Opinión
Por Eduardo Fernández
@efernandezve
Los países que progresan son aquellos en los que los ciudadanos
mantienen el Estado. Los países atrasados son aquellos en los que el
Estado mantiene a los ciudadanos.
Cuando los ciudadanos mantienen el Estado con el pago de sus impuestos
gracias a su trabajo productivo, queda claro quién es el jefe: el
ciudadano; queda claro que el aparato estatal debe estar al servicio de
los ciudadanos y no al revés.
Queda claro que desde el Presidente de la República hasta el más modesto
funcionario público son servidores de los ciudadanos, son empleados a
quienes les pagamos su sueldo para que nos sirvan con eficiencia y con
humildad. Cuando el Estado es el que mantiene a los ciudadanos, como es
el caso de Venezuela, los funcionarios públicos se sienten dueños del
país y de su gente y por eso se producen tantos testimonios de
arbitrariedad y de abuso de poder.
(...)
Cuando el Estado es dueño de la renta petrolera, única fuente de
ingresos del país, y por tanto es dueño de todos los dólares y encima se
destruye a la empresa privada, a los partidos políticos, a los gremios
profesionales, a los sindicatos y a toda forma de organización social,
surge el clientelismo, la corrupción y el abuso de poder.
Eso es exactamente lo que estamos viviendo en Venezuela desde hace
muchos años y ese esquema es el que se ha agravado inmensamente en los
últimos 15 años. Al fin y al cabo, el llamado socialismo del siglo XXI
no ha inventado nada, lo que ha hecho es agravar todos los males que
venimos arrastrando desde hace muchos años. A ellos me referí en un
discurso que pronuncié en el Congreso Nacional el 5 de julio de 1987 y
que se intituló “El pueblo está bravo”. Para luchar contra esos vicios
del pasado fue que me postulé como candidato a la Presidencia de la
República en 1988 con un programa que se llamaba “Hacia una Democracia
Nueva”.
Hago una lista de los problemas a los que me refiero: estatismo,
centralismo, rentismo, militarismo, clientelismo, caudillismo,
corrupción, despilfarro de recursos, presidencialismo exagerado,
ineficiencia, desconocimiento del estado de derecho, negación de la
autonomía e independencia de las ramas del poder público, pobreza,
miseria y un largo etcétera.
Mis lectores reconocerán que esa lista no es nueva. Que esos son los
problemas que Venezuela sufre desde hace muchos años y que la llamada
revolución no solo no ha resuelto ninguno de ellos, sino también los ha
agravado todos.
Seguiremos conversando.