EL SEXO EN EL ARTE DE FINALES DEL SIGLO XIX
El
desastre del 98 ennegreció España. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y
otras colonias crearon una crisis política y social que la Generación
del mismo nombre se encargó de perpetuar. Unamuno, Baroja, Azorín y compañía
mostraron las miserias de un país en decadencia, triste, sin alma. La historia
siempre ha contado la visión que los autores del 98 ofrecieron, pero había
mucho más.
Más
allá de la España negra había ganas de libertad, de evasión, de sexo, de
sensualidad, de mirar y disfrutar. Poco se ha contado de esta España “verde”,
que no solo estaba en su gente, sino también en su producción artística.
Fotografías, ilustraciones, revistas, relatos eróticos, cortos pornográficos, shows
de revista y transformismo… todas ellas caben en las páginas del libro Culturas
del erotismo en España, 1898-1939 (Editorial Cátedra), de Maite
Zubiaurre, una recopilación de imágenes y un repaso a la historia más
erótica de España. Mientras todos recuerdan la Edad de Plata del arte español,
Zubiaurre encontró la edad de oro de la sensualidad.(...)
El libro 'Culturas del erotismo en
España, 1898-1939', de Maite Zubiaurre descubre una España más verde y menos
negra que la que contaba la Generación del 98
El origen de esta obra no pudo ser más casual. La
autora paseaba por una tienda de antigüedades cuando encontró un libro de
fotografías de la familia real de Alfonso XIII. Al pasar las páginas
encontró que, si bien las primeras imágenes correspondían al monarca y a Isabel
II, después comenzaba una colección inmensa de postales llenas de
manifestaciones sexuales.
Felaciones, cunnilingus, tríos… todo cabía en aquel
misterioso libro que terminaba de nuevo con fotografías de la familia real.
Maite Zubiaurre se topó con una España diferente a la que la literatura le
había enseñado y decidió que el pueblo debía conocer a una sociedad ajena a
las restricciones sexuales y distinta de la España sombría que todos
imaginan. Como dice en su libro, “una España verde y no negra”.
La autora confiesa a El Confidencial que
cuando encontró esas postales pensó que las cosas comenzaban a cuadrar y que
esa “España negra de los Gutiérrez Solanas y de los Unamunos” era sólo una
España entre las muchas que había. Zubiaurre resalta que España no se
diferenciaba tanto de lo que ocurría al otro lado de los Pirineos. “Allí se
baila el foxtrot, las calles se llenan de flappers y las oficinas de
'taquimecas', los homosexuales salen de los extranjeros armarios, y en las
fiestas circulan libremente la morfina y la cocaína. ¿Y en España? En España,
también. En España, lo mismo, porque todo llega a nuestro país: la
droga, los condones, las postales eróticas, el psicoanálisis de Freud, la
sífilis, los idilios homosexuales, el nudismo y la pornografía. Y lo que
no llega, nos lo inventamos, con derroche de imaginación y de gracia”, explica.
Una
España que se tiñe de verde gracias al erotismo, una nación “verdinegra con
irisaciones de mosca carroñera”, como la define la autora, que cree que
se leían más las novelas cortas de la sicalipsis que las de la Generación
del 98.
Una
tercera España
El
libro de Maite Zubiaurre crea una nueva teoría y se olvida de las dos
Españas, la liberal y la conservadora, y propone una nueva división. La
España visible, dominada por la alta cultura, y una España fantasmal,
ninguneada por la historiografía cultural. Entre ellas, un puente de
unión: la cultura erótica popular. Por ello las imágenes mezclan
imaginería para ambos sectores, elementos modernos y elitistas como medias de
seda francesas y máquinas de escribir, y símbolos castizos y cañís como peinetas
y mantillas andaluzas.
“El
erotismo, como la muerte, no entiende de clase social. El erotismo está en todas partes, pero el erotismo
tiene, también, sus jerarquías. Lo hay muy fino, relamido y
sofisticadamente perverso en esa España del primer tercio del siglo XX (amor a
la francesa), pero también lo hay acanallado y groserísimo”, aclara la autora.
Para
Maite Zubiaurre este erotismo contribuyó a una liberación de la mujer,
aunque suene a paradoja. En la iconografía sicalíptica del momento el hombre
había cosificado y convertido en objeto sexual a la mujer moderna. Secretarias,
telefonistas, taquimecas… todas ellas eran el centro de la cultura erótica del
momento, querían frenar así la liberación de la mujer de clase media.
Ese nuevo
modelo de mujer, al que tenía acceso la mujer española gracias a la iconografía
erótica, abría nuevos horizontes a su imaginación. ¿Es misógina la sicalipsis?
Claro que sí. ¿Ayuda, a pesar de todo, y contra todo pronóstico e intención, a
la mujer? También
“Lo cierto es que, con burla o sin ella, reducidas,
o no, a objetos sexuales, las mujeres que veían retratadas, en los semanarios
galantes, las postales eróticas, y las novelitas sicalípticas (siempre
profusamente ilustradas) a esas ciclistas y taquimecas, a esas nudistas de piel
dorada y ademanes libres, veían un “modelo de mujer” muy diferente al que se
retrata en las novelas de los “unamunos”. Ese nuevo “modelo de mujer,” al que
tenía acceso la mujer española gracias, en gran medida, a la iconografía
erótica, abría nuevos horizontes a su imaginación. ¿Es misógina
la sicalipsis? Claro que sí. ¿Ayuda, a pesar de todo, y contra todo pronóstico
e intención, a la mujer? También”, zanja la autora.
Erotismo
sin memoria
Maite
Zubiaurre tuvo que investigar y buscar durante más de diez años las imágenes e
historias que componen Culturas del erotismo en España. El principal
problema con el que se encontró la autora fue la ausencia de archivos
históricos para este tipo de imágenes, algo que sí que tienen otros países
europeos como Reino Unido.
Aquí,
debido a los gobiernos conservadores y la presión que siempre ha ejercido la
iglesia con todo lo relacionado con el sexo, nunca se ha procedido a
proteger la cultura del erotismo. “En España se le tiene poco respeto y una
infinita e enquistada prevención a la carne y a sus placeres. Lo que dura (y lo
que importa) son los huesos, las figuras descarnadas del Greco, los Cristos
famélicos y amarillentos colgados de los crucifijos, y las fotos de muerto,
mucho más populares, como indica acertadamente López Mondéjar, en ese primer
tercio del siglo XX que las fotos de desnudeces retozonas. Siempre he pensado
que a Goya le “perdonamos” su Maja desnuda porque es también el pintor de los
caprichos y de los desastres de la guerra”, explica Zubiaurre.
Desnudismo
integral: Una nueva visión de la vida (Laura Brunet)
Para
paliar esa situación ha creado una
página web que sirve como complemento a su obra y como archivo
en el que la gente puede colaborar aportando sus imágenes eróticas de la
fecha.
Su
libro alcanza a la producción sicalíptica hasta 1939. Después sí que vino la
oscuridad. El Franquismo paró la producción de todo tipo de imágenes eróticas,
como cuenta la autora a este periódico: “La producción se paró. Y lo ya
producido fue desapareciendo, porque intervenían las autoridades, porque las
gentes se avergonzaban, en el clima reinante, de los viejos “pecados” y
desenfrenos. Miedo y hambre: contra eso no puede el sexo”.