Por Emir Sader
Página 12 - Argentina
Lula fue colocado en el centro de la vida política brasileña. Todos los focos se concentran sobre él: o será abatido por la derecha o ejercerá el rol de eje en la recomposición de la izquierda brasileña y logrará dar continuidad al proceso político iniciado en 2003, con todas las adecuaciones necesarias.
Es por eso que, en medio
de una campaña de ataques de todo orden, el Instituto Lula fue blanco de un
atentado con un artefacto tirado por la noche desde un coche. Nadie resultó
herido, pero queda la advertencia de cómo a la agresividad verbal le sigue la
terrorista, en un clima en que el silencio frente al ascenso de la derecha
indica complicidad con el fascismo.
En un marco de crisis de
credibilidad de las instituciones, de las fuerzas políticas y sociales, de los
gobiernos a todos los niveles, de los liderazgos, la excepción es Lula. Si no
fuera así, él no sería el blanco privilegiado de los ataques derecha.
Si la derecha creyera en
las encuestas que difunde, bastaría con que esperara a 2018 y derrotarlo. Pero
incluso esas encuestas atribuyen a Lula un 33 por ciento de los votos y,
sumando a todos que podrían votar por Lula, lo hacen favorito para volver a ser
presidente de Brasil.
Por ello, el futuro de
la derecha brasileña depende de si consigue sacar a Lula, por cualquier vía, de
la vida política brasileña y tener así el camino abierto para reconquistar el
gobierno y poner en práctica su proyecto de restauración conservadora. En caso
contrario, tendría que resignarse con el nuevo mandato de Lula como presidente
de Brasil.
Del lado del campo
popular, Lula también es el gran referente, el gran patrimonio con que la
izquierda puede contar. El líder popular más importante de la historia de
Brasil, Lula, mantiene vínculos profundos con la masa de la poblacion, sus
gobiernos han quedado marcados en la conciencia y en la memoria de las
personas, Lula representa la autoestima de los brasileños. Por todo ello, a
pesar de la brutal campaña en su contra, el imagen de Lula permanece enraizada
en el seno del pueblo brasileño.
Pero Lula no está tan
solo en la memoria del pueblo, él representa también su esperanza. Nadie como él
tiene el carisma y la mística de su liderazgo. Desde la crisis del 2005, cuando
la imagen del PT quedó afectada negativamente por denuncias de corrupción, la
imagen de Lula se fue desmarcando de la del partido, conforme su gobierno fue
ganando prestigio, con el éxito de las políticas sociales. Incluso cuando la
imagen del gobierno de Dilma Rousseff, así como la del PT, sufren con la más
dura campaña de la oposición, la imagen de Lula resiste, ya que los brasileños
echan de menos su gobierno.
Pero para jugar el rol
de eje de recomposición de la izquierda y del campo popular, Lula precisa
proponer nuevas utopías al país, nuevos objetivos, con continuidad y
profundización de lo que fue hecho hasta ahora, con diálogos con nuevos
sectores sociales, especialmente los jóvenes, tanto los de la periferia, como
los de la misma clase media. Lula necesita aparecer como la persona que
reivindica tanto la visibilización de esos sectores, como los espacios de las
mujeres, rechazadas por el Congreso en sus reivindicaciones. En definitiva,
Lula tiene que representar, a la vez, la reanudación de lo que fueron sus
mandatos de gobierno, del 2003 al 2011, de la forma de hacer política que
unifique a todas las fuerzas que apoyan a los programas propuestos por él, como
también la renovación de esas propuestas. En las reivindicaciones, en las
propuestas, en la interpelación y en la integración de sectores hasta aquí
marginados de la vida política.
Lula puede ser el eje
del agregado de fuerzas que disputen, de nuevo, de forma vencedora, el destino
de Brasil, liderando un nuevo movimiento popular que altere profundamente las
relaciones de poder que todavía resisten al inmenso proceso de trasformaciones
sociales iniciado por él.
Cualquier especulación
política sobre el futuro de Brasil que no tome en consideración la variable
Lula, que no considere el factor determinante de su liderazgo, está equivocada.
Candidatos opositores ya conocidos y derrotados en campanas anteriores, son los
nombres de la oposición, sin ninguna viabilidad de enfrentar a Lula. De ahí la
desesperación de la oposición para intentar sacar a Lula del camino, de la
forma que sea.
Una vez más, el que no
descifra el enigma Lula, no se da cuenta de su inmenso potencial de liderazgo,
es devorado por él, como ha ocurrido de forma reiterada desde el año 2002 en Brasil.
