Luis Fuenmayor Toro
Si
algo sirve para tipificar a los gobiernos como traidores a la patria,
calificativo que les encanta a quienes hoy gobiernan, es su posición en la
defensa de la integridad territorial. Si algo defiende un gobierno nacional es
la integridad del territorio donde existe, donde vive su pueblo, donde se han
llevado a cabo sus luchas, desarrollado su historia, sus tradiciones y su
cultura; donde se ha creado la nación. Los problemas limítrofes han sido
siempre puntos candentes en las relaciones entre los pueblos; incluso hoy, con
la globalización, los mismos, lejos de desaparecer, constituyen elementos
importantísimos en la comprensión de los conflictos existentes. El problema de
Corea del Norte no se puede tratar si no se entiende que China no permitirá en
sus fronteras a ninguna potencia enemiga. Otro tanto ocurre con Rusia y Ucrania;
para la Federación Rusa tener fuerzas de la OTAN en sus fronteras es inadmisible,
pues resquebraja enormemente su seguridad de Estado.(...)
Latinoamérica
no es una excepción. Los bolivianos siempre reclamarán su salida al mar, pero
los chilenos, incluyendo al internacionalista Partido Comunista, insistirán que
ése ya es territorio chileno y se unirán a la negativa a afectarlo en su
extensión. No se dividen los chilenos ante este problema. Venezuela,
lamentablemente, pareciera haber sido construida con otro tipo de madera.
Siempre ha estado alineada del lado de quienes nos han quitado territorio: de 2
millones de kilómetros cuadrados hoy sólo gozamos de 916 mil 50. Hemos sido
víctimas, entre otros, de Brasil, Inglaterra y de nuestros “hermanos”
colombianos. Nuestros gobernantes del siglo XX y los que van del XXI no han
tenido la dignidad suficiente, ni el valor ni el amor por nuestro territorio y
la defensa de su integridad. Un chavista en Aporrea afirmó con tristeza que en
esto se parece la reacción a la revolución. No se atrevió a decir o no ha concluido
aún que no puede hablarse de revolución si no se defiende la patria de los
intereses extranjeros, sean éstos de grandes potencias o provengan de las
ambiciones territoriales de pequeños estados.
El
legado de Chávez en este aspecto ha sido nefasto. No le importó entregar
pedazos de nuestra geografía con tal de atornillarse en el poder. Para él nunca
hubo patria, sólo silla, la presidencial y para sí. Hoy Guyana, aprovechando la
ausencia de política exterior relativa a la reclamación del Esequibo, no sólo
considera la disputa ya resuelta a su favor sino que actúa para quitarnos
además la salida al océano Atlántico; pero no se trata de la plataforma
continental de la zona en reclamación, que ya consideran suya, sino la que
corresponde al estado Delta Amacuro, sobre la cual no debería haber ninguna
duda ni mucho menos controversia. Tenemos muchos “socialistas” en el Gobierno,
aunque sería mejor tener patriotas para no seguir perdiendo la patria, como
está ocurriendo.