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En medio de uno de los debates más agrios vividos en los últimos años dentro de la cocina española, el chef desencadenante de la polémica proclamó durante un importante congreso de gastronomía algo parecido a esto: “Para comer un tomate y luego defecarlo no hace falta saber su composición.
Para entender qué estaba
pasando hay que recordar que la cocina profesional siempre ha sido una
actividad sujeta a un conocimiento jerarquizado, transmitido de maestros a
aprendices, y donde la experiencia, como en casi todas las actividades de la
vida, es un valor primordial. Con el auge de los congresos de cocina, el
florecimiento de escuelas y academias culinarias, y, sobre todo, con los nuevos
canales de acceso a la información –en especial Internet y las redes sociales–,
el sector estaba sufriendo un revolcón sin precedentes. Hoy el alumno puede
saber más sobre un tema que el veterano maestro, haciendo que sus medallas
tiemblen y los bigotes consagrados se enlacien. El experimentado jefe de cocina
sabe, por propia experiencia, cómo elaborar una mayonesa. Pero su alumno se
pregunta si con otra proteína tensioactiva en vez de yema se podría emulsionar
el aceite y así presentar una alternativa para los alérgicos al huevo. Ese
pobre hombre curtido en mil batallas, que sustenta sus méritos sobre cientos de
quemaduras, litros de sudor, grandes dosis de perseverancia y mucho
padecimiento, mira aturdido a aquel chico resabido sin saber si darle con el
revés de la mano o ponerse a llorar.
Afortunadamente, el mundo ha
cambiado mucho, y en el entorno de la gastronomía la cantidad de conocimiento
que ha aflorado y calado desde diferentes campos es extraordinario, y, en
parte, el causante del avance de la cocina acaecido en los últimos años. Es
cierto que para elaborar un gran arroz no hace falta saber qué es la amilasa, o
la amilopectina, pero nadie podrá negar que conocerlo no impide que lo puedas
hacer bien. Como ocurre en todas las actividades humanas, el conocimiento nunca
ha sido un problema, sino la solución de muchas incógnitas. Octavio Paz nos dejó
una cita para reflexionar: “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en
cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo…, del miedo del cambio”.
Pensemos sobre ello.
