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12 abril, 2015

El modelo nórdico se agrieta: los países escandinavos se estancan y plantean nuevas reformas


Desde Podemos a Ciudadanos, todos quieren convertir España en una nueva Dinamarca. Sin embargo, varios informes apuntan los límites de unas economías que ahora sufren para retornar a unos crecimientos vigorosos.
Desde Podemos a Ciudadanos, todo el mundo aspira a convertir España en una nueva Dinamarca, una especie de paraíso en el que se obre el milagro de compaginar el crecimiento económico con un Estado del Bienestar generoso. No en vano, los países nórdicos aguantaron mejor que el resto los primeros embates de La Gran Recesión y siempre copan los puestos más altos en todos los rankings internacionales, ya sea por sus niveles de igualdad, de calidad de vida o de competitividad.
Alexander Stubb, primer ministro de Finlandia. 
Sin embargo, transcurridos seis años de crisis, tres informes recientes apuntan al estancamiento de estas economías, los límites del afamado modelo nórdico y la necesidad de una nueva tanda de reformas que lo preserve. Es más, uno de estos estudios, encargado a un grupo de expertos por el Consejo Nórdico de ministros de Finanzas, sostiene que en los últimos años las economías nórdicas se han comportado mejor que el Sur de Europa pero peor que la Europa continental.  
Basta con examinar los últimos indicadores para alcanzar la conclusión de que algo no acaba de funcionar en las economías más septentrionales de Europa. Aunque Noruega sea un caso aparte porque posee vastas reservas de petróleo y en consecuencia disfruta de la tasa de desempleo más baja del mundo, su economía padece una suerte de enfermedad holandesa: un camarero cobra el doble de lo que ganaría en cualquier otro país de Europa, la productividad no avanza, el precio de la vivienda se ha disparado y el endeudamiento de las familias es altísimo. El propio gobernador del banco central noruego advirtió hace poco de los riesgos provocados por el desplome del crudo. Y con la vista puesta en el medio plazo recetó una devaluación salarial al tiempo que el Estado se ajusta el cinturón con el fin de compensar el declive de los ingresos del petróleo.(...)
Un informe encargado por los ministros de Finanzas nórdicos reconoce que la Europa continental ha resistido mejor la crisis que los países escandinavos
Golpeada por la crisis rusa, el hundimiento de Nokia y las dificultades en los sectores maderero y del metal, Finlandia encadena tres años de recesión. Desde que se inició la crisis soberana, sus costes laborales unitarios han crecido unos seis puntos a la vez que su productividad ha encogido casi cuatro, explica un estudio producido por The Boston Consulting Group. Dentro de la prisión del euro, no puede devaluar y pierde competitividad a manos de los alemanes y los periféricos. 
Así no es de extrañar que en Helsinki la situación se haya puesto muy fea, hasta el punto de que el líder del partido que ocupa la pole position en las encuestas prometa recortes del gasto por doquier. Entre los economistas finlandenses, abunda la opinión de que se desaprovechó la bonanza para hacer reformas, máxime cuando se trata del país que más envejece del mundo tras Japón. A pesar de contar con unas finanzas públicas saneadas, la deuda pública han comenzado una espiral al alza y Standard & Poor’s le ha retirado la triple A, la primera bajada de nota entre las economías de la zona.
Si bien ha conseguido abandonar las tasas negativas de PIB, la economía danesa aparece estancada y a duras penas se recupera del estallido de una burbuja inmobiliaria que ha ocasionado más de cinco años de crecimientos exiguos o negativos. El desapalancamiento de los hogares y la baja inversión de las empresas aún lastran la actividad, a pesar de que la ratio de paro comienza a bajar del seis por ciento.   
Tras su crisis bancaria, de Islandia ya ni hablamos. Tan sólo Suecia resiste gracias a que ha acometido más reformas que el resto en los últimos tiempos. Dicho esto, aun así se enfrenta al riesgo creciente de deflación mientras que el crédito sigue al alza, los salarios suben y los precios inmobiliarios se han duplicado, un cóctel que a todas luces puede hacer peligrar su estabilidad financiera. El avance del PIB sueco se vislumbra todavía bajo y el desempleo permanece enquistado en el entorno del 7 por ciento, un porcentaje bastante elevado para los estándares nórdicos.
Las familias danesas, noruegas y suecas registran las mayores cargas de deuda de los países occidentales
De acuerdo con las estadísticas de la OCDE, los consumidores daneses soportan la mayor proporción de deuda del mundo. Por ponerlo en perspectiva, si los hogares españoles tienen ya de por sí un apalancamiento muy alto en torno a un 140 por ciento de la renta disponible, los daneses acumulan cerca del 320 por ciento, una cifra récord que se antoja insostenible por mucho ahorro que tengan. Y el resto de escandinavos no está mucho mejor en este preocupante parámetro: Noruega se sitúa sobre el 220 por ciento, y Suecia en el 170 por ciento aproximadamente.
Por lo general, estos países contaban con unos sistemas financieros más saneados que les ayudaron a evitar lo peor de la crisis financiera. No obstante, en un contexto de tipos ultrabajos ahora padecen la brutal alza de los precios inmobiliarios y, en consecuencia, de la deuda de las familias.
Por otra parte, las economías nórdicas son muy dependientes de las ventas al exterior. Sin embargo, sólo las exportaciones danesas de bienes y servicios resisten en el 33 por ciento del PIB. El resto se ha desplomado sin remedio víctimas de la brutal competencia desarrollada durante la crisis. En Suecia, éstas han caído desde el entorno del 37 hasta el 30 por ciento. En Finlandia del 37 al 28 por ciento. Y en Noruega del 37 al 29 por ciento.   
Además, un documento elaborado por Deutsche Bank señalaba recientemente que los países nórdicos eran responsables de los principales flujos de capitales no detectados hacia el exterior, unos dineros que según la entidad germana escapan fuera de sus fronteras debido a la alta presión fiscal.
Aunque ciertamente su posición se encuentra a años luz de cualquier país de la periferia, todos los informes alertan sobre la elevada deuda de los hogares, el estancamiento de la productividad, los altos niveles de desempleo respecto a sus estándares habituales, unos costes laborales y sanitarios al alza, el absentismo laboral, las pocas horas de trabajo, la existencia de demasiados parados desincentivados por las ayudas, la considerable proporción de trabajadores temporales o una posición fiscal que empeora. Y ello en un contexto sometido a mucha competencia global, frecuentes cambios tecnológicos y un acelerado envejecimiento de la población. Cuando se comparan con sus competidores directos, el mito de la competitividad nórdica es cada vez más una ilusion, afirma en un dossier The Boston Consulting Group.
Como reza el informe de Samak, una organización compuesta por los partidos de centroizquierda y los sindicatos nórdicos, “los retos son muy significativos y requieren un gran esfuerzo de reestructuración para que el modelo continúe siendo una historia de éxito”. Este papel destaca entre otras cosas que la desigualdad ha aumentado, que las cantidades destinadas a gasto social han descendido a la media de la OCDE o que Alemania y Reino Unido registran mejores datos de empleo.
A su vez, The Boston Consulting Group ha redactado una agenda por el crecimiento de los países nórdicos que subraya la pérdida de singularidad y competitividad de su producción respecto a sus competidores directos, el retroceso demográfico y la necesidad de disminuir el gasto público para poder aumentar la inversión.
Si algo caracteriza a los países nórdicos ha sido su capacidad de reinventarse basada en los consensos, el pragmatismo y la confianza en las instituciones. Lejos queda ese patrón de expansión del gasto público que acabó con sus economías ahogadas entre finales de los 70 y principios de los 90. Desde entonces, abordaron importantes reformas para relanzar sus economías empezando por la educación y unas finanzas públicas saneadas.
Suecia recortó el tamaño del sector público sobre PIB desde el 67 hasta el 49 por ciento, unas cotas bastante por debajo de las de Francia y cercanas a las de Alemania o España
Y como muestra un botón: entre 1993 y la actualidad, Suecia recortó el tamaño del sector público sobre PIB desde el 67 hasta el 49 por ciento, unas cotas bastante por debajo de las de Francia y cercanas a las de Alemania o España. De una forma u otra, todos introdujeron al sector privado en la gestión de servicios públicos como hospitales, ambulancias, bomberos o colegios. Aunque el 30 por ciento de la fuerza laboral trabaja para el Estado, siempre se busca la eficiencia en lo público y se miden los resultados. En Noruega por ejemplo no existe la figura del funcionario de por vida. Y en Dinamarca se redujo en 2007 a la mitad el número de políticos regionales y locales, algo del todo punto impensable en otras latitudes del planeta.
Salvo Noruega, uno por uno han reducido sus transferencias sociales para centrarse en la recolocación de los trabajadores, la formación y el I+D, unas políticas que han logrado que el gasto en la rúbrica de ayudas haya disminuido por debajo de los niveles del resto de Europa incluyendo al sur, tal y como recoge el informe del Consejo Nórdico. La protección del trabajador en términos de indemnización por despido y derechos es mayor que en Estados Unidos, Irlanda y Reino Unido pero menor que en el resto de Europa, si bien el temporal suele gozar de muy poco amparo. Y todos están elevando la edad de jubilación a los 67 años. 
Curiosamente, ese mismo informe del Consejo Nórdico concluye que Suecia quizás sea el que mejor aguanta porque ha recortado bastante los impuestos, ha reducido sensiblemente las ayudas a los desempleados, ha reformado las pensiones para que se ajusten a los ingresos y ha endurecido los pagos por enfermedad. “A todo el mundo le gustaría tener el modelo sueco. A los suecos, también”, suelen bromear ahora en Suecia.
En el debate imperante en Europa, parece que la experiencia nórdica de principios de los 90 da la razón a Alemania respecto a la necesidad de austeridad y reformas. Y esos tres informes de The Boston Consulting Group, del Consejo Nórdico y de Samak insisten en que los norteños precisan una nueva tanda de éstas.