Cuba fue la primera en introducir la
clásica caja de puros habilitada, a mediados del Siglo XIX, y hoy sigue siendo
la más conocida forma de envasar los Habanos.
A las originales decoraciones de la caja
se les llama Habilitaciones.
Cada etiqueta tiene su propio nombre, y
todas se colocan a mano.
Algunas etiquetas se ponen antes de
llenar la caja y otras se aplican con posterioridad. (...)
Como Conservarlos
Un buen Habano es una esponja respecto a
la capacidad de absorber cualquier perfume con el cual entra en contacto, y si
además pasan al menos tres semanas y hasta un par de meses para transformar un
cigarro seco a condiciones de humedad óptima, basta solo media hora de
exposición del cigarro en un ambiente con menos del 50% de humedad relativa
para secarlo en modo tal que compromete el placer de fumarlo.
Si bien los humidores forrados de
porcelana y los recipientes de vidrio o cerámica son óptimos para periodos
breves de conservación, tienen la ventaja, como los tubos de aluminio, las
bolsas de celofán y el film transparente, de conservar el cigarro húmedo y
perfumado como al origen de la confección, estos materiales no absorben el
perfume de los cigarros ni les dan beneficio alguno.
Para ello es necesario conservar los
Habanos en un huidor.
Aunque los habanos tienen su propio
proceso de envejecimiento, en muchos casos el paso de los años mejora la
calidad del puro, pero para ello hay que seguir unas determinadas normas de
conservación.
La temperatura y la humedad a las que se
mantiene el cigarro son importantes para su supervivencia, que se puede
prolongar más de 15 años.
El puro debe conservarse en condiciones óptimas. Su
temperatura tiene que fluctuar entre los 16 y los 18 grados, con una humedad
relativa de entre un 65 y un 70 por ciento. La humedad es un elemento crucial.
Si un habano se humedece en exceso no se
podrá fumar (no se encenderá o no tirará). En cambio, si se seca, adquirirá un
sabor más picante. Por lo tanto, se debe mantener la temperatura lo más
constante posible y controlar la humedad.
Los humidores son la mejor herramienta
para conservar el habano. Un humidor puede ser una caja, un armarito o,
incluso, un cuarto completo, diseñado especialmente y que contenga una fuente
que genere o controle la humedad. Existe una gran cantidad de modelos entre los
que elegir.
El habano tarda unos días en aclimatarse
a las condiciones del humidor. Por ello, no es una mala idea separar
internamente los «recién llegados» de los huéspedes ya acomodados.
No guardar
los puros en el humidor genera problemas en el habano, aunque a veces se puede
intentar solucionarlos. Si un puro se seca, se puede humedecer suavemente y en
etapas, de lo contrario la capa se llega a cuartear cuando las hojas absorben
la humedad.
Aun así, si el habano ha estado reseco
durante dos o tres meses, probablemente habrá perdido un sabor que nunca
volverá a recuperar. En el caso contrario, la exposición prolongada a la
humedad puede hacer que el tabaco se pudra, pero lo más probable es que
aparezca moho.
Se trata de un moho blanco, color talco,
que aparece cuando se somete al habano a un incremento brusco de humedad. Se
debe eliminar con un cepillo.
También conviene
advertir que colocar los puros en el refrigerador es una mala opción, ya que
las condiciones de éste eliminan la humedad de los puros y además absorben los
olores de los alimentos.
El Habano es algo que exige
respeto, está hecho para todos los sentidos, para todos los placeres,
para la nariz, el paladar, los dedos, los ojos…Rodado entre los dedos su
leve crujido es un placer extra para los oídos.
Un buen Habano contiene la promesa
de una experiencia totalmente placentera.