El silencio cómplice de la
Comunidad
Internacional
Por: Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Abogado - Magíster en Defensa
nacional.
Buenos Aires Argentina
Hace unas semanas, en los medios periodísticos de todo el
mundo trascendió el pedido de disculpas de la ONU por su fracasada gestión en
Siria. Rápidamente vino a mi memoria el drama del pueblo saharaui, un ejemplo
claro donde la comunidad internacional mantiene un silencio cómplice ante las
pruebas evidentes sobre las violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos.
No solo en el pasado, donde se cometieron crímenes de lesa humanidad y crímenes
de guerra, sino en la actualidad, donde la potencia ocupante −Marruecos− se
niega a cumplir con un Plan de Paz, que se ha transformado en letra muerta,
explota los recursos naturales del territorio ocupado en abierta contravención
al Derecho Internacional, unido a una política de represión sistemática de
cualquier gesto de disidencia u oposición por parte de la población saharaui.
Cabe destacar que la población saharaui en los territorios ocupados vive en
una suerte de apartheid, siendo ciudadanos de segunda, al ser los menos
beneficiados de las políticas de inventivo económico que promueve Rabat, con
el claro objetivo de promover la llegada de colonos marroquíes y borrar la
identidad y cultura saharaui. Una violación flagrante a los Convenios de
Ginebra.(...)
Mientras millares de saharauis en los territorios ocupados viven
sujetos a un régimen opresivo, afectados por la pobreza, el desempleo y la
discriminación. Poderosos intereses económicos se benefician ampliamente con
la explotación de las ricas minas de fosfatos y la pesca. A ello se suman las
explotaciones agrícolas, lucrativo negocio que genera también muchos millones,
de los cuales los saharauis no ven un «céntimo». La ONU, que pide perdón por la
sangría del pueblo sirio –víctimas de la «competencia» entre viejas potencias y
otras que buscan un lugar «bajo el sol»– es un testigo mudo de la injusticia en
el Sahara Occidental. Por un lado, encontramos una misión de paz que carece
de facultades de monitoreo de derechos humanos, algo insólito, pero que
responde a los intereses de la potencia ocupante y su aliado, Francia, país
paladín de los derechos humanos, especialmente en América Latina, donde se han
cansado de darnos lecciones a los sudamericanos sobre dicho tema, pero parece
que no son tan estrictos con otros países, como Marruecos. La respuesta es
simple: intereses. Esos intereses, han impedido que la opinión pública mundial
conozca el drama humanitario de los refugiados en Tinduf y que hoy subsistan
gracias a una ayuda siempre menguante. Esos intereses inconfesables están detrás
del silencio informativo, que impide que el mundo conozca la dura realidad de
los saharauis en los territorios ocupados y el terrible pasado de torturas,
desaparición forzada de personas, represión indiscriminada y ataques armados a
la población civil (Um Draiga, prueba de un crimen de guerra), de las fosas
comunes halladas el año pasado por un equipo de la Universidad del País Vasco.
Esperemos
que algún momento, la ONU, que capitaneó exitosos procesos de paz como el de
Timor Oriental y Namibia (donde tuvo una actuación más que destacada), no solo
pida perdón por décadas de sufrimiento del pueblo saharaui, sino que arbitre
los medios para que la voz de este pueblo, ejemplo por su lucha y resistencia,
sea escuchada. Mientras tanto, todos los amigos del pueblo saharaui debemos
mantenernos firmes difundiendo con nuestros medios al alcance la Justa Causa
del Pueblo Saharaui.
Jorge
Alejandro Suárez Saponaro