada tenacidad, son tiempos cruciales para los cuales se hace menester el concurso de todas estas personas, tanto de su compromiso cívico, su capital relacional, como de su trayectoria y formación política. Seguros estamos de que hay lugar para nuevos liderazgos que asuman su condición de políticos preparados para los cambios que requiere la Nación; para dirigentes que muestren su aptitud para generar consensos amplios y factibles; que no necesiten denostar a los partidos políticos para ponerse efectivamente al frente de los cambios que el país anhela. Por doquier la incertidumbre o el reclamo que coloca la culpa y la solución en los otros; aquí y allá se aprecia falta de coherencia entre lo que se proclama y lo que se hace; por un lado, el grito de una ciudadanía que ha adquirido los derechos sin asumir las responsabilidades de su vida democrática, y desplazado las razones por las emociones, tal vez y se hace menester reconocerlo, agobiada por la frustración de los errores acumulados por la conducción del juego político. Y por el otro, allí están los partidos, ensartados en la sempiterna discusión de quién irá en tal o cual posición... Y es tal su terquedad, el cúmulo de sus ambiciones personales y el cinismo que les caracteriza, que cuando se les reclama por la unidad, por la reconsideración de decisiones que alejen la posibilidad del logro para el país como un todo más que para su partido, cuando les imploramos que no es el momento de agrandar fracturas, que es el momento de la grandeza política, del esfuerzo mancomunado, de dejar los egoísmos personalistas, como un insulto provocador, nos tildan de necios anti políticos, lo que nos obliga a  reiterar que  aclarar cualquier duda, criticar a la clase dirigente no es ser anti político. Es un acto político que perfectamente puede provenir -como suele serlo- de gente políticamente comprometida.