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Con
“Edulcorante” entendemos al grupo de aditivos utilizados para dar sabor dulce a
los productos alimenticios, y/o que se usan como edulcorante de mesa. Entre los
más conocidos encontramos: Sorbitol, Manitol, Xilitol, Acesulfamo-K, Aspartamo,
Ciclamatos, Sacarina… Productos que desde hace años forman parte de nuestra
alimentación.
En España,
tenemos una lista de edulcorantes autorizados para alimentación y sus
condiciones de uso, todo ello en el Real Decreto
2002/1995, de 7 de Diciembre de 1995, y sus modificaciones.
Además, la EFSA (European Food Safety
Authority) en Europa, y la FDA
(Food and Drug Administration) en Estados Unidos evalúa de manera continua la
seguridad de los edulcorantes alimentarios y marca sus condiciones de uso.(...)
Al
contrario de lo que se cree, su uso no es libre, los
edulcorantes se pueden usar en determinados productos ajustándose siempre a las
concentraciones y el modo de uso establecido. Además, para que un producto alimentario
pueda ser comercializado en España, deberá cumplir con lo establecido con
nuesro ya citado Real Decreto, que además, recoge que los edulcorantes se
utilizarán con arreglo a la práctica de fabricación correcta, a un nivel que no
sea superior al necesario para conseguir el objetivo pretendido y a condición
de que no confunda al consumidor.
¿Ha
sido siempre así? ¿Qué sucedía en las anteriores décadas?
La sombra
sobre los edulcorantes lleva décadas provocando inseguridad y alarma entre la
población, es muy común escuchar en la calle que la sacarina es cancerígena, o
que los edulcorantes matan, y que además son “artificiales”.
Tomando
perspectiva histórica, hay que señalar que los ciclamatos fueron prohibidos
para su uso como aditivos alimentarios en los EE.UU y otras partes del mundo en
la década de los 70 debido a los temores de carcinogenicidad. Este temor fue
debido a que se demostró que la sacarina causa cáncer de vejiga en los ratones,
y se emitió la alerta de que el mismo podría ocurrir en seres humanos. (Más
adelante volveremos a este tema).
Posteriormente,
y tras la suma de evidencia científica que demostraba su seguridad, los países
fueron levantando las restricciones, como Australia en noviembre de 1974.
Concretamente en EEUU tardaron 24 años en levantar las restricciones de
advertencias en el etiquetado sobre la sacarina.
Finalmente,
la FDA dejó de categorizar a la sacarina como carcinógena. Sin embargo, sus
detractores basándose sobre todo en argumentaciones quimifóbicas siguen
diciendo que los edulcorantes siguen planteando riesgos para la salud y
deberían ser introducidos en las listas de aditivos prohibidos.
Pero…
¿Es segura la cantidad máxima que recoge la legislación?
Concretamente
en Europa, en el proceso de aprobación de un edulcorante, la EFSA determina una
IDA (Ingesta Diaria Admisible) para cada edulcorante. Esta IDA
constituye la cantidad que puede consumirse diariamente con seguridad a lo
largo de la vida de una persona sin ocasionar problemas de salud, y se basa
en una cantidad experimental conocida como NOAEL (nivel sin efectos adversos
observados).
Las IDA se
expresan en mg edulcorante/kg de peso corporal y se calcula como la ingesta
segura dividida entre 100, para tener un margen de error bastante holgado. Es
decir, se coge la cantidad sin efectos adversos observados más alta (que ya de
por sí es inocua experimentalmente) y se autoriza una cantidad 100
veces menor.
¿Y
si abusásemos de los edulcorantes, nos podría pasar algo?
Los adultos
que consumen habitualmente productos con edulcorantes apenas ingieren un máximo
del 25% de la IDA de productos como ciclamato, acesulfamo-K, sacarina o
aspartamo.
Para que
nos hagamos una idea de la seguridad de los niveles de consumo, la media de
ingesta está 400 veces por debajo del NOAEL, un nivel que no mostró problemas
de salud.
Un ejemplo
gráfico para el aspartamo: cuya IDA es (40mg/kg peso corporal). Una persona de
80kg de peso tendría que consumir diariamente casi 400 sobres de edulcorante, o
unas 26 latas de refresco “light”. Y aún así, recuerdo que estaría con una
ingesta 100 veces inferior a la mayor que TODAVÍA o causa problemas.
¿Hay
evidencia o no de cáncer?:
La sacarina
ha sido uno de los aditivos alimentarios más estudiados de la historia, su uso
ha sido aprobado por la Organización Mundial de la Salud y más de 100 países.
Su relación con el cáncer se ha investigado profundamente, demostrando que NO
HAY RELACIÓN ENTRE LA SACARINA Y EL CÁNCER EN HUMANOS.
Desde hace
ya tiempo, antiguos estudios
como este, con una gran muestra de diabéticos británicos concluyó que incluso los
niveles altos de sacarina no incrementan el riesgo de cáncer. Es más,
la etiología del cáncer de vejiga en animales que aparece anteriormente en esta
entrada, y sobre la que se fundamenta todo el temor hacia los edulcorantes se
debe a los cálculos renales que produce una muy alta cantidad ingerida en
ratones por esos ensayos, de la misma manera que un abuso de sal o azúcar los
podría provocar (Hopkins 1977). En este sentido a día de hoy se siguen encontrando
los mismos resultados en estudios actuales.
El NCI (NAtional
Cancer Institute) recoge aspectos específicos para cada uno de los
edulcorantes y su relación con el cáncer, de esta manera encontramos que:
Sacarina: A raíz de
los estudios en ratones se etiquetó durante muchos años como peligrosa para la
salud, bajo el aviso “Este producto contiene sacarina”. Ese mecanismo no era
relevante en humanos y no se ha encontrado evidencia de que produzca cáncer en
humanos. En el año 2000 fue eliminada como cancerígena por el National
Toxicology Program.
Aspartamo: Aprobado
desde 1981, se temió que pudiera producir cáncer cerebral en los 80, estudios de la FDA
no muestran relación con el riesgo de cáncer.
Ciclamatos: La FDA
prohibió su uso en 1969 por estudios en ratas, se revisó su efecto en
posteriores estudios y se determinó que no es carcinogénico.
La
reducción de peso y los edulcorantes:
Durante
mucho tiempo se ha pensado que los edulcorantes bajos en calorías podían
estimular el apetito y aumentar, por tanto, la ingesta de alimentos y facilitar
el aumento de peso. Sin embargo, no hay evidencia que apoye esa línea, de hecho
los datos parecen mostrar todo lo contrario, asociando la sustitución de
bebidas azucaradas por edulcoradas con una reducción en la ingesta de
alimentos. (De La Hunty 2006). Otros estudios han examinado los efectos sobre
el hambre al sustituir el azúcar por edulcorantes, y no se ha encontrado un
aumento de la ingesta de alimentos ni la sensación de hambre (Anderson; Birch
1989).
Aún así, es
importante transmitir que los edulcorantes no adelgazan por sí
mismos ni tampoco permiten comer más cantidad de calorías, pero sí
que pueden ser útiles a la hora de sustituir a alimentos azucarados
convencionales.