NOTA DE LA REDACCIÓN:
El diario Kafka (el
diario.es, cuyo lema es “periodismo a pesar de todo”) publicó recientemente en
su portal, una entrevista realizada por el periodista Manuel Fernández-Cuesta
con el intelectual hispano - francés Ignacio Ramonet, que a su vez fue
reproducida por ADITAL. Los planteamientos que allí hace Ramonet nos parecieron
muy importantes por lo que la reproducimos para nuestros lectores.
Manuel Fernández-Cuesta
Diario Kafka
Adital

Diario Kafka: ¿Asistimos a un renacimiento de
los movimientos de protesta ciudadana?
Ignacio Ramonet: Desde que estalló la actual
crisis financiero-económica, en 2008, estamos asistiendo a una multiplicación
de los movimientos de protesta ciudadana. En primer lugar, en los países más
afectados (Irlanda, Grecia, Portugal, España), los ciudadanos –cívicamente–
apostaron por apoyar, con sus votos, a la oposición, pensando que esta
aportaría un cambio de política tendente a menos austeridad y menos ajuste.
Pero cuando todos estos países cambiaron de Gobierno, pasando de la izquierda o
centro-izquierda a la derecha o centro-derecha, la estupefacción fue completa,
ya que los nuevos Gobiernos conservadores radicalizaron aún más las políticas
restrictivas y exigieron más sacrificios, más sangre y más lagrimas a los
ciudadanos. (...)
Ahí es cuando empiezan las protestas. Sobre todo porque los
ciudadanos tienen ante sus ojos los ejemplos de dos protestas con éxito: la del
pueblo unido en Islandia y la de los contestatarios que tumban las dictaduras
en Túnez y Egipto. Además, destaca el hecho de que las redes sociales están
facilitando formas de la organización espontánea de las masas sin necesidad de
líder, de organización política, ni de programa. Todo está listo entonces para
que surjan, en mayo de 2011, los indignados españoles, y que su ejemplo se
imite de un modo u otro en toda la Europa del sur.
DK: ¿Por qué los partidos políticos de la
izquierda son mal comprendidos por estos movimientos?
IR: Porque lo que los medios califican de
"partidos políticos de la izquierda" tienen, en opinión de esos
movimientos y de las mayorías exasperadas, muy poco de izquierda. No hay que
olvidar, además, que estos partidos están comprometidos con esta misma política
conservadora que ellos fueron los primeros en aplicar, sin anestesia.
Recuérdese lo que ocurrió en España cuando, de pronto, en mayo de 2011,
Rodríguez Zapatero, sin avisar ni explicar, decidió aplicar un brutal plan de
ajuste ultraliberal que era exactamente lo contrario del ADN del socialismo.
DK. ¿Cuál fue el pecado original de Mayo del
68? ¿Son los movimientos de hoy hijos tardíos del 68? ¿Cree que pueden
realmente construir contrapoder político, alternativa real de Gobierno, o son más
bien movimientos emocionales?
IR: No se pueden comparar las dos épocas. Mayo
del 68 era una crisis contra un país en expansión (nacimiento de la sociedad de
consumo, crecimiento alto, pleno empleo), que seguía siendo profundamente
conservador y hasta arcaico en materia de costumbres. Hoy sabemos que fue menos
una crisis política que una crisis cultural. El movimiento del 15M, sin
embargo, es el reflejo del derrumbe general de todas las instituciones (Corona,
justicia, Gobierno, oposición, Iglesia, autonomías...). En ese sentido, es lo
más positivo que ha ocurrido en la política española desde el final del
franquismo. Lo más fresco e innovador. Aunque no se ha traducido en movimiento
político con perspectivas de conquistar el poder, revela un sentimiento profundo
de hartura de la sociedad española golpeada por la crisis y por las brutales
medidas de austeridad del Gobierno de Mariano Rajoy. Se podría decir que los
movimientos de protesta son una buena noticia ya que demuestran que las
sociedades europeas, y en particular su juventud tan castigada por la crisis
social, está expresando su descontento general hacia la situación que se está
viviendo y hacia el tipo de solución neoliberal que los Gobiernos y la Unión
Europea están aplicando contra la crisis. Es más, estos movimientos rechazan la
adopción de medidas de austeridad extremadamente serias, de ajuste económico,
en una Europa del sur donde más del 20% de los jóvenes menores de treinta años
se encuentra en paro. Curiosamente, esta juventud se expresa de una manera
pacífica, no violenta, inspirándose en varios movimientos generales.
DK: ¿Qué otros efectos está produciendo esta
crisis en Europa?
IR: La crisis se está traduciendo también en un
aumento del miedo y del resentimiento. La gente vive en estado de ansiedad y de
incertidumbre. Vuelven los grandes pánicos ante amenazas indeterminadas como
pueden ser la pérdida del empleo, los choques tecnológicos, las biotecnologías,
las catástrofes naturales, la inseguridad generalizada. Todo ello es un desafío
para las democracias, porque ese "terror difuso" se transforma a
veces en odio y repudio. En varios países europeos, ese odio se dirige hoy
contra el extranjero, el inmigrante, el diferente, los otros (musulmanes,
gitanos, subsaharianos, sin papeles...) y crecen los partidos xenófobos,
racistas y de extrema derecha.
DK: ¿Son los movimientos sociales y políticos
actuales, culminando en el 15M, capaces superar a los partidos políticos
tradicionales de la izquierda?
IR: No sabemos hacer política sin partidos
políticos. Lo que reclaman los contestatarios, los indignados en casi toda
Europa del sur, es cambiar las reglas del juego: desmontar el truco. Nuevas
reglas supondrían, por ejemplo en España, una nueva Constitución como reclama
un número cada vez mayor de ciudadanos. Una Constitución que dé más poder a los
ciudadanos, que garantice más justicia social y que sancione a los responsables
del actual naufragio. Un naufragio que no puede sorprender a nadie. El
escándalo de las hipotecas basura era sabido por todos. Igual que el exceso de
liquidez orientado a la especulación, y la explosión delirante de los precios
de la vivienda. Nadie se inmutaba, porque el crimen beneficiaba a muchos. Y se
siguió afirmando que la empresa privada y el mercado lo arreglaban todo. En la
historia larga de la economía, el Estado ha sido siempre un actor central. Solo
desde hace treinta años –o sea, nada en una historia de siglos–, el mercado ha
querido expulsar al Estado del campo de la economía. Hay que volver al sentido
común, a un keynesianismo razonable: tanto Estado como sea necesario y tanto
mercado como sea indispensable. La prueba evidente del fracaso del sistema
neoliberal actual son los ajustes y rescates que demuestran que los mercados no
son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido por su propia
voracidad. Además, se confirma una ley del cinismo neoliberal: se privatizan
los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace ahora pagar a los
pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en
caso de que se nieguen a pagar, ¡con empobrecerlos aún más! ¿Se producirá un
incendio social? No es imposible. Las repercusiones sociales del cataclismo
económico son de una brutalidad inédita: 23 millones de parados en la Unión
Europea y más de 80 millones de pobres. Los jóvenes aparecen como las víctimas
principales. Por eso, de Madrid a Londres y Atenas, de Nicosia a Roma, una ola
de indignación levanta a la juventud. Añádase, además, que en la actualidad,
las clases medias también están asustadas porque el modelo neoliberal de
crecimiento las está abandonando al borde del camino. En España, una parte se
unió a los jóvenes para rechazar el integrismo ultraliberal de la Unión Europea
y del Gobierno. "No nos representan”, dijeron todos los indignados.
DK: ¿Cómo ve Europa y el proyecto común
europeo dominado, estos años, por Alemania y su política de austeridad?
IR: El curso de la globalización parece como
suspendido. Se habla cada vez más de desglobalización, de descrecimiento. El
péndulo había ido demasiado lejos en la dirección neoliberal y ahora podría ir
en la dirección contraria. Ha llegado la hora de reinventar la política y el
mundo. Todas las sociedades del sur de Europa se han vuelto furiosamente anti
alemanas puesto que Alemania, sin que nadie le haya otorgado ese derecho, se ha
erigido en jefe –autoproclamado – de la Unión Europea enarbolando un programa
de sadismo económico. Europa es ahora, para millones de ciudadanos, sinónimo de
castigo y sufrimiento: una utopía negativa.
DK: ¿Hay alternativas frente al abandono del
campo de batalla de la socialdemocracia tradicional?
IR: La socialdemocracia ha fracasado porque ella
misma ha participado en la liquidación del Estado de bienestar, que era su
principal conquista y su gran seña de identidad. De ahí el desarraigo de muchos
ciudadanos que pasan de la política absteniéndose, limitándose a protestar o
votando por Beppe Grillo (que es una manera de preferir un payaso auténtico en
lugar de sus hipócritas copias). Otros han decidido votar a la extrema derecha,
que sube espectacularmente en todas partes, o en menor grado, optar por la
izquierda de la izquierda que encarna hoy el único discurso progresista
audible. Así estaban también en América Latina hace poco más de un decenio,
cuando las protestas derrocaban Gobiernos democráticamente elegidos (en
Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú...), que aplicaban con saña los ajustes
dictados por el FMI. Hasta que los movimientos sociales de protesta
convergieron con una generación de nuevos líderes políticos (Chávez, Morales,
Correa, Kirchner, Lula, Lugo...) que canalizaron la poderosa energía
transformadora y la condujeron a votar en las urnas programas de refundación
política (constituyente), de reconquista económica (nacionalizaciones,
keynesianismo) y de regeneración social. En ese sentido, se observa cómo a una
Europa desorientada y grogui, América Latina le está indicando el camino.