Las denuncias
tienen varios años. El gobierno de Chávez/Maduro insiste en adoctrinar a niños
y adolescentes sin importarle críticas ni denuncias. Este semana en El País, el
colega Alfredo Meza revisa el desaguisado rojo-rojito que coloca a Chávez en
igualdad con Bolivar. Así continua la nota:
La Colección
Bicentenario, una serie de libros escolares que el Estado reparte en las
escuelas públicas, reinventa el modo en que niños y jóvenes estudian la
historia reciente del país
En la
contraportada está el manchón con los nombres que dieron vida a la Colección
Bicentenario, los libros de texto que el Gobierno deVenezuela entrega de
forma gratuita en las escuelas públicas. Arriba y a la izquierda el comandante
supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías. A continuación su delfín
y actual presidente de la República, Nicolás Maduro. Luego vienen los nombres
de la ministra de Educación, de los viceministros y los encargados de proponer
una lectura acorde con la cosmovisión chavista de la historia republicana de
Venezuela. Esa donde la llamada revolución bolivariana rescata la obra de los
padres fundadores después de los intentos de continuar con el proyecto independentista
libertador Simón Bolívar.(...)
En el libro
Historia de Venezuela Contemporánea, una asignatura que se imparte en el cuarto
año de bachillerato (el penúltimo año de la escuela secundaria), se lee en el
primer capítulo de la primera unidad lo siguiente: “Cuando entramos a la
segunda mitad del siglo XIX ya podemos ir hablando de una contemporaneidad
venezolana, cuyas raíces las hemos encontrado en un estilo americano que
llegaba de Estados Unidos de América desde 1824. Avanzamos este dato para que el
lector esté pendiente de su reaparición más adelante en el marco de las
relaciones comerciales de Venezuela con el exterior”.
Esa sentencia
marca el tono del texto de 272 páginas, publicado por primera vez en 2011 y
reeditado por tercera vez en 2013. Este libro es uno de los 70 encargados a los
autores de la Colección Bicentenario, que abarcan desde la educación inicial
hasta el último año de educación media. No solo Estados Unidos, al que en la página
169 se le compara con el III Reich, se convierte en la gran bestia negra que
impidió la consolidación de una república libre. Los gobiernos anteriores al
chavismo –el período de 40 años transcurrido entre 1958, cuando cayó la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez, y la victoria de Hugo Chávez, en 1998- son a lo largo
de la obra los principales responsables de la tragedia nacional, contenida
apenas por la aparición del comandante Chávez.
Construida a
base de manipulaciones históricas, de protagonistas desconocidos, la relectura
de la historia que propone el Gobierno en las escuelas del Estado promueve la
adoración del líder y la satanización de todo aquello que no comulgue con sus
intereses. “Una primera observación es que los libros no están adecuados ni al
programa del año 1997 de Educación Básica ni al currículum llamado bolivariano.
En muchas oportunidades, las lecturas, los ejercicios o los ejemplos son
manipulaciones para ensalzar al actual régimen o para hacer culto a la personalidad”,
afirmó el profesor Mariano Herrera, coordinador del área de Educación de la Mesa
de la Unidad, en un artículo publicado por el diario Tal Cual en
octubre.
La observación
de Herrera recoge una preocupación de padres y representantes que no comulgan
con las interpretaciones del chavismo: la inminente reforma del Currículo
Nacional Bolivariano propuesta por el Ministerio de Educación en
noviembre, pero cuyo contenido aún es un misterio.
Del Gobierno
de Rómulo Betancourt (1959-1964) se ha elegido contar como hecho principal la
represión a la izquierda que eligió el camino de la lucha armada inspirada en
el ejemplo castrista y algunas de sus causas: la traición que según esa
cosmovisión significó la firma del Pacto de Punto Fijo –el acuerdo mediante el
cual los partidos políticos Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y
socialcristiano Copei acordaron la estabilidad democrática participando en el
gabinete del gobierno elegido en 1959, un pacto que dejó por fuera a un aliado
en la lucha contra la dictadura como el Partido Comunista de Venezuela-, el
apoyo de Venezuela a la expulsión de Cuba de la Organización de Estados
Americanos en 1960 y las fricciones internas que esa decisión ocasionó en la
coalición de Gobierno. “Desde el año 1959, cuando se producen manifestaciones
en Ciudad Bolívar, con saldo de muertos y heridos, Betancourt había dado órdenes
de ‘disparar primero y averiguar después’ contra cualquier intento de ‘desorden
público’ contra la ‘democracia”.
Las comillas
en la palabra democracia tienden un puente con las dudas que en vida expresaba
Chávez sobre el carácter del proceso iniciado en 1958: una época según la cual
se traicionó el espíritu unitario de la revuelta cívico-militar que culminó con
el derrocamiento del último dictador del siglo XX, Marcos Pérez Jiménez. Todo
el libro en realidad es un amplio ajuste de cuentas con los gobiernos de lo que
el chavismo ha bautizado como “democracia representativa”. En sintonía con lo
anterior, del período de Raúl Leoni (1964-1969) también sobresale la continuación
del combate de la lucha guerrillera, su apego político a la Doctrina de
Seguridad Nacional promovida por Estados Unidos, la agudización de la política
de secuestros, torturas y desapariciones forzadas “cuya lista sería harto difícil
citar aquí puesto que se trata de un evento”.
Las
presidencias de Rafael Caldera (1969-1974), Carlos Andrés Pérez (1974-1979),
Luis Herrera Campins (1979-1984) y Jaime Lusinchi (1984-1989) son despachadas
con un prejuicio común: la idea de que encabezaron gobiernos entreguistas que
profundizaron la dependencia de Venezuela en todos los órdenes y los manejos
corruptos que derivaron en una impagable deuda externa y una crónica crisis
económica. De las segundas presidencias de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y
Rafael Caldera (1994-1999) destaca su presunta subordinación a las ideas
expresadas en el Consenso de Washington y la lectura del Caracazo de 1989 como
el antecedente de los golpes de estado de febrero y noviembre de 1992,
consagrados como rebeliones e insurrecciones que respondieron “a la apertura
económica, al desmantelamiento del Estado, al modelo privatizador y a la
corrupción como sistema”.
En realidad el
texto de Historia de Venezuela Contemporánea es un memorial de los errores que
cometieron y la deliberada omisión de los logros. Toda la obra de esos
gobiernos, como, por ejemplo, la nacionalización de la industria petrolera y la
creación de la estatal Petróleos de Venezuela en 1976, es analizada con una
perspectiva crítica que parece ser el aperitivo que prepara la entrada al
proscenio de Hugo Chávez, a cuyos tres primeros años en la presidencia
(1999-2002) se dedican 60 páginas con un tono entre hagiográfico y panegírico.
En una
entrevista concedida al diario oficialista Correo del Orinoco el
pasado mes de octubre, la profesora América Bracho, coordinadora de los textos
de ciencias sociales de la Colección Bicentenario, aseguró en una entrevista
que no había nada que temer en los 35 millones de textos que distribuye
gratuitamente el Gobierno. “Con los libros se busca la libertad de pensamiento”,
asegura. Y más adelante afirma: “Aquí no impone nadie. Los puede usar cualquier
niña, niño o adolescente, sea cual sea la posición política de su familia. Acá
se dice lo que otros libros omiten: las verdades que no les convienen”.