¿Qué cosa peor puede pasar
en Venezuela? La llamada revolución bolivariana sus cancerberos la han
convertido en un estropicio, no necesariamente impremeditado. La
prepotencia, la estulticia, la incuria y la carencia de un talante
democrático de quienes se aferran a las riendas del poder, han
convertido la herencia del comandante eterno, en algo hueco, vacío de
contenido social, pero repleto de atropellos de todo tipo contra los
ciudadanos que, no tienen un arma distinta a la del voto, a la hora de
cobrar los agravios, las vesánicas humillaciones y el olímpico desprecio
por todo lo que signifique progreso, bienestar y paz. Eso lo saben los
capitostes civiles y militares de la encumbrada casta gobernante. Se
piensan superiores y, por ende, no sujetos a ningún tipo de juicio ni
control democráticos de la gente, pero se equivocan…(...)
Un veredicto muy, pero muy importante,
está a la vuelta de la esquina. A escasos días, que puede significar un
punto de inflexión definitivo, que signifique un cambio de rumbo. De
allí, el nerviosismo en las filas de quienes disfrutan del festín que
desgarra y empobrece aceleradamente la nación. Recientemente un
prestigioso periódico extranjero, reseñaba que al bolívar (otrora moneda
fuerte) ya no lo querían ni los delincuentes. Señal inequívoca de cuán
cerca estamos del precipicio. El país, literalmente se cae a pedazos, no
ya en cámara lenta, sino aceleradamente, mientras, se mantiene
artificialmente una burbuja de riquezas, excesos, reiterada violación a
los derechas humanos, como si nada estuviera ocurriendo. Tal como los
viajeros del Titanic que se deleitaban a rabiar, al tiempo que el
trasatlántico más grande y seguro del mundo hacía aguas; es decir, se
hundía sin que la mayoría de los pasajeros se percatara de la tragedia
en ciernes.
Pues bien, aún cuando ese funesto pasaje
ha sido manoseado hasta la saciedad, en esta oportunidad, sirve para
ilustrar lo que sucede en suelo patrio. Las mayorías nacionales sufren a
más no poder los rigores de una pésima gestión de gobierno, caricatura
de un futuro que pudo ser y no fue. Los venezolanos merecemos, sin lugar
a dudas, un mejor destino.
A sabiendas de la inminente derrota de
diciembre, no escatiman esfuerzos, recursos (los pocos que quedan),
trapisondas y todo tipo de triquiñuelas ilegales para sacar a flote
antes de que se hunda, definitivamente, el Titanic bolivariano. Todavía,
pretenden sacar provecho de las glorias pasadas. Siempre me viene a la
mente aquella frase de José Saramago, relativa a las personas que
quieren seguir viviendo de lo que fueron, sin percatarse de ya no son.
Dentro del chavismo hay deserciones importantes del pueblo llano que se
siente burlado y abandonado. Pues bien, esa es la desgracia de una
revolución bolivariana, devenida en mueca, en rictus amargo, que no es
ni revolución, y, mucho menos bolivariana. El 6 de diciembre se caerán,
para bien o para mal, las máscaras. Ganará la democracia o la ceguera de
unos pocos acabará con la parodia de democracia que fuimos durante 16
años…
Freddy Lepage – @Freddy_Lepage