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19 diciembre, 2013

¡Y SI NO ESTAMOS DORMIDOS!!!



Viñeta de La Retaguardia
Por Augusto Knoche  

El estudio de los estallidos sociales siempre ha sido, como objeto de estudio, la verificación una anomalía funcional en la sociedad. Sin embargo, para algunos teóricos marxistas, la anomalía era el no-evento, la ausencia de la efervescencia de masas que según las leyes del desarrollo histórico debería corresponder a ciertas “condiciones objetivas”.

Si algo hay que precisar sobre la fenomenología social, es que no es posible aplicar modelos de causalidad simple o linear que permitan predecir cuándo surgirá una protesta, cuándo una protesta particular desencadenará una oleada de movilizaciones más amplias y/o cuándo las movilizaciones tendrán efectos en la arena política. Es decir, ningún estudioso de la realidad social que se respete se atrevería a argumentar que la variable X (por ejemplo, un aumento del costo de la vida o  deficiencias en el servicio energético, etcétera) influirá de manera indeclinable en la variable dependiente Y (transformar una elección municipal en un plebiscito).(...)


El problema, tal y como se expresa en nuestro país en estos días, es que la certeza racional que descubre las profundas inequidades y dislocaciones  de las políticas erráticas del Estado venezolano, desaparece al inútilmente tratar de entender la falta de respuesta social a la denuncia. Es decir, una vez expuesto el desastre de la gestión de Maduro, y la debacle política, económica y social a la que estamos sometidos los venezolanos, se espera que se produzca una reacción automática de los sectores sociales a los que se ha señalado como principales víctimas. Y cuando esa reacción no se produce, surgen las dolorosas interrogantes. ¿Por qué los habitantes  no se manifiestan contra un alto costo de la vida, una inseguridad galopante y pésimo servicio eléctrico? ¿Por qué el pueblo no acudió al llamado de  la MUD a votar, para castigar ineficiencia y la corrupción extendida como un cáncer en todos los estratos del gobierno?

Después del 08 D, podemos hacer varios ejercicios reflexivos. El primero es que no se puede pretender que el ejercicio de la democracia local quede supeditada a lo macro. La política no acepta rendirse al ímpetu de la imposición dogmatica, al egoísmos de una visión castrante, excluyente, sectaria, hegemónica; que suelen dar la espalda a grupos sociales que aspiran, por encima de su militancia, a que el país se enrumbe por la senda del progreso, el desarrollo y la calidad de vida.

 La segunda categoría de análisis, es sobre las supuestas victorias morales o simbólicas que de poco sirven si no vienen acompañadas de convicción democrática. Y de allí lo inverosimil, tanto de los números maquillados que pretender legitimar al intento de gobierno de Maduro, como la suerte de premio de consolación a la oposición, al tratar de escudriñar votos y voticos para tratar de reducir la brecha con el  gobierno; porque lamentablemente se cree que en democracia las victorias se cuentan solo en número de votos, en desmedro del crecer, sumar y avanzar como sociedad.

Lo cierto es que esta elección no genero el resultado deseado para forzar un viraje en la conducción política del país; y es por este resultado que se han desatado resentimientos y recriminaciones baratas contra el “pueblo”, porque éste sigue sin hacer caso al llamado a los llamados a intifadas patrióticas. No faltan sesudos dirigentes 2.0, que se regalan el placer de acercarse a linchar al pueblo en twitter y facebook. ¿Por qué no despierta la gente?, se preguntan, indignados. La cuestión, me parece, es de una obviedad apabullante, ¿y qué tal si la gente no está dormida?
 ¿Qué tal si la racionalidad económica del pueblo llano, del ciudadano de a pie,  difiere del lenguaje de los notables analista económicos que en nombre de la oposición defienden el libre mercado? ¿Qué tal si la gente desconfía tanto de los políticos rojos encumbrados ahora en el poder como de los que disfrutaron las mieles de la IV Republica, como el clan de los Römer en Carabobo, o la dirigencia de Acción Democrática, por nombrar dos caras visibles de la actual oposición? ¿Qué tal si la gente no está dispuesta a seguir decretos de movilización popular y protesta emitidos en un tono tan autoritario como los que provenían del discurso altisonante del difunto Chávez? ¿Qué tal si la gente no quiere seguir dando cheques en blanco, como ya les ocurrió en 1998, con el proyecto político del MVR? ¿Qué tal si el ciudadano de a pie, el que sufre las calamidades, que día a día brega por un mejor país, no encuentra el espacio social donde poder expresar su voz?

Poco se  puede teorizar o predecir sobre los detonantes de una movilización social a gran escala, excepto que pocas veces las movilizaciones ocurren en el vacío. Generalmente hay algún tipo de organización, redes o  estructuras de vinculación social, que sirven para recibir y propagar la chispa del descontento, la cual, esa sí, puede ser direccionada políticamente. En este momento histórico, desgraciadamente, ese tejido cívico sobre el que se pueden montar las movilizaciones sociales simplemente no existe, debido a la reducción de espacios para la vida pública, producida, entre otros factores, por el  autoritarismo pesuvista que viola flagrantemente de la vida democrática, la práctica del dinero y la violencia en la política a la mejor usanza del crimen organizado, y la imposición de la tesis de la resignación, del estancamiento y la precariedad.

Por lo mismo, es prioridad reparar esos tejidos sociales que crean las redes de solidaridad necesarias para la movilización. Esto pasa por un movimiento político de nuevo orden, que genere cambios en el plano de la relación social y del vinculo entre gobernantes y ciudadanos, con sentido de construcción de un nuevo escenario político social, configurado sobre la base de la pluralidad, democracia, participación en los asuntos públicos, respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas.

La renovación del liderazgo, la modernización de la estructura partidista, la definición de un nuevo proyecto nacional, la seriedad y honestidad del mensaje, la apertura a los distintos sectores sociales y la colaboración junto con las demás fuerzas sociales y políticas a la solución de los específicos problemas los pueblos y comunidades, son apenas algunas de las tareas  que debe encarar esta nueva organización.

Es imperativo superar la visión del ejercicio del poder en relación a un conflicto de intereses, de la política como juego o dialéctica amigo-enemigo, que tiene en la guerra su máxima expresión; para avanzar hacia una perspectiva opuesta que contemple la política en un sentido ético, como una disposición a obrar en una sociedad utilizando el poder público organizado para lograr objetivos provechosos para el conglomerado social, donde se defina el ejerció del poder como forma de acuerdo y decisión colectiva.