La experiencia venezolana de la semana pasada es demasiado importante como para no referirse a ella. Y pienso que si vemos más allá de las apariencias es un hecho que el Régimen no podrá sostenerse mucho más tiempo y que Venezuela recuperará su democracia.
CAV (Colegio de Arquitectos de Venezuela) www.cav.org.ve
AUTOR
Oscar Tenreiro
No me extiendo aquí en explicar
por qué lo digo, pero sí para examinar uno de los síntomas que explican lo que
afirmo y atañe a nuestro campo, la ciudad y la arquitectura.
Avanza sin duda la consolidación
de una nueva etapa del Régimen dirigida hacia un agotamiento absolutamente
irresponsable, no sólo de los recursos económicos (algo señalado hace poco por
un economista usando una y otra vez precisamente esa palabra:
irresponsabilidad) sino de la poca racionalidad que existía en ciertas
decisiones. Etapa caracterizada por un vendaval de absurdos e improvisaciones
vendidas con palabras que los disfrazan de avances revolucionarios, siendo más
bien regresiones o simples resultados de luchas entre camarillas de poder.(...)
Los techos metálicos que nada
protegen.
Al decir esto tengo en mente
específicamente la política de acción sobre Caracas, que estuvo centrada en una
disparatada Misión Vivienda de lógica imposible si se la ve fuera de la
justificación ideológica que la sustentó: afiebradas hipótesis de impulsión de la
igualdad social gracias a una especie de colonización de la ciudad. Promovida,
según se decía, mediante la inserción de población pobre (mayoritariamente sin
empleo fijo) en sectores urbanos de clase media (como cuña de cambio social ¿?)
usando para ello sin seguir Proyecto Urbano alguno, la expropiación para
construir viviendas de todo terreno subutilizado, no importaba donde estuviere.
Viviendas de mínimas prestaciones, maquilladas con materiales de construcción
de revestimiento y otros adornos, como techos metálicos y muros sinuosos en los
niveles superiores, que pretenden lavarle la cara a una arquitectura surgida de
la uniformización despiadada dirigida a evitar complicaciones. Se ignoraron los
equipamientos porque se decía que eso sería objeto de otros planes que nunca se
ejecutaron y se utilizó una inmensa cantidad de dinero hasta hoy mantenida en
el más estricto secreto, apoyándose en lo que definitiva es el núcleo central
de esta parodia revolucionaria: los dólares petroleros, despilfarrados y robados.
Pues bien, el cuerpo directivo
de esa política caraqueña, que canalizaba el dinero y su poder a través de un
llamado Ministerio para la Transformación Revolucionaria de Caracas y la
Oficina de Proyectos Especiales para Caracas, ha sido defenestrado, justo ahora
después de las elecciones, para ser sustituido por otro a cargo del candidato
perdedor de la Alcaldía Mayor de Caracas, quien suponemos disfruta de una
confianza de parte del Alto Poder que se le niega a los que van de salida.
Queda así a cargo del opulento Ministerio un gris periodista cuyas únicas
virtudes conocidas antes de ser nombrado Ministro de Información hace menos de
dos años, eran las de hacer poco atractivas entrevistas en un espacio estelar
de la televisora del Estado, en las que balbuceaba lugares comunes.
¿Por qué destaco esto? Porque se
trata del fin de la carrera revolucionaria, al menos en los altos niveles
burocráticos, de gente que se empeñó en darle una cara profesional a las ansias
de Poder de un Caudillo. E hicieron toda clase de acrobacias para lograrlo,
siendo la mayor, la más notoria y cuyas consecuencias la convertirán en la más
difícil de superar cuando se recupere la democracia, la Misión Vivienda en
Caracas y los demás exabruptos de la Oficina de Planes Especiales. Y entre
estos uno que pudiera ser el monumento más importante a la arbitrariedad que
haya dejado como resultado la gestión de esta camarilla: un enorme puente sobre
la Autopista del Este caraqueña, para peatones, llamado Puente Ecológico, que
conecta los terrenos del aeropuerto (urbano, aún en funcionamiento) de La
Carlota con el Parque de Este. Se comenzó a construir sin que existiera un plan
completo de reacondicionamiento de los terrenos del aeropuerto y se desconoce
de qué manera afectará sus adyacencias. Pero lo más notorio es que se anunció
como un símbolo de la conexión del verde espacio de Burle Marx y lo que sería
un nuevo parque para la ciudad, por eso su caricaturesco nombre. Y lo que hemos
visto progresar es un típico y torpe puente de vigas prefabricadas con
dimensiones estructurales excesivas que en sus estribos suponemos que soportará
unas grandes jardineras para justificar su nombre. Todo un logro de diseño
fake. Mentiroso, hecho a base de superposición de intenciones sobre un
esqueleto simplista, adocenado, sin valor especial alguno. Y es que los puentes
peatonales, como sabemos a través de la historia, incluso en el caso de los
puentes colgantes en sociedades rurales y primitivas, son siempre una
oportunidad de diseño y de inventiva estructural. Y en las sociedades
industriales hay muchos ejemplos, sin que dejemos de mencionar entre los más
recientes un par de puentes de Calatrava (los problemáticos de Bilbao y de
Venecia) y el de Foster sobre el Támesis. Y esa tradición es replicada aquí,
todas las distancias guardadas, por esta revolución gloriosa con una versión
tropical del parto de los montes: un puente de carretera adornado con palabras,
tan falso y tan esquemático como la mayor parte (hay algunas excepciones
rescatables) de los edificios de vivienda que la fulana Misión ha hecho en
Caracas.
Y por eso creo que ese puente
tiene el carácter de símbolo, no de una aproximación consciente a la integridad
de un parque que es la mejor obra de Roberto Burle Marx, ni de las
posibilidades de anexión a un espacio público de enorme importancia para la
ciudad, sino de la hipocresía, el oportunismo y la cortedad de miras.
Y al referirme a él y al
recordar una vez más las premisas ideológicas del plan de vivienda para
Caracas, aludo en realidad a lo que ha sido la trayectoria de esa cupulilla de
Poder representada por los hoy defenestrados. Que, debo decir para quienes esto
leen y no conocen detalles venezolanos, que se trata de arquitectos.
Que fueron fulminados por el
rayo protector del Caudillo que los elevó a posiciones que nunca se imaginaron.
Allí se envanecieron hasta sentirse obligados a recubrir de nubes rosadas las
acciones de un líder negativo que jamás será recordado en Venezuela como
promotor de la unión y del amor a un destino común como lo ha sido Nelson
Mandela. Y así como hicieron eso con la persona que les dio nueva vida, lo
hicieron con los planes que tuvieron que improvisar y poner en marcha para
garantizar la conservación del Poder que los elevó. Fueron un ejemplo de la crítica
prostituida que mencioné la semana pasada. La sesgada por objetivos políticos y
estrategias de manipulación de la opinión ajenas a toda premisa disciplinar.
Ausentes por ello de los problemas reales de la ciudad y su arquitectura.
Estos personajes se encontrarán
de repente de regreso a su condición de personas sin poder o con poder
disminuido por las nuevas camarillas. Enfrentados a la dura evidencia de que
inventaron una inmensa ilusión para hacerle justicia al rango que les fue
conferido y terminó transformándolos en otros. Que los llevó a traicionarse a sí
mismos, o por lo menos a una buena parte de lo que hasta ese momento había sido
su mundo personal.
¿Qué les queda ahora? ¿Rechinar de dientes como dice la
Biblia? No lo creo. Se empeñarán en seguir cubriendo con tinta dorada lo que
hicieron. Tinta dorada de pura ideología, nubes rosadas incapaces de darle la
tranquilidad de haber sido fieles a sus conocimientos. Porque deberán reconocer
que traicionaron lo que les había tomado una vida conocer.
Y los que no estaban en el tope
de la pirámide de Poder, también arquitectos, ya veremos qué se les ocurre, a
qué tabla de salvación recurren. Que será también el de la crítica prostituida
que tan bien han sabido usar a través de los años. Para seguir flotando y no
perder del todo el respeto que una vez tuvieron.