El
cantautor y poeta español Joaquín Sabina estuvo en Panamá, uno de los pocos paises latinoamericanos que no había actuado, hasta ahora. Recibió a EFE (agencia de
noticias internacional) en la habitación de su hotel “como quien se encuentra
en el salón de su casa”, dos días antes de actuar en la capital de ese país.
"Me importa un carajo
mi trascendencia -asegura el artista-, lo único que me importa es que cuando me
muera deje al menos 16 canciones que no me den vergüenza y hayan cruzado el
mar, pero lo que pase después de mis cenizas te aseguro que no me importa lo más
mínimo", dijo. (...)
Empeñado en definirse como
"un cateto de Úbeda", a sus 66 años, tras publicar una veintena de
grabaciones de estudio, de las que ha vendido más de diez millones, y escribir
nueve libros, cree "un milagro haber cruzado el Atlántico y cantar más
veces en México y Buenos Aires que en España".
Como es costumbre en el
cantautor, no dejó de lado la política en su conversación. En esta oportunidad,
comentó su opinión sobre los Presidentes de Uruguay, José Mujica y Venezuela,
Hugo Chávez
"Hace un mes estuve
unas horas con el Pepe del Uruguay, Pepe Mújica, y me fascinó como fascina a
todo el mundo, porque hace falta mucha gente como él que crea en lo que dice y
viva como dice", explica. Al contrario, manifiesta sus reservas hacia la
figura del expresidente venezolano Hugo Chávez, "a pesar de lo bueno que
haya podido hacer". "Y si no me gustaba Chávez -agrega-, ni te cuento
lo que opino de Nicolás Maduro", su sucesor.
Hijo de la llamada canción
protesta durante la transición a la Democracia en España y del posterior
movimiento pop conocido como la "Movida Madrileña", Sabina considera,
sin embargo, que su exilio en Londres durante los años 70 ha sido lo que hasta
ahora más ha marcado su trayectoria artística.
"Nunca había salido de
España -recuerda-, ni me había subido a un avión, y para mí Londres era el
planeta Marte, donde me vi cantando en restaurantes y donde vi a Bob Dylan en
el Albert Hall y asistí al (mítico) concierto de los Rolling Stones después de
la muerte de su guitarrista Brian Jones".
"Cuando volví a España
-continúa-, muerto el general Franco, que tardó demasiado en morirse, yo ya me
daba cuenta de que esos cantautores de barba nazarena que convertían la canción
en una especie de sermón no iban a marcar mi camino; así que tuve la suerte de
huir del panfleto que hubiera hecho si me hubiera quedado en España".
"Y como venía con
Dylan y los Rolling en la cabeza, que me la habían vuelto al revés, me dediqué
a uno de los trabajos que más seriamente me he planteado en mi vida: hacer eso
que yo amaba en un español que no fuera un argot de chicle de mascar y tirar
sino que tuviera una cierta calidad poética sin olvidar el lenguaje de la
calle", explica Sabina.
Devoto de Bob Dylan, el
cantautor español opina que a ese artista estadounidense "hace años ya le
debían haber otorgado el premio Nobel de Literatura". "Y a Leonard
Cohen también", agrega.
Para explicar su gustos e
influencias Sabina se declara "más inclinado a Lou Redd que a Bruce
Springsteen".
"Springsteen, que
representa la clase obrera americana y al sueño americano, es un cantante espléndido,
buenísimo, y un tipo de una gran decencia, pero es demasiado limpio, demasiado
pulcro, como si no tuviera pecados, como si no hubiera alguna noche oscura en él",
opina. "Sin embargo, a Lou Reed no le faltaron noches
oscuras", señala y reflexiona que "a mí me han gustado siempre los
cantantes más oscuros".
Los "héroes de la
canción" de Sabina, que actualmente se siente "bastante
desconectado", "siguen siendo los mismos". El cantautor se
lamenta de que "antes estaba mucho en la calle, en los chiringuitos donde
se cantaba, pero ahora no".
"Yo sigo buscando el
Bob Dylan español, el Leonard Cohen español, el Goerges Brassens español, el
Ruben Blades español..", confiesa el autor de canciones como "Calle
Melancolía", Pongamos que hablo de Madrid" o "Peces de
Ciudad", está última su favorita junto a "Y sin Embargo".
En el terreno de la
literatura, asegura que "sí he leído últimamente buenos poetas de 30 años,
aunque olvido los nombres; será porque me interesan más lo que dicen que cómo
se llaman", explica y se declara más lector de poesía e historia que de
novela.
Sabina reivindica su
austeridad, en lo que la fama a hecho de su vida y sus costumbres, y asegura
que su único patrimonio es "una espléndida biblioteca".
"Mi sueño erótico es
ser invisible, porque a mí me gusta mirar y no que me miren", concluye.
Alejandro Varela – agencia EFE
.