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31 marzo, 2014

La izquierda pos-Petro


Por Santiago Gamboa 
Los hechos ocurridos recientemente en la Alcaldía de Bogotá, el affaire Petro, pero también el de Piedad Córdoba, hacen urgente un debate que no puede seguir postergándose y que tiene que ver con el modo en que se juzga a la izquierda democrática en Colombia, con la equidad que nuestro viejo y elitista sistema está dispuesto a concederle a esa izquierda, que dejó muy atrás la lucha armada y que está convencida de que el espacio para defender sus argumentos es el hemiciclo del Congreso o la plaza pública, y sus armas más efectivas el lenguaje y las ideas. Esa izquierda salió a la conquista de un espacio político y lo obtuvo esgrimiendo argumentos, lecturas de la realidad y visiones del porvenir transformadas en programas sociales. Los ciudadanos votaron por todo eso y le dieron un lugar relevante. Pero justo ahí comenzó el problema.(...)

Vistas las cosas desde arriba, se diría que nuestro sistema sí está dispuesto a convivir con la izquierda, a dejarla respirar y agitar sus brazos, siempre y cuando sea minoritaria, siempre que permanezca en un tono menor y ocupe papeles relevantes pero secundarios. Siempre que su vuelo sea corto y vigilado y que su brazo no alcance jamás hasta los centros neurálgicos donde está el verdadero poder. Da la impresión de que con ella se aplica el principio de las vacunas, que consiste en inocular un poco de la enfermedad para que el organismo aprenda a resistirlo y evite males mayores. Pero nada más. Porque si esa izquierda democrática llega a levantar la cabeza y sus músculos electorales se desarrollan, entonces truena y caen rayos. Como en las películas de submarinos, una luz roja se enciende y por los altavoces se escucha: ¡Alerta! ¡Alerta!
No dudo de los argumentos legales que llevan a justificar todo lo ocurrido, pues basta que alguien se ponga en ello para encontrar, buceando entre decretos e incisos, lo que se requiere para lo que sea. Si se encontró la cuadratura del círculo legal que permitió a los jefes paramilitares hablar en el Congreso, ¿qué no podrán encontrar nuestros fieros e implacables leguleyos? Si se lo proponen, serían capaces de demostrar que el Sol gira alrededor de la Tierra. Estos experimentados sabuesos olfateadores saben muy bien qué deben hallar cuando se trata de suprimir a una peligrosa bacteria que entró al organismo y que es ajena a él.
Porque, en el fondo, de eso se trata: las iniciativas de la izquierda, en Colombia, siguen siendo percibidas como ajenas a la vida política habitual, y por eso la sensación es que un representante de esa izquierda debe remar el triple que sus contradictores para obtener lo mismo, y que si llega a obtenerlo necesita otro tanto para mantenerse, pues de inmediato caen sobre él todas las sospechas. Mucho más cuando a esto viene a sumarse el elemento oligárquico criollo, que es una de las claves de nuestra política. Al igual que para los aborígenes de la Amazonia —según Lévi-Strauss—, las relaciones de parentesco son fundamentales en la supervivencia de nuestro sistema, en donde un apellido “raro” puede ser un agravante. Por eso si la verdadera intención es llevar a término un proceso de paz, creando un nuevo país que incluya a todos, estas sospechas deben esclarecerse de una vez y para siempre.