El nuevo líder laborista británico buscará convertirse en una alternativa real de gobierno
El congreso anual laborista, que empezó ayer, es uno de los eventos más importantes del calendario político británico. Allí se definirá la agenda programática del partido opositor. Corbyn dará mañana su primer discurso como flamante líder.
El nuevo referente del laborismo ocupa un lugar mediático tan central como el de Cameron.
Por Marcelo Justo
Página/12
El congreso puede mostrar a un partido unido detrás del nuevo
líder o sumergido en una guerra civil interna. Un mensaje de mail
enviado este viernes a todos los que lo apoyaron señala que Corbyn no se
apartará de su lema (“straight talking, honest politics”; decir la
verdad y ser honesto) y de las políticas que enunció durante su campaña,
algunas de las cuales son particularmente conflictivas, como la
eliminación del sistema nuclear Trident. Página/12 analiza cuatro retos
que deberá superar Corbyn para convertirse en una alternativa real de
poder.(...)
Su propio partido
Corbyn se convirtió en líder del partido con más del 50 por ciento
de los votos de los tres grupos participantes: los afiliados, los
“adherentes” y los sindicatos. La victoria fue aplastante, pero el apoyo
que tiene entre los 232 diputados electos el 7 de mayo es irrisorio:
sólo 20 lo respaldan. Por el momento, Corbyn logró sobrellevar este
déficit apoyado en el fuerte mandato de las elecciones internas.
Contrario a lo que se había rumoreado antes de la elección y a los
vaticinios pesimistas de la prensa conservadora (es decir, de casi toda
la prensa), Corbyn logró formar un gabinete en la sombra (que replica el
gabinete en el gobierno), representativo tanto de la izquierda como del
centro y, más sorprendente aún, del blairismo. Pero ha sido a un doble
precio. Algunos pesos pesado del partido declinaron formar parte de su
gabinete porque las diferencias programáticas eran demasiado grandes
mientras que entre muchos de los que aceptaron el cargo, muy pronto
quedaron en claro posiciones antagónicas en torno a temas clave como
defensa y la Unión Europea, expresadas abiertamente por el canciller en
la sombra Hilary Benn, un centrista, y el blairista de Justicia, Lord
Charles Falconer.
Entre los más rabiosamente blairistas se perfila una alianza non
sancta con los medios conservadores para socavar la autoridad de Corbyn y
llevar a una aplastante derrota en las elecciones de mayo próximo
(alcalde de Londres, municipales y Parlamento escocés) que permita
defenestrarlo con el argumento de que no es “elegible”. Los blairistas
se librarían de su izquierda, pero los medios tienen un objetivo más
ambicioso: aniquilar al laborismo en su conjunto, sea izquierda o
blairista.
Los medios
La virulencia de los medios contra Corbyn en estas primeras dos
semanas de liderazgo no respetó siquiera esas convenciones a la que son
tan afectos los ingleses de dar un “breathing space” (tiempo para
asentarse) a los recién elegidos. El mismo día en que fue elegido
comenzó el bombardeo. Desde que no se abrochó el botón de la corbata en
un acto oficial y no asistió a un partido de rugby de Inglaterra hasta
que no había cantado el “God save the Queen”, abundaron las
trivialidades convertidas en titulares estilo catástrofe. Pero el propio
laborismo ha presentado flancos vulnerables. Las divisiones entre
corbynistas y blairistas en torno a temas tan sustanciales como la
economía de mercado, la reforma del sistema de bienestar social o el
sistema nuclear no son invento de los medios conservadores.
El corbynismo también ha facilitado las cosas al no tener una
política mediática afinada que permitió que pasos positivos (más de la
mitad de los puestos del gabinete en la sombra ocupado por mujeres)
fueran presentados como negativos (los puestos “top” –finanzas,
cancillería e interior– los ocupan hombres). El mismo Corbyn tiene que
tomar una decisión. Su enorme popularidad deriva en parte de que es un
político alternativo y auténtico que dice lo que piensa (“straight
talking”) y no deja que los medios fijen su agenda. Al mismo tiempo, en
una sociedad compleja, los medios son inevitables canales de transmisión
masiva que tienen el poder de significar a su manera cada cosa que diga
o deje de decir un líder político. Lograr una síntesis de esta
contradicción en un ambiente tan desfavorable no será fácil.
La presencia de la BBC neutraliza un poco la ofensiva
televisivaradial privada, pero entre los diarios la oposición es casi
unánime. Según un analista, Ian Dunt, Corbyn tendrá que diferenciar
entre sus enemigos más recalcitrantes y aquellos a los que pueda atraer
con alguna de sus políticas. “No tiene sentido que se gaste con el The
Sun, Express, Mail, Times o The Telegraph. No lo van a oír. El Mirror,
el The Guardian, el Independent, e incluso el Financial Times pueden
apoyarlo en algunos temas, aunque nunca vayan a respaldarlo por
completo”, señaló Dunt.
Una cosa está clara. Twitter o las redes sociales o los actos
públicos fueron clave para su victoria en la interna laborista, pero no
bastan para ganar un apoyo a nivel nacional.
Políticas para una coalición social
El Reino Unido es la cuna de la Revolución Industrial, uno de los
más vastos ex imperios de la historia, la sexta economía mundial, la
segunda o tercera (depende de la medición) de la Unión Europea. Una
sociedad con este nivel de desarrollo tiene una compleja estructura
social que obliga a Corbyn a formar una coalición de intereses dispares
si quiere ganar una elección. Los votos de la clase obrera no bastan
porque hoy el sector industrial representa el 16 por ciento del PBI
británico y sobrevive a duras penas en la tierra arrasada que dejó el
thatcherismo. Los más pobres y postergados tampoco bastan aunque en la
regresión social que ha vivido este país en las últimas tres décadas uno
de cada cinco trabajadores ganan menos del salario mínimo y precisan
ayuda estatal para llegar a fin de mes. Los cuentapropistas se han
multiplicado en los últimos años y son equivalentes en número a los
empleados estatales (unos 5 millones y medio de británicos). “El
laborismo tiene que representar a sus grupos naturales, como los obreros
y los más postergados, pero necesita formular una política para otros
grupos. Los que llevan adelante microemprendimientos o pequeñas empresas
necesitan políticas diferenciadas que representen su aspiración al
progreso económico”, señala Owen Jones, uno de los escasos periodistas
que ha apoyado al corbynismo.
¿Cómo hacerlo? ¿Se puede bajar sus impuestos o subsidiar su
crecimiento sin desfinanciar la ayuda social a otros grupos? ¿Hay una
nueva síntesis de “capitalismo progresista” que evita la fórmula
blairista?
La defensa de una potencia nuclear
El Reino Unido forma parte del consejo permanente de seguridad de
la ONU con Estados Unidos, Francia, Rusia y China, todos países con
armas nucleares. El sistema nuclear Trident debe renovarse el próximo
año y tendría, en caso de aprobarse, un costo inicial de unas 20 mil
millones de libras (27 mil millones de dólares) más unas adicionales dos
mil millones anuales de mantenimiento en momentos de Austeridad y
recortes del gasto social. Con una fuerte trayectoria pacifista, Corbyn
no quiere renovar el sistema y se opone también a toda nueva aventura
militar, como la que podría debatir el parlamento en noviembre respecto
al posible bombardeo de Estado Islámico en Siria.
La mayoría de su gabinete en la sombra y los diputados está a
favor de la renovación y, en menor medida, del bombardeo al Estado
Islámico en Siria: los afiliados y los sindicatos están en contra de
ambas medidas.
El primer ministro David Cameron y los conservadores saludaron la
victoria de Corbyn con twits que lo pintaban como el hombre que pondría
en peligro la seguridad del Reino Unido.
La mayoría de los británicos está a favor de Trident, aunque en
Escocia, un lugar que el laborismo tiene que recobrar si quiere ser
gobierno, la ecuación es la inversa. Así las cosas parecería que Corbyn
necesitará algún pase de magia para resolver tantas contradicciones y no
terminar en un callejón sin salida. El conejo que termine sacando de la
galera será fundamental para su futuro político, el del laborismo y el
del Reino Unido.