El tiempo de lo nuevo aún no llega para los andaluces
1.
La primera de las conclusiones (evidentes) es que el principal campo
político en Andalucía sigue siendo la abstención. Los más de 2.200.000
personas indiferentes a la convocatoria electoral suponen mucho más de
la mitad de quienes fueron a votar y significarían, traducidos en votos,
una abrumadora mayoría absoluta en el parlamento autonómico. Es cierto
que la abstención disminuyó sensiblemente con respecto a los anteriores
comicios autonómicos de 2012, pero sigue siendo muy superior a la
registrada en las convocatorias celebradas con anterioridad a la crisis.
2. Lo cual me lleva a añadir un
matiz a la victoria de Susana Díaz: el PSOE pierde cerca de 120.000
votos, lo cual supone un descenso de algo más del 8% de su electorado
con respecto a 2012, pero muchísimo más en relación a sus anteriores
victorias.
3. El hecho de que esa
bajada en votos (y en el porcentaje de apoyo popular) le suponga el
mismo número de escaños, es una clara muestra de que la actual ley
electoral beneficia en gran medida a los partidos mayoritarios. Otro
ejemplo nos lo ofrece el dato de que el PP con un millón de votos
consigue 33 diputados mientras que Podemos e IU, al concurrir de manera
aislada, con 863.000 se quedan en tan solo 20.(...)
4.
Debido a las particulares circunstancias territoriales, sociológicas y
políticas, del electorado andaluz y atendiendo a esas disfunciones de la
ley electoral, se hace más imperativa la confluencia entre las fuerzas
políticas que luchan desde el campo social, si de lo que se trata es de
revertir la correlación de fuerzas en beneficio de las clases populares.
5.
En todo caso conviene ser cautos ante la lectura de los resultados,
pues la “clara” victoria del PSOE se asienta sobre el apoyo de 1 de cada
5 electores (22%), la del bipartidismo en 2 de cada 5 (38%), y la de
los partidos del régimen (sumado Ciudadanos) no llega ni a la mitad
(44%). Estos tres partidos obtienen sin embargo el 81% de la
representación en la Cámara andaluza (89 escaños).
6.
A partir de estos datos es necesario desde hoy ponerse a trabajar en
las calles, en el seno de las organizaciones sociales y políticas y en
las instituciones para poder revertir la dramática situación que se vive
en Andalucía, con la connivencia de un quinto de la población (que da
por buena la corrupción y el desempleo a gran escala), sin que cunda el
desánimo.
José Daniel Fierro es miembro del consejo editor de Rebelión.