El cantautor publica el libro ‘Muy
personal’
Es una amplia colección de dibujos y
notas manuscritas
Anuncia nuevo disco y una posible
gira de despedida
DIEGO A. MANRIQUE Madrid
En
1969 Phil Ochs publicó un elepé titulado Rehearsals for retirement. El
cantautor tejano anunciaba que estaba “ensayando para el retiro”, vista la horripilante
deriva política de su país, entonces bajo la Administración Nixon. De alguna
manera, también en Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) se advierte hoy un desinterés,
un cansancio soberano; en su caso, por la música.
Hay
un nuevo disco en marcha, aunque se lía al explicar una de sus canciones: “Te
gustará, está dedicada al difunto Tom Waits... ¿cómo? perdón, hablo del tipo
que murió este verano. Eso: J. J. Cale. ¡Si el tema se llama Cuerpo de jota
jota!”. No se asombren, son cosas del desapego: “Si voy a ser sincero, hace
meses que no pongo un disco. Estoy comprando la colección de los Beatles que
saca EL PAÍS pero no los escucho. El primer domingo, estuve a punto de poner Sgt.
Pepper pero finalmente me dio pereza, no ando yo muy psicodélico”.
Pero
Joaquín ¿nada de música? “Bueno, de vez en cuando encuentro algún concierto en
algún canal raro de la tele y lo dejo un rato. Vi uno de Bruce Springsteen.
También a bandas nuevas que no me dejaron marca, ni siquiera recuerdo los
nombres”. La televisión es un electrodoméstico importante en la guarida de
Sabina, en la madrileña plaza de Tirso de Molina: “Siempre está puesta, sin
sonido pero con el mando al lado, por si sale algo que me llama la atención”.(...)
Asegura
que suele dormir con el canal 24 Horas a bajo volumen. “Así, cuando me
despierto, ya he asimilado las principales noticias”. Ahora, en serio: “¡Hablo
en serio! Me contaron que Rafael Alberti, cuando volvió a España, tenía siempre
preparada una maleta, por si había que salir de naja. Yo comparto ese miedo, a que
ocurra un golpe o una revolución y también tengo una maleta para emergencias.
Seguramente es el miedo del pobre a que le quiten lo poco que tiene”.
¿Golpe,
revolución? “Sí, y no necesariamente de izquierdas. Con la que está cayendo,
todo es posible. No sé hasta cuándo aguantarán los españoles. Somos resignados
pero, carajo, nos están meando en la sopa una y otra vez”. ¿Y dónde se
exiliaría en esas circunstancias? “En Latinoamérica. Me gusta cómo hablan el
español pero también sus bailes, las caderas de las mujeres, el alcohol, los
sentimientos que se expresan de forma rotunda, todo”.
Quitemos
dramatismo a todas esas especulaciones. Estamos ante el mismo Sabina de
siempre, locuaz y guasón, quizás más flaco, bien maqueado. A su alrededor
revolotea una garde du corps femenina, entre su gente y la de su
editorial, atenta a sus necesidades. “Me dejo llevar por ellas: no conduzco ni
tengo móvil. Tampoco uso Internet, ¿para qué? Lo importante acaba filtrándose a
la prensa de papel; el resto no me interesa. Ni siquiera la pornografía, y eso
que siempre defendí las películas guarras. Detesto el porno actual, con esos
cuerpos depilados. A mí, dame pubis rizados y braguitas con ligueros (risas)”.
Estamos
hablando de alguien que disfruta el toque del Rey Midas. “¿Tú crees? Igual me
confundes con Belén Esteban”. El periodista se refiere a lo bien que se venden
incluso sus biografías, sus colecciones de sonetos y, previsiblemente, sus dibujos
y sus notas, ahora agrupadas en Muy personal. “Pues sí, está pensado
como regalo de Navidad para los muy sabineros”.
Providencialista,
sabe convertir un patinazo creativo en un (previsible) acierto comercial:
“Había firmado con Planeta un libro de memorias. No una cosa ambiciosa, como el
Crónicas de Dylan; más bien, un anecdotario. Pero resulta que soy un
inútil para la prosa. Pasé un mes trabajando y no me da vergüenza reconocer que
no me salió nada. Estoy muy mal acostumbrado por mi otro empleo, como poeta de
guardia, al filo de la actualidad. Para mí, escribir un poema es como resolver
un crucigrama: las leyes de la rima te van llevando y así disimulas la falta de
grandes ideas”.
Asumido
el bloqueo, pactó con Ángeles Aguilera, la editora de Planeta, que se llevó
unos cuadernos donde acumula “anotaciones y garabatos, con mucho colorín”. La
selección fue cosa de la editorial, advierte: “Con tantos culos y tetas, van a
pensar que soy un salido. Bueno, también salen muchos gallos y alguien me hará
una lectura freudiana. Me basta con que reconozcan que soy mejor artista
gráfico que Dylan (carcajada)”.
No
es una edición ejemplar: faltan transcripciones de sus textos, a veces bastante
ilegibles: “Eso es manía tuya, que te quieres enterar de todo (más risas).
Dejarlo así sirve para dar más ambigüedad. Por ejemplo, recojo una frase que vi
en Arco: ‘Ya basta, hijos de puta’. Igual había una intencionalidad política
pero yo prefiero verlo como un grito de protesta contra el mundo del arte, los
Damien Hirst, las instalaciones y las performances, todo eso. Cuando me
encuentro con esa confluencia de paletos y estafadores, me endemonio”.
Volvamos
a la música, si es posible: “En general, las nuevas canciones hablan del
deterioro, tanto social como personal. Puede que sean la perfecta excusa para
una gira de despedida. Una despedida de verdad, aunque haga luego cosas
puntuales, como Miguelito [se refiere a Miguel Ríos]. La verdad es que puedo
vivir perfectamente sin volver a pisar los escenarios. Eso hay que dejárselo a
los chavales”.
No
le conmueve el listado de artistas venerables que siguieron al pie del cañón:
“Georges Brassens nunca fue joven. Lo mismo que Leonard Cohen, esencialmente no
cambiaron desde su primer elepé”. ¿Y el tan citado Dylan? “Yo creo que
Zimmerman gira por aburrimiento, no hay nada que le retenga en casa. Yo tengo
mis libros, mi mujer, mis amigos. Quizás mi frase más citada sea la de ‘como
fuera de casa, en ningún sitio’. Ahora mismo, ya no firmaría algo así".