Luis
Fuenmayor Toro
El
Gobierno de la propaganda, como deberíamos llamarlo, pues vive de la misma y no
de la realidad, además de ser una de las pocas cosas que sabe hacer, enfrentó
la declaratoria Obama, entre otras, con el lema de “no somos una amenaza, somos
una esperanza”. Y analizando la situación de los venezolanos hoy, siendo
objetivos, es cierto que en la actualidad estamos llenos de esperanzas y lejos
de ser una amenaza, realmente somos unos amenazados, pero no sólo por EEUU con
su injerencia en nuestros asuntos internos, sino por nuestro propio gobierno,
que también es muy intervencionista de nuestras vidas, nuestros asuntos
personales, productivos, educativos, comerciales, sindicales, políticos y
paremos de contar. Al Gobierno le disgusta que EEUU se meta en sus asuntos,
pero practica en el país la intervención de fábricas, mercados, periódicos, radios,
universidades, gremios, comercios, televisoras, sindicatos, cooperativas, importaciones
y volvamos a parar de contar.(...)
Pero volviendo
sobre la esperanza. Realmente vivimos de la esperanza; eso fue lo que quisieron
decir los expertos en imagen y propaganda del Gobierno, al crear el lema
señalado y, por sus servicios, seguro recibieron una millonada de dólares. Si a
un simple consultor oral, es decir, alguien contratado para que opine sobre una
negociación simplemente hablando, sin tener que escribir ni firmar nada, le
pagaron 70 millones de dólares en un contrato con el Metro, no puedo ni
sospechar cuánto le estarán pagando a estos expertos, que cambian la realidad
por un mundo imaginario, pero que luce como verdadero ante los ojos y oídos de
unos venezolanos votantes, quienes posiblemente se encuentran en trance
hipnótico, meditativo cuasi religioso o se fumaron una lumpia.
Vivimos
con la esperanza… De no ser asaltados ni asesinados, de poder comprar
libremente cualquier cosa que necesitemos, de no ser engañados por quienes nos
gobiernan, de acabar sustentablemente con la miseria. Con la esperanza de un
aumento importante de los sueldos, de terminar con la violencia impune de los
motorizados, de eliminar el matraqueo de la Guardia Nacional, de obtener los
dólares que requerimos como pasa en todos los países vecinos, de discutir libremente
los contratos colectivos, de volver a ver los anaqueles llenos en los mercados,
de elegir a nuestros representantes sin interferencia del CNE. Con la esperanza
de que las empresas de Guayana funcionen, de que no se negocie con los pranes
de las cárceles ni con los delincuentes de los barrios, de que haya
proporcionalidad electoral, que no haya peculado de uso de los recursos
públicos, que el Gobierno y la MUD-La Salida pierdan las parlamentarias y que
se acabe la corrupción, la negligencia y la podredumbre del sistema judicial;
esperanza de que haya libertad de manifestación y de opinión y no haya presos
políticos. Puras esperanzas.