Irrumpió en la sala con un enérgico “Hola, ¿Cómo están?”
Acompañado de una sonrisa de oreja a oreja. Tras caminar a paso lento – apoyado
a su bastón – por el pasillo de aquella sala de conferencia, donde junto a unos
20 periodistas, aguardaba su llegada, Quino bromeó de entrada diciendo: “¿Qué
diría Mafalda sí…? No empecemos con eso por favor.”, el lugar entonces fue todo
risas y caras de admiración – la mía incluida – al ver al responsable del
pensamiento crítico de ese personaje, que insistimos todos quienes la
veneramos, es más que un simple “dibujito” y que él trata de convencernos – sin
éxito – que no es real, y que se llama Mafalda.(...)
Es la edición número 40° de la Feria del Libro de
Buenos Aires, la ciudad está de fiesta, celebra la literatura, a Julio Cortázar
y los 50 años que hoy cumple Mafalda. Quino se sabe emocionado, su editora, que
lo acompaña en la conferencia dice no haber oído una conversación como la que
acaba de tener el maestro con nosotros “nunca oí a Quino hablar tanto en estas
cosas, y miren que llevo años junto a él”. La sala entonces se emocionó, en
parte nos sentimos halagados. Yo siento nervios, me enmudezco, imaginé tanto
este momento que ahora que es posible no lo creo. Tiemblo.
Le preguntan en qué cree que ha cambiado el mundo y
hacia dónde cree que va, y contesta que evidentemente ha cambiado mucho “tecnológicamente”
y agrega “El mundo está cambiando y cambia siempre, por suerte, pero no
acabamos de encontrar una manera, de ser buenos seres humanos y de dejar de
jodernos los unos a los otros, es así.” Reflexiona.
Quino hace bromea constantemente y se burla de los “achaques”
que hoy le deja su vejez. “No veo bien. Tampoco escucho bien.” Pide en
repetidas ocasiones que le repitan la pregunta o le indiquen donde están
ubicados los periodistas que le interrogan para poder verles al responderles,
dice en buen tono: “No he entendido nada de lo que dices, no sé si es el
retumbe en el micrófono o algo con esta sordera mía.” A pesar de sus 81 Quino
responde con una lucidez absoluta, de manera muy natural; parece estar cómodo. “Está
contento” dice su editora, quien asegura que tan es así que accedió a firmar
autógrafos dos veces durante la feria.
Me da la sensación que algunos periodistas, o no saben
por qué su editor los mandó a esta conferencia o están igual de nerviosos que
yo. Estamos todos tímidos para agarrar el micrófono y es que los personajes
como Quino intimidan a cualquiera, nos animamos. “¿Cómo se imagina a
Mafalda ahora que tiene 50 años?”, le preguntan y el dibujante no titubeó en
responder que no se la imagina, ni a ella ni a los demás personajes desde 1973
cuando dio por terminada la tira.
“Hay gente que se plantea, si Susanita se hubiera
casado con Felipe y ese tipo de cosas. A mí jamás se me ocurren porque no
siento como personas de verdad a mis personajes”, contó el caricaturista.
Le parece una tontería que haya gente que se moleste
cuando dice, que siempre ha visto a sus creaciones como simples “dibujitos”.
Confiesa “Yo me comparo con un carpintero al que le gusta trabajar la madera y
entre los muebles que le salen habrá alguno que le gusta más que otro, pero a
todos los quiere igual”, explicó.
Quino reflexiona acerca de su obra y se pregunta
cuando ve su producción – nos dice – cómo ha hecho tantas cosas. Recuerda con
asombro el hecho de que se tomaba al menos cuatro horas para generar la idea y
luego cuatro más para dibujarla.
¿Tenemos que aprender de los niños?, es acaso ese el
mensaje detrás de Mafalda y sus amigos, - le indago- y explica que sí,
“Sí, creo que tenemos mucho que aprender de los niños porque son gente
que están muy en estado virgen e inocentes y se hacen preguntas que nosotros
los adultos no nos animamos, o que no sabemos cómo preguntar. Nosotros estamos
ya muy intimidados por la falta de respuesta a muchas cosas que nos preguntamos”
asegura.
Agrega, que tenemos que aprender de ellos – los niños –
y aprender de todo el mundo, de los viejos, de los hospitales (el personal que
ahí trabaja) también, “creo que la vida es una cosa que se va desarrollando…y
uno aprende de los enfermeros que con calidad humana ayudan a una cantidad de
gente a no pasarla tan mal y que se les reconoce muy poco, ¡Gracias a ellos!
Tenemos que aprender…” y asiente con la cabeza.
La conversación se acaba, Quino parece querer seguir,
antes dice “Me siento viviendo en un mundo que no entiendo”, da las gracias, se
despide y sonríe.
Un personaje, que junto a sus tiras, es desde ya
inmortal, como otros grandes autores.