EL PLAN MARSHAMAL
Abg. Juan Arturo Hernández Breznik
Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos resolvieron
poner en ejecución un plan de ayuda para la reconstrucción de Europa. Este plan
se denominó plan Marshall. Como fondos para dicho plan se destinaron unos
11.000 millones de dólares en dinero y unos 5.000 millones más en equipos, en
total unos 16.000 millones de dólares. Este plan benefició a 214 millones de
personas en 21 países, reconstruyendo ciudades, industrias, vías de comunicación,
etc; sentó las bases para la rehabilitación económica de estos países, entre
los cuales Alemania (la gran vencida) es hoy en día una de las principales
potencias económicas del mundo.
En Venezuela, durante la revolución bolivariana, se han dilapidado en
los últimos 15 años más de un billón (un millón de millones) de dólares, el
equivalente a más de 50 veces lo invertido en el plan Marshall.
La diferencia ha sido que en este Plan MarshaMAL revolucionario el dinero que pertenece a casi
30 millones de venezolanos se ha despilfarrado en campañas electorales, marchas
y contramarchas hasta para celebrarle el cumpleaños a Fidel Castro; el
financiamiento del PSUV; viajes de grandes comitivas del gobierno que le
cuestan al Estado cuantiosas sumas de dinero; eventos internacionales donde
Venezuela pone los reales para que otros países hagan buenos negocios; todo
esto en una lucha anti imperialista muy particular, porque por ejemplo, Rafael
Isea (PSUV) después de saquear al estado Aragua se fue a esconder en Washington
para hacer, según sus propias palabras, una pausa revolucionaria, continuar sus estudios y
dedicarle tiempo a su familia,
me imagino que todo eso lo hará con los 3.000 dólares de su cupo CADIVI.(...)
La inversión social se ha hecho en programas sin ningún tipo de
sustentabilidad en el mediano y largo plazo (recuerdan la ruta de la empanada,
los gallineros verticales o los cultivos organopónicos); una corrupción
descarada, escandalosa e impúdica; obras públicas que se presupuestan hasta
seis veces y no se concluyen, por ejemplo, a la autopista que une a San Felipe
con Morón, desde 1999 cuando terminó el gobierno del Dr. Caldera le faltan 10 kilómetros
aproximadamente para ser concluida, si la revolución le hubiese hecho un kilometro
por año ya estuviera lista, sin embargo no lo han hecho, y tuvieron la
desfachatez de cambiarle el nombre “Cimarrón Andresote”, y adjudicársela como
una obra “revolucionaria”. El caso de la plataforma gasífera Aban Pearl que se
hundió en el estado Sucre, días después de haber sido inaugurada, y anunciada
como “motivo de orgullo de la ingeniería nacional, y de la empresa PDVSA”; las
miles de toneladas de alimentos que se han podrido en los puertos por culpa de
la burocracia creada por ellos mismos.
A cambio nos han dejado un país improductivo; con una deuda pública
(interna y externa) incalculable; las mismas desigualdades sociales; un sistema
de salud por el suelo, los CDI y los módulos de Barrio Adentro (banderas del
gobierno) dos de cada tres están cerrados, en el Hospital Central de Valencia
han tenido que hospitalizar pacientes en hamacas colgadas en lo que fueron sus
jardines; una inseguridad y violencia que nos azotan, y que demuestran el
fracaso del sistema educativo revolucionario, ya que el 80% de las personas que
delinquen tienen una edad inferior a los 25 años, es decir tenían menos de 10
años cuando comenzó la revolución, y fueron “educados” por este sistema; servicios
públicos de muy mala calidad; una escasez y un desabastecimiento de tal
magnitud, que féminas revolucionarias en el estado Trujillo comenzaron a dictar
talleres sobre la elaboración de toallas sanitarias caseras y reusables, con lo
que tratan de empujar a la mujer venezolana, reconocida en el mundo entero por
su belleza, hacia una sociedad decimonónica. Y cuando se le pregunta a la gente
del gobierno sobre estos aspectos, su respuesta es: “pero ahora somos
independientes, y tenemos patria”.