Luis Fuenmayor Toro
Son interesantes los movimientos políticos
recientes del gobierno de Maduro, en relación con la producción de bienes y
servicios, sobretodo alimentos, y en el trato de las grandes empresas de televisión
comercial. Se está dando un viraje en relación con las políticas desarrolladas
en el pasado por Chávez, las cuales indudablemente no tuvieron resultados
exitosos, aunque esto le duela a los fanáticos de siempre y el propio gobierno
no quiera reconocerlo. Maduro entendió que la crisis de abastecimiento tiene
explicaciones más complejas que la del saboteo de unos productores apátridas.
Quiérase o no, gústenos o no, Mendoza desnudó completamente el desastre del
gobierno como productor de alimentos. La escasez estaba precisamente en las
áreas donde el gobierno tenía en sus manos la mayor parte de la producción
alimentaria.(...)
El fracaso de la agroproducción, exitosa sólo en
la intensa propaganda oficial, en las viejas declaraciones de Chávez y en los
agresivos desmentidos de cualquier denuncia efectuada al respecto, es hoy para
el pueblo venezolano más que evidente. La expropiada Agro Isleña, los
gallineros verticales, las estatizadas tierras de los valles de Aragua protegidas
de la vista de los curiosos, los centrales azucareros, las empresas lácteas
nacionalizadas, la ruta del cacao, todas las manos a la siembre, fueron propaganda
y más nada. Las empresas de producción social, sin el cariño de sus operadores
y víctimas de la ignorancia y la corrupción, han sido un fracaso que ya era
imposible seguir ocultando y que demandaban medidas alternas, pues la ausencia
de divisas, debido a su gigantesco gasto, impide hoy recurrir a las
importaciones como ayer.
El Presidente y su equipo dirigente, incluso
contrariados, tienen que llamar al sector privado, lo que se hace difícil pues
llevan años satanizándolo, para tratar de mantener la escasa producción
existente y recuperar los niveles del pasado. Adicionalmente, Maduro y compañía
se han convencido que la polarización electoral, tal y como ha venido siendo
manejada, ya les es contraproducente, por lo que debe hacerse menos pugnaz,
reducirse su beligerancia, para lo cual se tiene que conversar con sectores
anteriormente malditos. Las conversaciones con Cisneros y Camero y luego con
Globo Visión pretenden establecer nuevas reglas del juego menos beligerantes,
más civilizadas, si se quiere, que reduzcan la tensión política. Por supuesto
que esta nueva actitud, este giro de 90 grados, no agrada a los radicales, pues
lo consideran una traición a Chávez.
Lo que habría que saber es si estos cambios son
sólo electorales inmediatistas, debido a lo cercanas que deben estar las
elecciones de concejales y alcaldes, para llegar a ellas en mejores condiciones
que las actuales, o tienen un aliento un poco más largo. Aunque el interés es
principalmente en el área económica productiva y en los medios grandes
televisivos, no es de extrañar que algunos acuerdos tengan que ser extendidos
al sector laboral, aunque no necesariamente tocarán a las fuerzas políticas de
oposición, pero sí a los aliados, quienes podrán ver un poco más de luz que la
que les permitió Chávez en 15 años. Ante estos cambios, el discurso opositor
confrontador puede quedarse rezagado.