En 2006, el maestro contó sobre
su experiencia al cantar en el Carnegie Hall de Nueva York y contó sobre esa
experiencia. “Cuando yo me vaya de esta vida, de este mundo, ellos van a seguir
cantando mi música”, dijo, en relación a las versiones que músicos jóvenes
hacen de sus temas
MARJORIE
DELGADO AGUIRRE
Apenas llega de la gira
que lo llevó por Estados Unidos y Canadá, pero en su conversación la palabra
que más se escucha es Venezuela. Afirma que se moría de ganas de cantar otra
vez aquí, y por eso hoy realizará un concierto en homenaje a las madres Trata
de quedarse con su liquiliqui beige y su sombrero, pero el sofocante calor de
la ciudad, a pleno mediodía, hace que antes de hablar vaya a cambiarse el traje
que lo ha acompañado durante tantos años.
Tío Simón comienza la conversación
con la advertencia: "Si me vas a hacer un reportaje y me echo cualquier
equivocada, por la edad que tengo, bueno, tú me arreglas, oíste?". Un
pedido que enseguida se demuestra innecesario. A sus 76 años, quizá las
palabras no llegan como torrente a sus labios, pero al hablar de música no hay
jugada que le haga la memoria, quizá porque cada episodio de su vida se hizo
canción, cada recuerdo está impreso en los más de 200 temas que ha compuesto y
cantado durante casi 60 años de trayectoria artística.
La voz del poeta del
llano se escucha a ratos tenue, a ratos enérgica, pero cuando hace incisos en
la "conversa" para entonar algún canto, parece que estuviera cantando
el mismo Simón que en los días de su niñez se paseaba por su natal Barbacoas
con el tarareo incesante del "Toma, torito, toma" del Chato Ortín, o
el mismo que una noche cualquiera, de ésas en las que el destino le guiña el
ojo a la suerte, entrara a improvisar en la Orquesta Siboney.(...)
Aunque ya no es
"novillo", al cantor se le iluminan los ojos cuando dice que
únicamente aspira, como se escucha en su famosa "Tonada de
cabestrero", a seguir "cantando su copla en la madrugá" para
poder representar a Venezuela. Con su hablar cantadito, dice que llevar parte
de la música venezolana a otros rincones del mundo es lo que lo hace feliz. Eso
sí: "Para que lo sepas, mija, no lo hago por mí, lo hago por Venezuela,
porque se lo merece y lo necesita. El país tiene muchas cosas para representarlo
y yo lo hago con canciones, así como lo hacen otros con música también o con
pelota, porque no soy yo nada más".
Puntero en la soledad,
puntero en la multitud Ocho días antes de cumplir los
12 años, quedó huérfano de padre. Se enfrentó, como él mismo reconoce, a la
realidad de muchos venezolanos, es decir, tener que convertirse prematuramente
en el hombre de la casa. Por esos días ni tan siquiera la música -y ni hablar
de la fama- se asomaba por la ventana de su humilde casa. Así que, de
pantalones arremangados, el pequeño Simón comenzó a trabajar como cabestrero,
como vendedor de empanadas, como repartidor de bodega y de periódicos. Fueron
jornadas duras, de lucha constante en compañía de su mamá y sus pequeños
hermanos, pero también de lucha en solitario, porque era el único que a lo sumo
"medio tenía" la edad de salir a trabajar. No por simple detalle, sus
hermanos menores lo llaman papá.
Su música no está
desligada de esos episodios que le sirvieron para entrar en contacto directo
con su tierra, su Barbacoas natal y posteriormente San Juan de los Morros, con
su gente, con las jornadas del llano, con esos colores del amanecer que ya
mucho antes han dibujado las primeras horas de trabajo, con los atardeceres de
descanso para contemplar con más detenimiento el paisaje. Ahora mismo, en sus
oficinas, desde donde puede ver ese Ávila hermoso que también le ha inspirado
algunas letras, Simón Díaz no deja de pensar el llano con esa misma añoranza de
su canto: "Sabana... /con tu brisa de mastranto,/ tus espejos de laguna,/
centinela de palmeras/ que se asoman con la luna./ Aquí me quedo contigo/
aunque me vaya muy lejos,/ como tórtola que vuela/ y deja el nido en el
suelo".
Cada imagen de su música
lo hace estar en contacto con sus querencias, con las mismas nostalgias que le
han permitido la hazaña de llevarle un llano plagado de metáforas al hombre
citadino, de crearle todo un universo simbólico a quien nunca ha amanecido con
el mugir de las vacas e incluso a quienes jamás han pisado suelo venezolano,
seres de otras partes del globo que pueden así imaginar y sentir un paisaje que
no conocen. No por casualidad se pregunta Graterolacho: ¿qué sería del llano
sin Simón?
El llano en Manhattan
Se acaba de comprobar
esto, una vez más, en el mítico Carnegie Hall de Nueva York, donde la emoción
hizo correr lágrimas no sólo en los rostros de venezolanos residenciados en esa
ciudad, sino también de los centenares de estadounidenses que asistieron a su
concierto. Al ritmo del arpa, cuatro y maracas, se hizo evidente que la inmensidad
del llano tiene frontera breve cuando de música se trata. Una sensación que
luego, con "Luna de Margarita", con "Tardes merideñas" y
otros tantos temas, se extendió para cubrir a toda Venezuela y hacerla presente
en la sala. Si fue solo, "puntero en la soledad", como Simón Díaz
compuso sus canciones, allí se mostró que ahora es puntero en la multitud para
representar al país en cualquier lugar adonde llega.
Un mes antes de la
función, en la puerta del teatro, ya el afiche de promoción mostraba una franja
transversal con las palabras Sould out, para anunciar el agotamiento total de
las entradas. "Para mí, haber cantado en el Carnegie Hall significó mucho,
además de una gran emoción. Yo estaba encantado de estar ante ese público que
cantaba y lloraba con mis canciones. Los primeros minutos me tradujeron, pero
ya después solo fue la música, el público, la tremenda emoción y yo", dice
Díaz, evidentemente conmovido por el recuerdo.
Su presencia en esa ciudad,
como en tantas otras plazas del mundo en las que es constante referencia a
través de otros artistas que cantan y versionan sus composiciones, confirma el
invalorable legado de este compositor a la cultura venezolana. ¿Tonadas
electrónicas? Las notas y los amores de "Caballo viejo" han sido interpretados
por muchas agrupaciones. Con una versión de este tema, con arreglos de Leoncio
Ontiveros, la Coral de Táchira obtuvo en el año 2001 el segundo lugar de uno de
los certámenes más prestigiosos del canto coral: el Festival Internacional de
Habaneras y Polifonía, en España.
La agrupación juvenil
venezolana Hijos de la Calle le puso clave de rap y combinó la voz de Díaz con
las de sus integrantes. Gilberto Santa Rosa lo llevó hasta las discotecas, para
bailarlo al ritmo de salsa sinfónica. Estas son sólo algunas de las 350
versiones que tiene este tema, en 12 idiomas. Admiradores de Díaz, como Joan
Manuel Serrat, han hecho de esta canción un punto obligado en sus conciertos.
Al contrario de lo que
muchos pudieran pensar, las nuevas generaciones de venezolanos se encargan de
mantener viva la música del tío Simón, nombre con el que lo conocieron hace
años en el programa televisivo que conducía. Temas como "Clavelito
colorado" y "Tonada de luna llena", entre otros, han pasado por
los filtros de equipos especializados para hacer con ellos música electrónica.
Lejos de mostrarse
contrariado, el autor se deleita al escuchar estas iniciativas. Su hija
Bettsimar Díaz, quien funge como su representante, comenta: "A mi papá
siempre le ha encantado que la música pueda vestirse de todas las formas que
las mismas generaciones van creando. Para él, sigue manteniendo su esencia,
porque ninguna forma ofende a la otra. La música, me ha dicho toda la vida,
tiene que correr según como el hombre se vaya expresando."
Así, al autor de "El Becerrito" le
gustan los paseos musicales de ese caballo y de otras tonadas que comienzan a
sonar en la radio de la mano de agrupaciones como Caracas Sincrónica, que
también se ha encargado de versionar sus temas. No deja de llamar a los jóvenes
para que conozcan la tierra venezolana y encuentren en ella fuente inagotable
para su inspiración. A su vez, él encuentra en ellos la esperanza de seguir
cantando eternamente. "Cuando yo me vaya de esta vida, de este mundo,
ellos van a seguir cantando mi música". Y en medio del bullicio de la
ciudad el legendario poeta concluye: "Mientras pueda, espero seguir
cantando. Aunque ya no compongo, porque la memoria no es como antes, espero
estar a los 80 fajao en la tarea de representar a mi país". Y la despedida
no podría se diferente. Se apresura a cantar: "Así como tu voz es tuya/ mi
canción eternamente/ y si quiere mi voz un día marcharse / que no me quite Dios
poder cantarte/ déjame que te cante Venezuela"