Fachada de la sede de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) |
Crédito: Wikipedia.
Los conflictos bélicos, como ya hemos tenido ocasión de ver en multitud de ocasiones,
han influido de forma notable en el devenir de la Historia del arte, ya sea
causando la destrucción y el expolio de obras, o bien alimentando la
inspiración de los artistas.
En otros casos, sin embargo, han sido los mismísimos servicios
de inteligencia de las distintas potencias los que han promovido y apoyado
ciertas corrientes artísticas con la intención de perjudicar al enemigo.
Eso es precisamente lo que habría ocurrido con el expresionismo abstracto, una corriente pictórica
contemporánea (...)
que fue favorecida y patrocinada –al parecer sin que lo supieran
sus principales representantes– nada más y nada menos que por la todopoderosa Agencia Central
de Inteligencia, la CIA.
Para comprender esta sorprendente afirmación hay que situarse en el
escenario inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. En los años que
siguieron a la contienda, el gobierno de los Estados Unidos estaba muy
preocupado por la identificación existente entre una buena parte de los
intelectuales y artistas europeos y los ideales marxistas-leninistas de la Unión Soviética.
Por esa razón, la agencia de inteligencia tomó la decisión de crear un
programa clandestino y de alto secreto que sirviese para contrarrestar
la enorme influencia de la esfera cultural soviética entre las élites
intelectuales europeas y sustituirla por otra de origen estadounidense que
sirviese a sus intereses.
Una pintura del artista Franz Kline, uno de los representantes del expresionismo abstracto | Crédito: Wikipedia |
De este modo, y sin que en la mayor parte de los casos los
beneficiados lo supieran, la CIA financió la publicación y edición de
multitud de revistas y libros europeos de corte cultural en los que se
reproducían textos afines a los intereses de Washington, y al mismo tiempo organizó
congresos, conciertos y exposiciones de arte, especialmente de expresionismo
abstracto.
Para lograr su objetivo, la agencia contó con la colaboración de
entidades privadas, como la Fundación Rockefeller o el influyente y prestigioso
Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York.
Así, gracias al llamado Congreso por la Libertad Cultural –ese fue el nombre con
el que se bautizó el programa de propaganda de los espías estadounidenses–
durante las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado se llevaron a cabo
algunas de las exposiciones itinerantes más destacadas del expresionismo
abstracto, que popularizaron en Europa las obras de artistas como De
Kooning, Rothko o Pollock.
Con su apoyo al expresionismo abstracto, la CIA buscaba minar
el interés hacia el realismo socialista –de carácter figurativo y con un
importantísimo mensaje social– que prosperaba en la Unión Soviética y que gozaba de gran
éxito entre artistas e intelectuales europeos.
En este sentido, Donald Jameson, uno de los ex agentes de la
agencia americana que participó en el programa, explicaba que el expresionismo
llegado de América “era el tipo de arte ideal para mostrar lo rígido,
estilizado y estereotipado que era el realismo socialista de Rusia”.
Las carreras de artistas como De Kooning (en la foto) fueron
promocionadas por la CIA | Crédito: Wikipedia
Tal y como refleja la periodista e historiadora británica Frances Stonor
Saunders
en su libro La
CIA y la Guerra Fría cultural (Debate, 2013) –una de las obras más completas sobre este
fascinante episodio–, es posible que esta labor de propaganda cultural hubiese
continuado durante más tiempo, de no ser porque a finales de los 60 medios como el New York Times
destaparon
la existencia de aquellos planes clandestinos.
¿Hasta qué punto alteró el desarrollo de la Historia del arte
contemporáneo este “patrocinio” del expresionismo abstracto con fines
propagandísticos? Se trata de una pregunta de difícil respuesta, y que ha
ocupado el interés de no pocos historiadores desde que se divulgara por primera
vez la implicación de la agencia.
De
lo que no hay duda es que, sin la implicación de la CIA, las obras de Pollock
y otros artistas de esta corriente americana no gozarían hoy de la misma
popularidad y éxito que poseen en todo el mundo.