Página 12 - Argentina
Comienza una nueva etapa en los diálogos de paz entre las FARC y el gobierno colombiano en La Habana, Cuba. La delegación oficial llegó a la isla para, una vez más, intentar resolver en el terreno de la palabra lo que las armas no han resuelto en más de cincuenta años de alzamiento de este grupo rebelde. Sin embargo, desde hoy la dinámica será diferente. La metodología de ciclos donde se conversaba once días seguidos y se descansaba ocho se termina en esta nueva etapa que pretende acelerar la discusión. El gobierno propuso avanzar lo máximo posible hasta el mes de noviembre cuando se cumplen tres años de la instalación de la Mesa de Conversaciones en Oslo, Noruega, que luego se trasladó a La Habana. La sesión de diálogos que comienza sería, en la mecánica trabajada hasta julio cuando el proceso entró en su más aguda crisis, el ciclo número 40. Sin embargo, ahora se habla de jornada de conversaciones que ya no se contabilizará con números. La apuesta es, principalmente, conseguir pre acuerdos en los dos puntos que falta por cerrar: víctimas y fin del conflicto.
(...)
Los diálogos continúan
pese al escepticismo generado por múltiples acciones armadas de las FARC en
Colombia desde el 22 de mayo, cuando rompieron ante la tregua unilateral que
habían decretado en diciembre pasado. Hace tres semanas, por ejemplo, con la
voladura de un oleducto los rebeldes provocaron la tragedia ambiental más
grande en los últimos diez años en Colombia, con la contaminación de petróleo
del mar Pacífico en la localidad de Tumaco, Nariño. Allí, unas 180 mil personas
estuvieron sin suministro de agua durante once días consecutivos y hoy ven
amenazado su sustento por las pérdidas aún incalculables en la fauna y el
ecosistema en general. Por esta acción que la Fuerza Pública califica de “terrorista”
más otras voladuras de oleoductos, asesinato de policías y el secuestro de un
militar, se generó un gran rechazo de la sociedad civil y diversos sectores del
país a la forma cómo las FARC están actuando en Colombia, mientras en Cuba se
habla de paz. Tras fuertes declaraciones del jefe negociador del gobierno,
Humberto De La Calle, donde advertía que un día de éstos quizá las FARC no lo
iban a encontrar en la Mesa, y por pedido de los países garantes y acompañantes
Cuba, Noruega, Chile y Venezuela, la guerrilla ofreció una vez más un cese del
fuego que comenzó el pasado 20 de julio.
En la cuna de la
revolución se comienza pues a superar la gran crisis en que estaba sumido
el Proceso de Paz, no solo con el anuncio reciente de la guerrilla sino también
con el compromiso de gobierno de “desescalar” el conflicto en Colombia
paulatinamente si observa que los ilegales cumplen con su parte. Esta nueva
chance para los diálogos de La Habana se da además en medio del pedido de
muchos sectores del país, en especial las víctimas, defensores de derechos
humanos y organizaciones populares y campesinas, de un cese bilateral del
fuego, el cual ha sido cuestionado por la derecha, que se opone a que la Fuerza
Pública también silencie los fusiles. La preocupación por los avances y
retrocesos en el proceso de paz llevó al Congreso a citar a una plenaria de
control del proceso en la que, la noche del martes pasado, participaron De La
Calle y el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo.
“Cuando nosotros
manifestamos a las FARC permanentemente la urgencia de trabajar con agilidad,
creemos estar recogiendo la voz de los colombianos (...) tenemos cuatro meses
para establecer los confines de un posible acuerdo. Eso tenemos que decirlo con
toda la franqueza, si no existe esa posibilidad, tenemos que decirles a los
colombianos que no encontramos el camino. Las FARC mantendrán la suspensión de
todo tipo de acciones ofensivas a partir del 20 de julio, donde comenzó un
proceso unilateral de desescalamiento, no un acuerdo. Y en correspondencia con
las acciones ofensivas que desescalen las FARC, lo hará el gobierno”, explicó
De la Calle ante los diversos congresistas, entre ellos los más férreos
opositores del proceso de paz del partido de derecha Centro Democrático.
Jaramillo, por su parte,
afirmó que la nueva estructura del acuerdo alcanzado con las FARC implica un
plan de trabajo y unas metas trazadas donde se agilizará la discusión del cese
al fuego definitivo y, mientras tanto, en Colombia, se comenzará un
desescalamiento del conflicto. “No vamos a hacer un cese, ni un cese
encubierto: vamos a desescalar de acuerdo con el comportamiento de las FARC.
Ese es el compromiso del gobierno y también, como ya lo dijo el ministro de
Defensa, y Humberto de la Calle, sin renunciar a las obligaciones del gobierno
de protección y de persecución del delito”, dijo el Alto Comisionado quien,
junto a De la Calle, y tres negociadores más, han permanecido en La Habana
durante más de 20 días de cada mes, intentando llegar a un acuerdo con la
guerrilla más vieja del continente. La renuncia de las FARC a la lucha armada
para alcanzar sus fines políticos sería el principio del fin del ya largo
conflicto armado en Colombia, el más prologando de su tipo en el mundo, que ha
costado más de medio siglo consecutivo de confrontación armada, 220 mil víctimas
mortales, 5 millones de desplazados y, principalmente, afectaciones a la
población civil como en el reciente caso de Tumaco donde, además de sufrir la
contaminación de ríos y mares que son su principal fuente de vida y sustento
económico, la comunidad debe vivir entre helicópteros artillados de la Fuerza Pública
por los cielos, y explosiones de artefactos que cada semana los rebeldes lanzan
contra los policías en medio de niños, jóvenes y mujeres.
Los tumaqueños, como
millones de colombianos que están confinados en medio de los actores armados
legales e ilegales, tienen la esperanza de que este nuevo cese del fuego de la
guerrilla y la promesa de gobierno de desescalar el conflicto sean, por fin, el
principio del verdadero final de esa confrontación armada.