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13 agosto, 2015

El Escudo de Caracas ROJO-ROJITO

Leopoldo Provenzali

 Movidos por la preocupación y porque no pueden hacer mayor cosa ante una iniciativa que se debe considerar como monstruosa, los concejales de oposición acuden a la opinión pública. No es para menos. Están frente a un atentado de magnitudes escandalosas que no pueden detener con sus votos. Como el chavismo tiene la mayoría simple en la cámara edilicia de Caracas, está a punto de llevar a cabo una deplorable y dolorosa manipulación de la memoria de los capitalinos a través de la intervención del escudo de la ciudad.



El escudo de la ciudad se debe a la iniciativa del primer Bolívar establecido entre nosotros, llamado Simón Bolívar El Viejo, quien ejerció el cargo de Procurador de Caracas y viajó a la corte para gestionar un emblema adecuado para la entonces pequeña población que le había dado cobijo. El rey vio con buenos ojos la solicitud, y el fundador de una estirpe fundamental para los venezolanos trajo en su valija un hermoso escudo en el cual destacaba la figura de un aguerrido León que en adelante se convertiría en señal de respeto, afecto y aglutinamiento para los habitantes del lugar. Los cabildantes aclamaron la iniciativa y los súbditos de entonces llevaron en procesión la enseña por la plaza de armas.(...)


Los concejales chavistas, quienes tienen mayoría simple de votos en el concejo de la capital, quieren hoy echar esa entrañable historia al tarro de la basura. Y de la peor manera, según se desprende de los cambios que han planeado para el símbolo. El León ya no aparecerá en el nuevo broquel, ni las fechas que antes señalaban sucesos de trascendencia para la urbe. El rey de las fieras será sustituido por los ojos del comandante Hugo Chávez, en la parte superior del bloque simbólico se colocará una boina roja y en el pie una efemérides para ellos estelar: 4 de febrero.

Lo símbolos de la patria y de la ciudad son inamovibles, a menos que un atolondrado e ignorante administrador se empeñe en cambiarlos porque se le pega la gana, o porque una sociedad indiferente y apática se lo permite. Se colocan en lugares visibles  para veneración de los miembros de una sociedad determinada, sin que exista la posibilidad de ponerse a discutir sobre su contenido, porque son esencialmente indescifrables, y también como factores de unión sentimental a través de las generaciones. Convidan a un respeto de naturaleza religiosa. Son serenos e inaccesibles, como señales de procesos superiores de la patria. Son amalgama, en lugar de excusa para la desunión y la disputa.

Pero los concejales de la revolución entienden otra cosa, no en balde quieren convertir el escudo de la ciudad en un mamarracho sin parangón en la evolución de las repúblicas. En adelante será como la franela roja de las concentraciones de los burócratas, o como el afiche vulgar de la propaganda del socialismo del siglo XXI, o como la bandera de los colectivos, o como cualquier cosa oscura e inferior, si no se detiene la afrenta antes de que sea cometida.

Los concejales de oposición no cuentan con los votos necesarios para impedir ese disparate colosal, esa falta de respeto a la memoria de la capital y al honor de sus habitantes. Por eso piden un pronunciamiento  de la opinión pública. ¿Estaremos de acuerdo en reemplazar la figura del León fundacional por la mirada sesgada del “comandante eterno”, la historia de todos por una croniquilla menor que solo concierne a un grupo de sectarios? Pregunta primordial.