Viñeta de La Retaguardia |
El estudio de los
estallidos sociales siempre ha sido, como objeto de estudio, la verificación
una anomalía funcional en la sociedad. Sin embargo, para algunos teóricos
marxistas, la anomalía era el no-evento, la ausencia de la efervescencia de
masas que según las leyes del desarrollo histórico debería corresponder a
ciertas “condiciones objetivas”.
Si algo hay que precisar
sobre la fenomenología social, es que no es posible aplicar modelos de
causalidad simple o linear que permitan predecir cuándo surgirá una protesta,
cuándo una protesta particular desencadenará una oleada de movilizaciones más
amplias y/o cuándo las movilizaciones tendrán efectos en la arena política. Es
decir, ningún estudioso de la realidad social que se respete se atrevería a
argumentar que la variable X (por ejemplo, un aumento del costo de la
vida o deficiencias en el servicio
energético, etcétera) influirá de manera indeclinable en la variable
dependiente Y (transformar una elección
municipal en un plebiscito).(...)
El problema, tal y como
se expresa en nuestro país en estos días, es que la certeza racional que
descubre las profundas inequidades y dislocaciones de las políticas erráticas del Estado venezolano, desaparece al
inútilmente tratar de entender la falta de respuesta social a la denuncia. Es
decir, una vez expuesto el desastre de la gestión de Maduro, y la debacle política,
económica y social a la que estamos sometidos los venezolanos, se espera que se
produzca una reacción automática de los sectores sociales a los que se ha señalado
como principales víctimas. Y cuando esa reacción no se produce, surgen las
dolorosas interrogantes. ¿Por qué los habitantes no se manifiestan contra un alto costo de la vida, una
inseguridad galopante y pésimo servicio eléctrico? ¿Por qué el pueblo no acudió
al llamado de la MUD a votar, para
castigar ineficiencia y la corrupción extendida como un cáncer en todos los
estratos del gobierno?
Después del 08 D, podemos
hacer varios ejercicios reflexivos. El primero es que no se puede pretender que
el ejercicio de la democracia local quede supeditada a lo macro. La política no
acepta rendirse al ímpetu de la imposición dogmatica, al egoísmos de una visión
castrante, excluyente, sectaria, hegemónica; que suelen dar la espalda a grupos
sociales que aspiran, por encima de su militancia, a que el país se enrumbe por
la senda del progreso, el desarrollo y la calidad de vida.
La segunda categoría de análisis, es
sobre las supuestas victorias morales o simbólicas que de poco sirven si no
vienen acompañadas de convicción democrática. Y de allí lo inverosimil, tanto
de los números maquillados que pretender legitimar al intento de gobierno de
Maduro, como la suerte de premio de consolación a la oposición, al tratar de
escudriñar votos y voticos para tratar de reducir la brecha con el gobierno; porque lamentablemente se
cree que en democracia las victorias se cuentan solo en número de votos, en
desmedro del crecer, sumar y avanzar como sociedad.
Lo cierto es que esta elección
no genero el resultado deseado para forzar un viraje en la conducción política
del país; y es por este resultado que se han desatado resentimientos y
recriminaciones baratas contra el “pueblo”, porque éste sigue sin hacer caso al
llamado a los llamados a intifadas patrióticas. No faltan sesudos dirigentes
2.0, que se regalan el placer de acercarse a linchar al pueblo en twitter y facebook. ¿Por qué no despierta la gente?, se preguntan, indignados. La
cuestión, me parece, es de una obviedad apabullante, ¿y qué tal si la gente no está
dormida?
¿Qué tal si la
racionalidad económica del pueblo llano, del ciudadano de a pie, difiere del lenguaje de los notables
analista económicos que en nombre de la oposición defienden el libre mercado? ¿Qué
tal si la gente desconfía tanto de los políticos rojos encumbrados ahora en el
poder como de los que disfrutaron las mieles de la IV Republica, como el clan
de los Römer en Carabobo, o la dirigencia de Acción Democrática, por nombrar dos
caras visibles de la actual oposición? ¿Qué tal si la gente no está dispuesta a
seguir decretos de movilización popular y protesta emitidos en un tono tan
autoritario como los que provenían del discurso altisonante del difunto Chávez?
¿Qué tal si la gente no quiere seguir dando cheques en blanco, como ya les
ocurrió en 1998, con el proyecto político del MVR? ¿Qué tal si el ciudadano de
a pie, el que sufre las calamidades, que día a día brega por un mejor país, no
encuentra el espacio social donde poder expresar su voz?
Poco se puede teorizar o predecir sobre los
detonantes de una movilización social a gran escala, excepto que pocas veces
las movilizaciones ocurren en el vacío. Generalmente hay algún tipo de
organización, redes o estructuras de vinculación social, que sirven para
recibir y propagar la chispa del descontento, la cual, esa sí, puede ser
direccionada políticamente. En este momento histórico, desgraciadamente, ese
tejido cívico sobre el que se pueden montar las movilizaciones sociales
simplemente no existe, debido a la reducción de espacios para la vida pública, producida,
entre otros factores, por el autoritarismo pesuvista que viola flagrantemente de la vida
democrática, la práctica del dinero y la violencia en la política a la mejor
usanza del crimen organizado, y la imposición de la tesis de la resignación,
del estancamiento y la precariedad.
Por lo mismo, es
prioridad reparar esos tejidos sociales que crean las redes de solidaridad
necesarias para la movilización. Esto pasa por un movimiento político de nuevo
orden, que genere cambios en el plano de la relación social y del vinculo entre
gobernantes y ciudadanos, con sentido de construcción de un nuevo escenario político
social, configurado sobre la base de la pluralidad, democracia, participación
en los asuntos públicos, respeto a los derechos humanos y la dignidad de las
personas.
La renovación del
liderazgo, la modernización de la estructura partidista, la definición de un
nuevo proyecto nacional, la seriedad y honestidad del mensaje, la apertura a los
distintos sectores sociales y la colaboración junto con las demás fuerzas
sociales y políticas a la solución de los específicos problemas los pueblos y
comunidades, son apenas algunas de las tareas que debe encarar esta nueva organización.
Es imperativo superar la
visión del ejercicio del poder en relación a un conflicto de intereses, de la
política como juego o dialéctica amigo-enemigo, que tiene en la guerra su máxima
expresión; para avanzar hacia una perspectiva opuesta que contemple la política
en un sentido ético, como una disposición a obrar en una sociedad utilizando el
poder público organizado para lograr objetivos provechosos para el conglomerado
social, donde se defina el ejerció del poder como forma de acuerdo y decisión
colectiva.