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28 mayo, 2013

Espías, expresionismo abstracto y Guerra Fría


Fachada de la sede de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) | Crédito: Wikipedia.

Los conflictos bélicos, como ya hemos tenido ocasión de ver en multitud de ocasiones, han influido de forma notable en el devenir de la Historia del arte, ya sea causando la destrucción y el expolio de obras, o bien alimentando la inspiración de los artistas.
En otros casos, sin embargo, han sido los mismísimos servicios de inteligencia de las distintas potencias los que han promovido y apoyado ciertas corrientes artísticas con la intención de perjudicar al enemigo.
Eso es precisamente lo que habría ocurrido con el expresionismo abstracto, una corriente pictórica contemporánea (...)
que fue favorecida y patrocinada –al parecer sin que lo supieran sus principales representantes– nada más y nada menos que por la todopoderosa Agencia Central de Inteligencia, la CIA.
Para comprender esta sorprendente afirmación hay que situarse en el escenario inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. En los años que siguieron a la contienda, el gobierno de los Estados Unidos estaba muy preocupado por la identificación existente entre una buena parte de los intelectuales y artistas europeos y los ideales marxistas-leninistas de la Unión Soviética.
Por esa razón, la agencia de inteligencia tomó la decisión de crear un programa clandestino y de alto secreto que sirviese para contrarrestar la enorme influencia de la esfera cultural soviética entre las élites intelectuales europeas y sustituirla por otra de origen estadounidense que sirviese a sus intereses.

Una pintura del artista Franz Kline, uno de los representantes del expresionismo abstracto | Crédito: Wikipedia

De este modo, y sin que en la mayor parte de los casos los beneficiados lo supieran, la CIA financió la publicación y edición de multitud de revistas y libros europeos de corte cultural en los que se reproducían textos afines a los intereses de Washington, y al mismo tiempo organizó congresos, conciertos y exposiciones de arte, especialmente de expresionismo abstracto.
Para lograr su objetivo, la agencia contó con la colaboración de entidades privadas, como la Fundación Rockefeller o el influyente y prestigioso Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York.
Así, gracias al llamado Congreso por la Libertad Cultural –ese fue el nombre con el que se bautizó el programa de propaganda de los espías estadounidenses– durante las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado se llevaron a cabo algunas de las exposiciones itinerantes más destacadas del expresionismo abstracto, que popularizaron en Europa las obras de artistas como De Kooning, Rothko o Pollock.
Con su apoyo al expresionismo abstracto, la CIA buscaba minar el interés hacia el realismo socialista –de carácter figurativo y con un importantísimo mensaje social– que prosperaba en la Unión Soviética y que gozaba de gran éxito entre artistas e intelectuales europeos.
En este sentido, Donald Jameson, uno de los ex agentes de la agencia americana que participó en el programa, explicaba que el expresionismo llegado de América “era el tipo de arte ideal para mostrar lo rígido, estilizado y estereotipado que era el realismo socialista de Rusia”.
 
Las carreras de artistas como De Kooning (en la foto) fueron promocionadas por la CIA | Crédito: Wikipedia
Tal y como refleja la periodista e historiadora británica Frances Stonor Saunders en su libro La CIA y la Guerra Fría cultural (Debate, 2013) –una de las obras más completas sobre este fascinante episodio–, es posible que esta labor de propaganda cultural hubiese continuado durante más tiempo, de no ser porque a finales de los 60 medios como el New York Times destaparon la existencia de aquellos planes clandestinos.
¿Hasta qué punto alteró el desarrollo de la Historia del arte contemporáneo este “patrocinio” del expresionismo abstracto con fines propagandísticos? Se trata de una pregunta de difícil respuesta, y que ha ocupado el interés de no pocos historiadores desde que se divulgara por primera vez la implicación de la agencia.
De lo que no hay duda es que, sin la implicación de la CIA, las obras de Pollock y otros artistas de esta corriente americana no gozarían hoy de la misma popularidad y éxito que poseen en todo el mundo.