Luis Fuenmayor Toro
Que el imperialismo
estadounidense, actuando a través de cualquiera de sus agencias de intervención
en otros países, envíe dólares para financiar la subversión, no es algo de
extrañar en absoluto. Es prácticamente inherente a su existencia, a su condición
de potencia, de amo del mundo; está si se quiere en sus orígenes mismos. Que
trate de envilecer a sus instrumentos humanos, para hacerlos dependientes y
poderlos utilizar lo mejor posible, tampoco tiene qué sorprendernos. Lo han
hecho y lo continuarán haciendo. El problema mayor para nuestro país es que
nuestros gobernantes y nuestros políticos copien y utilicen este tipo de acciones,
en sus relaciones internas con la gente y externa con el resto del mundo. Ya
hemos escrito sobre la conducta cínica del imperio y de cómo la misma ha sido
copiada y asimilada como propia por parte de la llamada revolución bolivariana.(...)
El gobierno ha
copiado también la práctica de utilizar el dinero del país, para financiar a
políticos latinoamericanos considerados amigos. Recordemos la maleta de
Antonini repleta con cientos de millones de dólares, enviados para ayudar a
Cristina en su reelección a la Presidencia argentina. Recordemos las ayudas
financieras y de otros tipos prestadas a las FARC, con lo cual nos inmiscuíamos
en la lucha por la toma del poder en Colombia, irrespetando su soberanía; ahora
nos quejamos de la intervención de Uribe en nuestros asuntos internos. Y el
caso de Zelaya, Presidente hondureño derrocado por un golpe de Estado, a quien
le inventamos un cargo administrativo-político, para pagarle un buen sueldo y
financiarlo mientras se parapeteaba junto con su equipo partidista; nunca
sabremos cuánto nos costó y cuánto invertimos en la candidatura de su esposa a
la Presidencia de Honduras.
Nuestro gobierno se
comporta como los gringos incluso en otros aspectos, menos limpios que el del
financiamiento de políticos en el exterior. El gobierno calumnia a sus enemigos
internos, crea historias muchas veces increíbles para desprestigiarlos,
acusarlos judicialmente y encarcelarlos. Eso hace el gobierno gringo con sus
enemigos externos, pues tiene muy pocos o no tiene enemigos internos
importantes. Si alguien se ha alimentado de las malas prácticas imperialistas
es el gobierno chavecista, tanto en época del eterno efímero como en la de su
heredero. En este manejo mentiroso de las situaciones muchas veces se les pasa
la mano a ambos, aunque el caso venezolano es particularmente jocoso. Las armas
de destrucción masiva de Saddam Hussein fue una calumnia gigantesca de EEUU, que
sirvió para invadirlo detenerlo y asesinarlo y que fue creída por los fanáticos
del imperio hasta que, luego de la invasión, se supo la verdad.
Aquí se inventa el
hallazgo de unas maletas llenas de dólares, de bolsas con cocaína y de morteros
en los campamentos de los muchachos de Chacao y Baruta. ¡Era allí donde se
guardaban los dólares enviados por la CIA y donde tenían la droga! La insensatez
del invento no es óbice para que los fanáticos locales lo crean y teoricen
sobre ello.