La representación cinematográfica de la vida de
Bolívar realizada por Alberto Arvelo ha suscitado mucha discusión pública. Difícilmente
podría ser de otra manera, por el tema tratado en la película, la promoción
gubernamental que ha recibido, y las dimensiones de la producción, la más cara
en Latinoamérica hasta la fecha. Gran parte de la discusión ha girado en torno
a las falsificaciones históricas del guión. Dado el contexto en el que sale a
la luz esta producción, es muy importante observar el discurso que subyace a la
narración cinematográfica, y sus connotaciones ideológicas. Lo importante de
las deformaciones históricas, omisiones, exageraciones o invenciones del guión,
es el sentido que ellas adquieren en el discurso del que son tributarias.
Siendo una obra de ficción, sin embargo se percibe un doble juego, pues “El
Libertador” comienza mostrando cifras y fechas históricas, lo que sugeriría que
se está ante la representación de hechos reales. Y culmina con un fusilamiento
de Bolívar, versión que sin estar respaldada por evidencias fue defendida por
el presidente Chávez como una verdad ocultada por las oligarquías.
Lamentablemente, no pocos espectadores tomarán a la película como un relato
histórico.(...)
¿Cómo está construida esta ficción? Bolívar es el centro gravitatorio único de
la historia. Los demás personajes, escuetos, se definen con relación a él, un
héroe que obra prácticamente solo. Las relaciones sociales, las fuerzas
económicas que inciden en el proceso independentista, permanecen invisibles;
las contradicciones sociales se naturalizan, aparecen como parte del paisaje.
La población misma, las clases y castas que la conforman, no tienden a actuar
de acuerdo a intereses propios. Los esclavos apenas intervienen en la trama,
siendo un baile la secuencia más significativa en la que aparecen como grupo
definido. Sus parlamentos son monosilábicos. Estamos ante una narración que
responde al más reaccionario positivismo.
El racismo, la opresión y la explotación del sistema de castas colonial
tuvieron una importancia central en el proceso de la independencia. No por
accidente las mayorías oprimidas en la primera hora del proceso independentista
enfrentaron a los blancos criollos que eran el opresor directo y cotidiano.
Oficiales independentistas como Campo Elías, realizaron campañas para capturar
a esclavos fugitivos. El propio Bolívar fusiló a Piar, uno de los militares
patriotas más geniales, por motivaciones fundamentalmente racistas.
Para reforzar la invisibilización de las contradicciones sociales y económicas
de la época, la película de Arvelo muestra el apoyo británico al
independentismo, la participación de irlandeses en las filas patriotas, pero no
muestra el apoyo haitiano a Bolívar, brindado a cambio de su promesa incumplida
de libertar a los esclavos en Venezuela. Engañosamente, el libreto hace que
Bolívar plantee que está a favor de la igualdad, y no solo de la de los hombres
blancos, mientras que nada muestra de las expectativas de los esclavos y los
pobres que participaron en la lucha.
No hay otros personajes de interés: Miranda es un viejo obtuso, Rodríguez un
pesado moralista, Sucre un fiel acatador de órdenes, Páez un cobarde, y a Pedro
Camejo se le ve por dos segundos. Manuela Sáenz y María Teresa del Toro
demuestran cierta inteligencia, pero su único rol en la película es el de
compañeras sentimentales de Bolívar. Hay que decir que el propio Bolívar es
bastante chato. Como orador resulta limitado, la metáfora del “diluvio de
libertad” que emplea repetidamente en la arenga más importante de la película
es lamentable. Tampoco se le muestra como estratega militar, pues en las
batallas pone a su ejército a embestir de frente contra el enemigo sin mayor planificación,
incluso participa directamente en las batallas como un soldado más, contra toda
lógica y sentido estratégico. Como político no parece tener muchas luces,
dejándose manipular por un banquero inglés que luego fraguaría su supuesto
asesinato, o liberando a Santander en aras de una solución política cuyo
contenido permanece desconocido para el espectador, para inmediatamente
planificar un golpe militar, en un bandazo inexplicable. Los planteamientos más
avanzados de Bolívar, como su rechazo al rol opresor de EEUU en el continente,
o su apuesta por la unidad americana, no tienen relevancia en la película. El
único virtuosismo de este Bolívar es una voluntad que nunca flaquea, una
disposición permanente a batirse a tiro y a espada contra sus enemigos. El suyo
es un ímpetu que arrastra por pura fuerza tras de sí a miles de personas
incondicionalmente; sin conocer derrotas porque hasta cuando lo fusilan él es
quien da la orden. Lejos de la declarada intención de los realizadores de
mostrar a un Bolívar humanizado y alejado del mito, se le baja de un pedestal
para encumbrarlo en otro igualmente inhumano.
Podríamos concluir que no es equivocado el elogio que le dedica el presidente
Maduro a la película por presentar “el Bolívar más chavista que ha habido”. Así
es, por la concepción de la historia que transmite, una historia hecha por un
único héroe gigantesco que borra los conflictos de clases y de castas, al que
el pueblo proporciona numerosos extras para obedecerle en una marcha enérgica
hacia delante, sin pausas o vacilaciones. Un Bolívar salido del molde del
discurso del poder actual, y por ello vacío de todo contenido revolucionario.