Nicmer N. Evans / Analista político
La
polarización como estrategia política y discursiva así como el bipartidismo,
tuvo su momento y su sentido, pero hoy difícilmente es sostenible en el tiempo.
En el período de gobierno del presidente Chávez, la confrontación de dos tesis
políticas de como conducir el gobierno y el destino de la nación tuvo
referencias reales y concretas, que permitían diferenciar claramente dos
visiones de mundo que generaban una fuerte tensión que se traducía
electoralmente.
Durante todo
este período, el planteamiento del socialismo encabezado por el presidente
Chávez dominó la escena, logrando persuadir a las mayorías sobre un destino
distinto, con una visión colectiva y humanista, versus aquella visión
individualista, de corte neoliberal que representaba la vuelta a un pasado muy
tortuoso.(...)
Incluso, en algún
momento Chávez, cuando sintió que esta tensión decaía, cuando se confundía la
acción del gobierno con las propuestas de una oposición débil en sus
planteamientos, Chávez convocó a la repolarización.
Este método
de exacerbación política denominada “polarización”, que antes de Chávez se
denominó “bipartidismo”, a diferencia de aquella época donde la confrontación
giraba más en torno a preferencias de imagen, de estética, de discurso o de
mero clientelismo político, radicó su esfuerzo en un claro conflicto de clases
y debate ideológico, junto a un liderazgo muy poderoso y persuasivo versus una
oposición incapaz de formular una propuesta coherente, vinculada con las
necesidades del pueblo, y ampliamente frustrada por la pérdida del poder
político e incapaz de superarlo, anclado en un pasado rechazado por la memoria
histórica colectiva de un país cada día más empoderado.
Sin embargo,
hoy ha cambiado la escena. No solo es el Gobierno al que le conviene la
polarización, sino que la oposición ha terminado jugando el mismo juego.
Conformista la oposición, y entrelazada socialmente con la nueva burguesía
naciente de las deformaciones del proceso revolucionario, la polarización se
convierte en un negocio perfecto para la distribución de la renta petrolera
entre los sectores más conservadores y retrógradas de lo que en algún momento
fue un gobierno revolucionario, pero que hoy, incluso, es homófobo y algo
retrógrada en cuanto a los cambios que se han dado en el mundo producto de las
luchas de los sectores de izquierda contemporánea.
Esta
polarización pactada se evidencia cuando vemos la lista de no menos de 200
organizaciones y partidos políticos que desde hace no menos de 2 años esperan
si quiera, la aprobación del nombre y siglas para proceder a la recolección de
firmas con el fin de constituirse en partidos políticos tanto locales como
nacionales. Evitar que nuevas organizaciones se legalicen, implica frenar,
impedir, interrumpir procesos sociológicos y políticos naturales cuando ya el
modelo político de coexistencia de las fuerzas pierde vigencia.
Hoy el país
no se divide en dos polos, y así como cuando se rompió el bipartidismo que
trajo la posibilidad de que Chávez emergiera en la escena político, hoy: 1. Con
un gobierno cuyas acciones hacen dudar de su postura comprometida con el
pensamiento de izquierda y chavista, que sale sonriente ante una reunión con el
Bank of América y en su seno cada vez se impone más la tesis de asistir al FMI
para cubrir el déficit presupuestario, y 2. Con una oposición que no se opone y
que termina siendo complaciente y sin argumentos para plantear ante el Gobierno
propuestas que permitan un debate sano en el país, y que piensa que el problema
del país se resuelve en las calles incitando a la violencia; se distancian
sectores decepcionados del gobierno del presidente Maduro que aún siguen siendo
y serán chavistas, y un sector opositor que no es “antichavista” y que reniega
de la dirección de la MUD. El primero, según Venebarómetro equivale al 40% y el
segundo a un 25 % de los que se definen en la polarización, esto sin contar un
50% de la población que ya rechaza definirse en alguno de los polos.
Una cosa es
lo que se desea y discursea, y otra muy distinta puede ser la realidad que
domina la escena política hoy. No comprender esto, para los sectores
polarizados puede implicar su desaparición política a muy corto plazo, y la
incomprensión de esto por sectores alternativos termina por hacerle el juego a
los que de un lado y el otro ostentan el poder, contra una mayoría que vuelve a
pedir un cambio político, desde y con el chavismo como centro fundamental de
conducción del proceso de avance político y que sólo podrá darse a través de un
fenómeno emergente, que sí tendrá la capacidad de polarizar con el
conservadurismo de derecha ideológica y actitudinal que hoy existe en los dos
polos.